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RICHARD ASHCROFT – NATURAL REBEL

Llega un momento en la vida de todo hijo de vecino con un grupo de éxito en los noventa en el que su nombre ya no se encuentra bajo el aura mística del mismo. Esto puede ser bueno o malo dependiendo de si el músico alcanza un éxito en solitario que no tenga nada que envidiar a su carrera anterior o de si no lo ha conseguido y las expectativas sobre él se han acabado disipando. Cuando la banda en cuestión es ni más ni menos que una de las abanderadas de la música británica de finales de década como es The Verve, y su líder Richard Ashcroft, esto se convierte en algo especialmente difícil.

Es muy común la forma en la que cualquier nueva referencia de un músico de estas características se convierte en una auténtica caza de brujas que acaba por juzgarla más en función de cómo ha envejecido el artista que de su calidad. Richard Ashcroft, con su recién estrenado Natural Rebel, se empieza a colocar en esa delgada línea entre el recuerdo de The Verve y la inexistencia de expectativas. Y lo hace sonando ya como un clásico del pop del siglo pasado, para bien o mal. Mira esa portada, él también sabe dónde se está metiendo.

En Natural Rebel no hay trampa por ningún lado, simplemente diez cortes de justo lo que uno podía esperar del músico británico. Alejado completamente de los sutiles jugueteos con la electrónica de su anterior referencia, Richard Ashcroft juega sobre seguro con todos esos tics que siempre le han caracterizado. Arreglos y florituras orquestales, una acústica omnipresente abrazando el impertérrito ritmo de batería y unas melodías vocales imbuidas de la mayor nostalgia pop.

Si bien en algunos momentos el toque único del británico para construir auténticas maravillas de sensibilidad pop se deja sentir levemente, los momentos en los que esta fórmula suena a demasiado manida acaban desbordando el barco. Así, los 46 minutos que se alarga Natural Rebel acaba siendo un ir y venir de aciertos y desaciertos. Por un lado, tienes los singles incontestables en los que no caben más nostalgia que la que el cantante rememora. Surprised by the Joy, juega precisamente a ello, con un Ashcroft despreocupado alrededor del cual comienzan a construirse esas líneas de violín, muy acertadas, que acaban por marcar todo el desarrollo de la canción. En esta línea se encuentran también All My Dreams, con un sonido que recuerda al Springsteen de principio de siglo, y That’s When I Feel It, que podría ser la envidia del último grupo “indie rock” (si esto todavía sigue siendo una etiqueta creíble) de moda.

Lo que en estas canciones funciona en otras acaba palideciendo demasiado, como en Birds Fly, todo un manual de arreglos de librillo, o en Money Money, donde un principio interesante acaba diluyéndose progresivamente en desesperación. En un término medio bastante asequible se encuentran We All Bleed, A Man in Motion (perfecto ejemplo de la producción cuadriculada que gasta todo el trabajo), y Streets of Amsterdam. Quizá esta última es la que más duele al comenzar como una de las apuestas más sinceras del disco y acabar perdiendo un poco de credibilidad a la altura del estribillo.

Uno tiene sentimientos verdaderamente encontrados escuchando Natural Rebel. Indudablemente suena a nostalgia, y tampoco es algo que intente evitar, pero en determinados momentos no al tipo de nostalgia que quieras presenciar. Es en esas ocasiones en las que Ashcroft peca de demasiada autosuficiencia y acaba encontrándose con una parodia de lo que realmente podría llegar a ser. A pesar de ser una apuesta de calidad en su base, Natural Rebel acaba sosteniéndose más en su producción y en la facilidad de llegar a un determinado público que en ser una nueva piedra en el camino hacia la voz propia de un Richard Ashcroft sin la etiqueta de The Verve justo detrás.

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