Después de Reflektor, canción homónima al último trabajo de estudio de Arcade Fire, nos llega en forma de pieza audiovisual Afterlife.
No cabe duda que tiene un trasfondo cinematográfico especial, donde se narra la historia de una familia monoparental en la que un padre se ve forzado a vender flores en los arcenes de las carreteras, en una ciudad inhóspita y algo desapacible. Algunos planos después y con sabor latino, conocemos al resto de los protagonistas de la historia: dos chicos se unen a la escena.
Hay una mezcla peculiar entre un mundo onírico y la vida real. Paseos nocturnos por parajes industrializados, niños metidos en la lavadora, fiestas sin permiso paternal y reencuentros en la casi tercera fase nos hace volvemos un poco locos entre posibles flashbacks y premoniciones. Hay sueños muy reales y vidas muy soñadas.
La culpa de tan buen resultado la tiene Emily Kai Bock, que no es la primera vez que trabaja en la edición de vídeos musicales ya que ha dirigido trabajos para Grimes, Grizzly Bear o The Creators Project. El resultado está muy bien conjugado con la música de Arcade Fire. Desde luego que han venido al mundo de la música para sorprender.
Como queremos que cada uno haga su lectura de las imágenes, ya sabéis que la percepción de cada persona es independiente y todo varía según el ojo que lo mira…
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