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ONEOHTRIX POINT NEVER – GARDEN OF DELETE

Noviembre resultó, sin duda, el mes más determinante para los lanzamientos de electrónica de este año 2015. Si el primer día del mes nos llegó el sensacional Communion de Rabit, y un poco más tarde el debut de Floating Points, también pudimos recibir este Garden Of Delete de Oneohtrix Point Never, u otros álbumes como Mutant de Arca o Product, de SOPHIE. Daniel Lopatin continúa un buen ritmo de lanzamientos sacando el que es su segundo álbum con Wrap Records, y el cuarto realmente referenciable desde que saltase a la “fama” con Returnal en 2010.
El artista/músico norteamericano sentó las bases de su género particular en 2011 con Replica, las ordenó y clasificó en 2013 con R Plus Seven, y en el año que nos ocupa ha decidido explotar de forma casi climática y bastante accesible varias de las armas que llevaba tiempo enseñándonos. Hace un par de cursos, cuando pudimos escuchar canciones como Americans, Zebra o Chrome Country, Lopatin nos demostró que por medio de una simple y cuadriculada sofisticación podía hacernos disfrutar de los coros y teclados más aburridos y reescuchados de la electrónica, abandonando casi totalmente su faceta ambiental y destinando casi todos sus esfuerzos a un Vaporwave elegante y muy innovador, pero imprimiendo un carácter tan suyo que la media de grabaciones mundiales de este subgénero quedaba totalmente retratada ante su producción. La música de Oneohtrix Point Never tiene siempre el aliciente de sonar extremadamente vanguardista y extraña, pero cuando uno comienza a apartar con las manos estas primeras impresiones, se encuentra con que cada nuevo álbum suyo es una innovadora paleta de colores y sensaciones, que aúna de forma bastante acertada referencias a un arte muy actual y de última hora. Ahora, tras crear un disco de formas cúbicas perfectas y con movimientos extrañamente desconcertantes y ondulatorios, Lopatin dice que lanza su nuevo álbum referenciando constantemente a Ezra el alienígena, pero precisamente este Garden Of Delete es el largo más visceral humano y liberado que le hemos podido escuchar hasta ahora.
Parece que Lopatin le ha cogido mucho cariño al tiempo que trabajó con Tim Hecker, y ha aprendido perfectamente a introducir y manejar un drone-noise sin apenas pretensiones industriales, de esto surgen distorsiones que llenan el pecho del oyente, pero que no llegan a moverlo, debido a sus carencias rítmicas (totalmente voluntarias). Garden Of Delete es un disco tremendamente extraterrestre y desconcertante, mientras los teclados y los giros siguen moviéndose en el vaporwave más divertido, vuelven las influencias y los ritmos asiáticos y tribales, que combinados con momentos de puro ruido y el -ya común- acierto de Lopatin, crean un sonido tan innovador dentro de la escena, como propio del que lo hace.
Durante 45 geniales minutos, volvemos a ver que Oneohtrix Point Never sigue plantando varias de las bases de la electrónica experimental presente y de la más inmediata, pudiendo afirmar definitivamente que no es una cuestión de oportunismo, sino de inspiración, talento y estrategia. Garden Of Delete tiene varios “hits” (permítanme llamarlos así) sensacionales que se pueden escuchar moviéndose de forma robótica o dejando, como antes he dicho, que el vasto e impredecible mundo que se crea nos absorba totalmente durante tres cuartos de hora. Entre estos grandes temas están (para empezar) Ezra y sus voces distorsionadas, que van congeniando con los sintetizadores en un veloz y bello duelo, o Sticky Drama en la que Lopatin comienza a utilizar esta especie de vocoder (que no tengo memoria de haber escuchado) en el que mezcla el sonido drone del teclado con su propia voz creando unos acordes imponentes. En la parte central destacan la épica e inconcebible Mutant Standard, de la que se podría estar hablando una cara entera de folio, y Child of Rage, que nos hace viajar directamente a otro continente, hasta el mismo momento que Lopatin decide cortarlo momentáneamente, y devolvérnoslo sin –aparente- ton ni son.
Seguidamente, en Animals nos reecontramos con el noise vocoder (de nuevo utilizado de forma acertadísima) y en I Bite Through It una combinación excelente entre el noise y un coherente vaporwave muy de 2013, culminados con una guitarra eléctrica (¡!). De las tres que cierran el álbum destacan Freaky Eyes y sobre todo No Good, con el rollo oriental que sólo se ve roto por el momento de escuchar a Lopatin (¿?) cantando una última vez acompañado de un ruido abrumador y épico (tal vez reminiscencias a Justin Vernon jugando con su voz). Un cierre de los que sí que se entiende el acierto.
De nuevo, Daniel Lopatin firma uno de los álbumes de avant-garde del año. No nos atrevemos a predecir lo que significará Garden Of Delete para el futuro del género, pero es seguro que posee algunas de las claves para hacer escuela y para llevar hasta quién sabe dónde este sonido.
 
Escúchalo aquí:

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