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Espíritu intacto: Crónica de The Sonics en Bilbao

El pasado 23 de febrero visitaba la Sala Stage Live bilbaína para ver a la legendaria banda The Sonics, o más bien a lo que queda de ellos. Llegaban a Bilbao en medio de una gira europea, prácticamente, de ‘grandes éxitos’. Su último disco se remonta al 2015, por lo que lo nuevo de los estadounidenses está al caer, como bien comentaron el viernes. De hecho, estrenaron un tema nuevo.

De los jóvenes que aparecían en la lona gigante extendida al fondo del escenario, en la que estaba estampada la caratula del segundo álbum Boom, tan sólo entró en escena Rob Lind (saxofón, armónica, voces). Sin teloneros, y con casi cuarenta minutos para que todo asistente pudiera llegar al show, The Sonics salieron con fuerza al escenario. Clásicos imperecederos como las originales Cinderella o Shot  Down; y versiones de Richard Berry (Have Love, Will Travel) o de Little Richard (Lucille), fueron fluyendo con un sonido impecable y la crudeza a la que acostumbran.

Pese a que Lind ofició de maestro de ceremonias, dirigiéndose al público para manifestar su felicidad por volver a estar en Euskadi, fueron otros dos los miembros que sobresalieron. El batería Dusty Watson, componente desde el 2012, que afinó en su labor de reproducir la percusión de Bob Bennet; y el guitarrista Evan Foster, el más joven de todos, que no paró ni un segundo en afilar su eléctrica y ofrecer riffs y punteos al respetable.

Además, las canciones a las que puso la voz Foster fueron las más enérgicas. Tanto las partes vocales del bajista Don Wilhelm, como las del teclista Jake Cavaliere, sonaron con menos intensidad. Cada uno en una esquina del tablado, no daban ninguna sensación de disfrutar con lo que hacían.

Sí que lo hacían los otros tres. También, Lind se percató pronto de la presencia de un niño, de 7 u 8 años, en primera fila. Al instante, empezó a animar al chico, resaltando la humildad con la que tocan The Sonics. No en vano, hay que recordar, que la formación original no volvió a tocar hasta el momento de jubilarse de sus respectivos trabajos.

Cierre vibrante

Volviendo al espectáculo, las escenas más estimulantes se vivieron con la coreada Money (That’s What I Want), otra versión de Little Richard (Keep a Knockin’) y la archiconocida Psycho, que empezó a despertar a las primeras filas.

Cerraron con un bis que desató los ‘pogos’ en la parte más avanzada del gentío: I Don’t Need No Doctor, Strychnine y The Witch. Con ese trío, The Sonics abandonaron el escenario tras dar su agradecimiento. Un concierto en el que quizá no estaban en presencia, al completo, pero prevaleció la esencia de un grupo histórico.

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