InicioNoticias – ArchivoJoe Cocker, el fortachón blanco que quiso ser Ray Charles

Joe Cocker, el fortachón blanco que quiso ser Ray Charles

Con él aprendimos a hacernos mayores. También a disfrutar de aquellos maravillosos años, de los domingos en el jardín de atrás y los partidos de béisbol entre acera y acera. Éramos jóvenes y aquella voz torrencial, rota, nos despertaba cada mañana. Puede que no fuera la más aseada, ni aquel tipo que cantaba a la amistad se encontrara entre los tipos a los que tu madre te dejaría invitar a tu fiesta de cumpleaños, sin embargo, la emoción con la que Joe Cocker entonaba las primeras líneas de With A Little Help From My Friends tenía algo de sanador. Sus interpretaciones curaban las heridas del día a día, entonando canciones de sobra conocidas, pero que en su voz lograban el ímpetu que sólo la juventud comprende.

Joe Cocker, nacido en Sheffield hace setenta años, fallecido la pasada noche, podía presumir de poseer el mejor catálogo de versiones de la historia del rock. Por sus cuerdas vocales pasaron composiciones de Bob Dylan, Leon Russell y Leonard Cohen. Sin embargo el británico se pirraba por el cancionero de los Beatles. Sería precisamente una canción de los de Liverpool la que le colocaría en primera línea de la contracultura. Con aquella interpretación de With A Little Help From My Friends en el legendario festival de Woodstock, Cocker imprimía su voz soul a toda una generación llena de esperanzas. De paso se ganaba un puesto en el olimpo de los mejores.

Joe, el fortachón blanco que quiso Ray Charles, ya había demostrado que tenía tablas de sobra en dos primeros álbumes en el que, además de un repertorio bien escogido (desde el Something de Harrison hasta el Bird On The Wire de Cohen), se dejó rodear por músicos de la talla de Jimi Hendrix, Steve Winwood, Tony Visconti o el propio Harrison. No obstante, el rugido de ese rock empapado en música negra siempre tuvo su mejor escaparate en el escenario. En 1970, cuando el cambio de década anunciaba el final del sueño hippy, Cocker se atrevió a protagonizar su propia festival itinerante con aquel Mad Dogs And English Men. Registrado en el pertinente doble álbum, aquel documento grabado en el Fillmore muestra al músico más libre y excitante, abrazando el rock de los setenta, pero sin perder esa esencia soul y blues de la que tanto había aprendido en sus primeros años.

A pesar de todo, el de Sheffield no pudo evitar seguir la estela de sus compañeros de generación, que vieron como la época dorada del rock se esfumaba a finales de la década. Antes de eso Cocker tuvo tiempo de explorar la música norteamericana de raíz sureña en un correoso disco homónimo o en los más sosegados I Can’t Stand A Little Rain o Stingray. Ninguno de ellos evitó que la estrella del artista se fuera apagando y que, con la llegada de los años ochenta, sus trabajos se convirtieran en pura rutina con algún que otro destello aislado.

Tan sólo la inclusión de dos de sus temas en sendas bandas sonoras (Up Where Be Belong para Oficial y Caballero y You Can Leave Your Hat On para Nueve Semanas y Media) le otorgaría una fama más allá de los círculos de la nostalgia rock. Su voz seguiría entregando noches para el recuerdo, pero algo de esa magia inicial parecía haber muerto por el camino. Tan sólo el reciente Hard Knocks presagiaba una vuelta digna para un Cocker con arrugas y mirada cansada. Por desgracia nunca lo sabremos. Con él se va a una parte de aquella bonita historia de finales de los sesenta en el que el rock y el soul caminaron durante un rato de la mano.

Salir de la versión móvil