En la noche del sábado me lo pasé jodidamente bien. El nivel impuesto tanto por los tres cabezas de cartel como por las bandas “pequeñas” fue bastante alto, aunque no podíamos esperar que fuera de otro modo tratándose de la jornada más fuerte de este Low Festival. Al tema musical hay que sumarle el hecho de que no hubiera montoneras de gente en entradas a espacios del recinto, lo que también significó que no se apreció ningún concierto especialmente abarrotado. Cuando digo abarrotado me refiero al nivel Kasabian/Libertines que hizo del Low anterior una auténtica locura. Pero voy a lo que importa. La noche transcurrió tal que así:
Entramos al recinto mientras suenan los primeros temas de Novedades Carminha, concretamente Lento y Cariñito. Cuando llegamos a una distancia decente del escenario los gallegos nos atrapan. Suena Juventud Infinita, que da nombre al anterior álbum. La gente baila, la gente se ríe, los músicos se parten la caja, se atisba un mini pogo. El buen rollo es increíble, como aún no había visto en la presente edición del festival.
Novedades Carminha son divertidísimos, para qué lo vamos a negar. Ellos aceptan ese papel y lo juegan de manera increíble. Adrián “Jarri”, al bajo, debió ser animador de fiestas en otra vida. Carlos, cantante, dedica un tema a Benidorm. El escenario Matusalem es una auténtica fiesta tropical. Gritamos el “AY AY AY AY AY” de Pesetas. La banda vuelven a temas más recientes, Ritmo en la Sangre viene seguida de Dame Veneno. Mucho garage-rock, mucho de baile, mucho de cerrar con Antigua Pero Moderna. Conciertazo.
La siguiente parada es en el Jagermusic, donde dos de Zaragoza con pantalones negros y camisetas ajustadas de tigre de Bengala están terminando de enchufar cables. A las 21:50, puntuales, Los Bengala suben al escenario en calidad de músicos y ya no de cuerpo técnico. La banda la forman Guillermo, a la guitarra, y Borja, a la batería. Éste último nos ve y decide vaciarnos una botella de agua por encima mientras alguien de detrás suelta que “esto es ya tradición”. Comienza entonces algo más de media hora del garage-rock más sucio, descarado, bestia y primitivo que he visto jamás.
Incluso Festivos se llama el disco que los avala y una a una van saliendo los temas para locura de los asistentes. Tocan Sé A Dónde Voy y 65 Días. Guillermo mira a Borja, que está completamente desatado. Le dice “aguanta un poco más”, pero el batería ya se ha quitado la camiseta. Dedican Máquina Infernal al de King Cayman, que lo celebra iniciando un pogo que acabaría con él mismo bailando sobre el escenario. Lo siguiente en sonar se llama Voy A Hacerte Sufrir, y nos dicen que pertenecerá a su próximo disco, que saldrá en febrero. Lo apunto. Es un temazo. Borja se corre sobre la batería en un solo acojonante y sale corriendo a tirarse sobre el público. Poco después nos marchamos, aún quedan los platos fuertes de la jornada.
Entramos al recinto del escenario Budweiser mientras The Black Lips se acercan hacia el final de su directo. Como cabía de esperar, el sonido es mucho mejor que el del escenario improvisado para la Fiesta de Bienvenida dos días atrás. Sin embargo, no hay público. Quiero decir, lo hay. Pero la afluencia dista mucho de ser la adecuada para una banda de tal calibre. Los americanos cierran con Scab, New Direction y Bow Down And Die.
Cabe la posibilidad de que el problema no sea la banda, sino el estilo. Me explico: si bien el Low destaca por la variedad de estilos, cada uno de ellos queda acotado a un espacio determinado. Si quieres oír garage-rock o punk, te vas al Wiko o al Jagermusic. Si quieres oír algo más rock o pop, te vas a los escenarios mayores. No quiero decir con esto que The Black Lips no estuvieran donde debían, sino más bien que no tocaban ante el público adecuado.
Pillamos primera fila para Los Planetas. Mis amigos están loquísimos con los de Granada. Yo los entiendo, pero reconozco que me salté la etapa Planetas en mi adolescencia. Aun así, vengo a vivir el concierto como el resto, hablamos de una de las bandas más importantes de la historia de la música de este país.
