Y, de repente, su voz profunda rompe la atmósfera mágicamente trágica creada por él mismo. Su folk personal y característico nos arropa cálido y deprisa, veloz y breve, nos susurra que es Micah, a quien buscábamos antes. Que ahí está para acompañarnos en un viaje sorprendente. Porque eso es lo que es este disco, un viaje, una aventura personal intimista e introspectiva que nos acerca todavía más a este gran compositor. Sonidos turbadores, ruidos desconcertantes, contundentes, combinados con jadeos, sí, habéis leído bien, guitarras de todo tipo, alguna de ella también llora, como los violines de los que hablábamos antes, y se queja distorsionada en The Returning que cierra el círculo y el disco y nos devuelve al plano consciente, aunque para ello necesitemos tiempo, bastante tiempo. El que dura esta eterna ‘canción’, explosión eléctrica, de casi doce minutos.
Durante el viaje, el disco, a estas guitarras valientes aunque quejosas, las acompañan banjos, pianos, tímidas trompetas que se escuchan a lo lejos y los omnipresentes violines, desconcertantes, que se muestran sin pudor desde el principio, se mantienen durante y nos despiden al fin. Sí, todavía entre llantos. Aunque los nuestros, quizá. Y es que éste no es un disco apto para sensibles o igual sí es bueno prescribirlo para aquellos que necesiten una buena dosis de llanto purificador. Porque es así el nuevo disco del de Memphis, purificador. Te llega hasta lo más hondo, te rompe en mil pedazos, te amenaza a golpe de pistola desde la portada, te sacude, te golpea, caza tus deseos y bucea en tus recuerdos y en los del propio autor. Muchos recuerdos navegan por las canciones de Micah P. Hinson. Reflexiones en voz alta de errores, olvidos, injusticias. Hinson establece un puente entre las emociones, crea un enlace entre su pasado, presente y futuro. Hombre torturado de vida interesante, pero dramática y cruel, en la que cabría ahondar para entender todo lo que crea, lo que toca, compone y relata. Hacedlo si tenéis ocasión y lo comprenderéis todo con más claridad. Así pues, en este cuarto disco Micah P. Hinson ha vuelto a hacerlo. Y no nos molesta que repita esquemas. Ha creado una obra abstracta, compleja, escurridiza, arisca, tímida, descarada, irónica, voraz, oscura, penetrante, atormentada y turbia. Espejo que nos muestra su propio reflejo.
Un disco en el que, por cierto, aparecen Tachenko y que colaboran con Hinson en la tarea de descolocar y desconcertar al personal. Micah P. Hinson and the Pioneer Saboteurs sorprende e incomoda a partes iguales si nos acercamos a él por primera vez. Doce canciones que no te permiten juzgar a la primera si el nuevo trabajo de este nuevo Johny Cash, Leonard Cohen o Nick Cave, como lo califican algunos, es bueno o todo lo contrario. Puesto que la desconcentración que consigue crear ipso facto es tal, y es tan hábil en eso Mr Hinson, que emitir cualquier opinión musical es prácticamente imposible. El nuevo trabajo de Micah necesita tiempo. Dejadlo reposar. Reescuchadlo, digeridlo, reflexionadlo, sin dejarse llevar por los momentos de emoción culminantes que ponen la piel de gallina y que no nos dejan ser imparciales.
Hinson aseguraba a la prensa que para este disco quería conseguir algo enorme, extraño, un gruñido, algo horrible, ilusionante y cariñoso. Y después de analizarlo y digerir su disco con la calma que requiere, puedo decir a todo esto y al fin, que desde luego lo ha conseguido.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 8.5/10
