Capítulo 1. Lo emocional.
Ella llora a veces cuando hace el amor. Cuando hace el amor. Ella llora. No es pena. Es un ritual hacia un estado emocional mejor. Una respuesta a todo lo que lleva arrastrando. Su sombra. O una necesidad. A la mierda. Nadie quiere explicaciones hoy. Nos vestimos. Y salimos medio apurados a la otra punta de la ciudad. No respires. No respires. Los delfines solo aguantan 12 minutos debajo del agua. ¿Cómo duermen los delfines? Entramos en la Moby Dick. Es miércoles 18 de noviembre de 2015. Estamos en la sala Moby Dick de Madrid. La ballena duerme hipnotizada por la voz de Natalie Mering, quien se esconde detrás del nombre de Weyes Blood. Su sombra. Weyes Blood es al parecer un personaje de una obra de Flannery O’Connor. El personaje que arrastra. Entramos en la garganta de Moby Dick y todo es acolchado. Suena tan delicado. Y grande a la vez. Es enorme su voz (más que la ballena de detrás).
Podría escuchar Maybe love en bucle. Una canción de su último Ep con Mexican Summer. Escucha:
Podría no hacerlo. La gente se sienta en el suelo y abre sus ojos. Sus pupilas. Sus oídos. Weyes Blood es en directo la guitarra acústica y la voz de Natalie, con bases programadas y capas de loops en voz. Las atmósferas que dice ella. Ella ya no llora. Sus ojos se abren más. La sombra se sienta y nos abraza.
Las ballenas aguantan 50 minutos debajo del agua sin respirar. Tú podrías quedarte sin respirar un tiempo estipulado en torno a una hora con la voz de Natalie. Como debajo del agua. Ese no silencio, de debajo del agua. Esa locura de encima.
Natalie Mering es conocida por poner su voz en el trabajo de Ariel Pink´s Haunted Graffitis, Mature Themes. Pero al parecer también se ha ido de gira con Jackie-O Motherfucker, entre otros. Una antítesis de su sonido. Hay cierta oscuridad en su sonido, en la voz. Natalie Mering viste un mono verde. La sutileza de su físico contrasta con su voz. Ella es un ritual hacia un estado emocional mejor. Aplausos.
Capítulo 2. Lo físico.
Salimos. Sus ojos siguen brillando. Sus labios fuman. Es miércoles 18 de noviembre de 2015. Y estamos en la Sala Moby Dick de Madrid. Sean Nicholas Savage se presenta descalzo y esbozando en el suelo una enrevesada postura próxima a la danza contemporánea.
Cazadora roja, pantalones de pinza, camiseta hawaiana. Bigote rubio. Dos teclistas crean el sonido, sintetizadores, partes programadas, beats programados, voces alternativas, y una dosis de cierto estilo. Se asoma un peine del bolsillo de su camisa.
Sean Nicholas Savage es un animal del escenario. Un ser que traspasa. Con una técnica vocal alucinante y un sentido totalmente físico de la interpretación.
El canadiense viene a pasárselo bien y lo hace esgrimiendo su último trabajo Other Death:
Trabajo de hace un par de meses, en las que las canciones se estructuran igual que en el disco pero en las que estás se vuelven gigantes. Canciones como Propaganda, Dont B Sad, Naturally, se incorporan a las de Other Live o Bermuda Waterfall.
Ella a veces mueve las caderas. A veces se olvida de todo. La gente se acerca al escenario.
Sonoridad ochentera, funk-r&b de tempo reducido. Como si Michael Jackson fuese blanco. Risas. Como si Michael Jackson hubiese nacido en Europa y unas flores mágicas lisérgicas le hubiesen aportado cierto estilo-oscuridad-ambrosía.
Sean controla el espacio, el cuerpo, el suelo. Se derrama por él y clama versos escritos en una pequeña libreta. Spoken Word. Susurrado con las luces apagadas y los tonos fluor por el suelo.
Bebe vino blanco de una copa. De la botella. De la copa. Sean es una vedette. Aunque el género que más domine o al que más se asemeje es el burlesque. Un burlesque obviamente revisitado, adaptado a ese experimentalidad funk, r&b. Sean Nicholas Savage es un crooner. Un actor. Un bailarín. Una maravilla en directo.