Nos colocamos en el lado contrario de Eric, pero bastante cerca de Jota. Cuando entran y todo el recinto queda iluminado me doy cuenta de que está abarrotado. Este sí. Los Planetas, que no habían tocado desde noviembre, van a tocar frente a casi todo el público del Low Festival.
Empiezan con Los Poetas, seguida de Señora De Las Alturas, pertenecientes ambas a Una Ópera Egipcia. El público aún anda algo frío e intentando asimilar la hora y media que queda por delante. Entonces la banda tira de repertorio, suena Ya No Me Asomo A La Reja. La chica de detrás está llorando y tengo ganas de abrazarla. La carga emotiva de la banda te golpea como un martillo pilón, sin esperártelo.
Cuando suena Segundo Premio un escalofrío me recorre la espalda hasta el cuello. Jota suelta “Es imposible que hayas olvidado lo que los dos podíamos hacer”, le da una calada al cigarro y nos deja solos para que encontremos la salida. No puede ser, no hay salida. Cuando entras en Los Planetas, no sales. Eso me pasa a mí. Suena Un Buen Día y varios miles de voces la entonan a la vez. Malditos Planetas.
Y en todo lo alto, el concierto termina. Una hora y media que ha volado. Flota en el aire una sensación de tristeza por las sensaciones despertadas. Han sonado temas de Super 8, Pop, Una Semana En El Motor De Un Autobús… de todos, en realidad. Fue el concierto que todos estábamos esperando y sucedió justo como estábamos esperando.
Salimos del Budweiser para beber algo mientras los técnicos de Suede lo ponen todo a punto. Volvemos y nos colocamos en la grada. Los británicos están a punto de dar el conciertazo que el Low Festival lleva anunciando varias semanas. Abren con Trash.
Solo me quedo 15 minutos, pero no hacen falta más para constatar la presencia y la energía del frontman de la banda, Brett Anderson. El britpop de la banda no necesita presentación, los británicos dan un concierto de manual. Me comentan que han sonado cada uno de los grandes éxitos, tales como Animal Nitrate o Beautiful Ones, justo ante del bis. Incluso han incluido It Starts And Ends With You en el setlist, tema que no venían tocando últimamente.
Sé lo que estáis pensando. ¿Qué banda me saca de un concierto de Suede? Pues no son otros que los madrileños Juventud Juché. Me habían avisado que en directo te volaban la cabeza, pero eso sería quedarse corto.
Cuando llego al Wiko los tres miembros de la banda ya están en el escenario pero el primer acorde aún no ha sonado. Me coloco en segunda fila, justo delante de Javier, que se planta como una estatua tras su micro. Y empieza el bolo. Suenan dos temas de Quemadero. Me es imposible apuntar nada, Javier tiene los ojos clavados en mí. Su cuerpo se mece con la música, su brazo araña la guitarra pero su cabeza está quieta. La imagen es impactante. El tipo no cierra los ojos, los clava sobre el público. Puedo ver cada una de las venas de su cuello hinchadas. Sin parar de tocar entre canción y canción, suena Bien. El primer parpadeo no llega hasta después del primer estribillo. Nunca había visto tanta rabia en una misma persona, en unos mismos ojos. El público salta, grita y pega empujones, pero yo aún no he conseguido moverme ni un centímetro. Entonces falla el micro, justo en el punteo, pero seguimos oyendo sus gritos. Los pelos de punta.
Juventud Juché empieza a disparar temas de Movimientos. Suena Niebla, Javier clava el punteo del diablo, grita una y otra vez “Nunca has hecho nada por mí”. Asiente. Así sí, joder. Me quito el peso de su mirada cruda de encima y me meto en el pogo que involucra al menos a una cuarta parte del público, justo delante del escenario. Vuela un mini de cerveza.
La banda deja lo gordo para el final. No esperaba que tocaran Carne, pero ahí está. Apenas un minuto y medio de canción llena de rabia. Termina. Dos segundos de silencio. Aún no hemos terminado de saltar y ya suena Fuera, mi tema predilecto del disco. Seguimos pegándonos de hostias por inercia. Se despiden con Defensa. Todos gritamos lo de “NO HAY DEFENSA POSIBLE, ESTAMOS TODOS DENTRO”. Javier va a explotar de rabia. Pero aguanta. Y se van. Se largan sin hacer ruido. Son brutales, no necesitan dar más espectáculo.
Vuelvo al piso calado de sudor, pero creo que la mitad no es mío. Bendito Low Festival.