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El costumbrismo surrealista de un concierto de La Estrella de David y ELM

«Me gusta esto del autosabotaje, pero también me gusta que me rían las gracias«. Leo como parte de una entrevista a David Rodríguez. Apago el ordenador y bajo a la calle. Pre-halloween en las calles de Madrid. Una niña pregunta por qué van a celebrar Halloween a la plaza mayor. Una niña mayor responde que las cosas de celebrar, la Navidad, el Halloween y todo eso se celebra en el centro. Sigo caminando. Le escribo a B. para decirle que llego tarde. B. dice que también, pero que cuánto de tarde. También dice que no me entiende por mensajes. Nadie me entiende, pero en directo no mejora. Quedamos en la calle Jardines. Ya sabes, no te metas en jardines. Ya sabes lo vas a hacer.

Hemos llegado antes B. y yo. Es temprano y aún no empieza esto de la Sala Sol. Buscamos un sitio en la misma calle. “Podemos ir al mexicano de al lado y pedir 6 margaritas de fresa para que se vuelva a enfadar I”, decimos de forma irónica, pero está lleno y seguimos la calle. Recuerden no pedir 6 margaritas de fresa nunca. Seguimos la calle y hay un peruano al que se puede entrar y tal vez comer algo. No sé el por ué del tal vez. Dos cusqueñas y algo de comer, pedimos. Hablamos de la fiesta de cumpleaños, del después, de Fiebre un grupo de “wassap”, de irse a Brasil, de cerebros. N. y Be. llegan y se piden dos cervezas más. A Be. le brillan sus ojos amarillos. N. está en ese punto de la ruptura, en que las cosas se viven intensamente y damos bandazos hasta llegar a equilibrarnos. Ese punto en el que estamos inspirados también. N. quiere un “primer disco” con canciones escogidas por cada uno de vosotros y que nos haga recordar algo de ella. ¿Cuál es tu primer disco? Ese primer disco que has oído de forma consciente desde la primera a la última canción.

Hoy es “uno de esos conciertos”, uno de esos que se llaman de culto, de esos que recordarás y en el que volverá a sonar El primer disco de La Estrella de David. Be y N. no habían escuchado a La Estrella de David pero están aquí y eso es lo que importa. Eso es exactamente lo que importa. Be. dice una cosa y hace otra, también dice que eso es lo mejor de ella, aunque eso no sea verdad. I. llama que está dentro, dentro de la Sala Sol, pero aún no empieza. Dos cervezas más y vamos. N. y Be. se quedan fumando arriba. B.y A. bajan la escalera semicircular y chocan con el fuerte color chicle de la pared, como forma de inmersión, tal vez, como forma del universo propio de los conciertos. Solo tal vez.

El primer disco de La Estrella de David salió en 2007. En 2007, Zapatero gobernaba, Contador ganaba el tour, Nadal el Roland Garros, fallecía El Fary, se separaban Cruz y Raya y salía la ley de dependencia. Mi dependencia emocional era un caos lo cual me invita a pensar en qué coño he hecho en todo este tiempo. Hoy es 2016 y Sonido Costa Verde traslada en formato vinilo de 180 gramos, 500 copias emocionales y físicas de El primer disco de La Estrella de David; y este concierto, que de la mano de Son Estrella Galicia reúne a ELM (Experimental Little Monkey) y a un súpergrupo encabezado por David Rodríguez con integrantes de Los lagos de Hinault, Sierra, Juventud Juché y Ornamento y Delito, que forman hoy La Estrella de David.

I. está en primera fila y nos ponemos a su lado. Pedimos unas Estrellas Galicia, mientras suena los primeros acordes de ELM (Experimental Little Monkey). Hay positivismo tropical en formato cuarteto con flauta travesera, sintes, batería y guitarra. Lucas Bolaño pide silencio, mientras N. y Be. llegan a donde estamos. Por supuesto Be., N. y B no respetan el silencio, como una actitud rebelde ante lo impuesto. ELM saca sonidos a la acústica, partiendo de la íntimo, de lo ínfimo, para añadir colores y sonoridades.

David Rodríguez y Lucas Bolaño tienen un narrador interior parecido. Una voz que va más allá del «costumbrismo radical». Un planteamiento costumbrista desde un lado surrealista, acido. Pero una voz, un estilo propio. Showman, positivismo tropical, fueron las más aclamadas y cantadas «Yo no quiero ser un Showman”, “adiós, adiós, adiós”. B. dice que le gusta mucho más en directo, que le ha gustado mucho. Saludamos. Bebemos. Nos acercamos un poco más. Le digo a B. que el de atrás le gustaría. La gente se acerca un poco más al escenario, mientras divaga si rodear el congreso o rodear con su brazo a la persona de su izquierda. Pero lo dejan estar. No hay revolución hoy, pero mañana…ay mañana.

Es el momento. Pasamos a las guitarras, a los teclados, al bajo y a la batería. Una estrella de David de 5 picos, músicos. Pero empieza con David Rodríguez solo a la guitarra, con su polo rojo de estrellas y anclas tocando “Madrid”, “miles, millones, salones de juego, en la capital solo hay coches y puteros en Madrid”. La primera en la frente. David Rodríguez sacó a bailar a las “tremendas amazonas” junto a “Los 4 españoles”, “flor y nata” de eso llamado indie estatal, nación de naciones. Y siguió desgranando “el primer disco” con tiempo para tocar decatlón. A. le decía a N. y a Be. y a B. y a I. que esa canción la cantaba con su ex. “Tú la joya, las demás bisutería». O la maravilla que es cantar “cuidado Michael Jackson se te va a llevar”.

David Rodríguez construye canciones desde un punto de vista o narrador en el que mezcla ironía, crudeza sentimental, huidas de plano y surrealismos. Canciones low-fi, en las que la creatividad gana a la técnica, aliándose incluso para darle un delicadeza más arrebatadora. Esa forma de exponer a borbotones palabras contrapuestas o puestas, pegadas por polisemia, por sonoridad, por belleza. Hubo tiempo para bises. Para quedarnos las letras de las canciones de La Estrella de David, que estarán en el bolso de I. Hubo tiempo para disfrutar y sonreír. Luego la noche siguió, pero eso es otra historia.

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