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Belako afila su colmillo en Madrid

Demasiado proclives al post-punk para los hijos de la generación grunge, excesivamente guitarreros y distorsionados para los siniestros. Muy electrónicos para la audiencia rockera más purista y conservadora, poco bailables para los paladines de las pistas dance. Indisimuladamente ochenteros para los amantes de los 90’s, y viceversa. Una banda como Belako, con su amalgama de sonoridades, su fascinante integración de estilos y registros, su alergia al arquetipo, la etiqueta y el encasillamiento, nació abocada a sumirse en la penumbra, en la tierra de nadie, cuando no en el anonimato.

Si ya resulta difícil descollar hoy en día en el mundo de la música, resulta aún más arduo captar atenciones y entusiasmo cuando la propuesta ofrecida es tan imprecisa e inclasificable como la de esta formación vasca. En una época mercantil tan agradecida de productos cómodos y de fácil envasado y digestión, Belako sólo tenían una posibilidad de brillar: componer canciones de nivel. Algo que nunca está de mas reivindicarlo, en su aparente sencillez y obviedad, como el gran factor diferencial en un estudio de grabación.

Y ya desde Eurie, su primer LP de 2013, los hermanos Josu Ximun y Lore Nekane Billelabeitia, junto a Cris Lizárraga y Lander Zalakain, dieron muestras de su pericia. Esas primeras composiciones, y también las de su segunda obra, Hamen, no sólo desprendían frescura, valentía, heterodoxia y loable indiferencia por contentar a un sector de público determinado. También un muy notable talento compositivo. Sólo con su esmero e inspiración en estudio hubiera sido suficiente para seguirles la pista pero, bendita la suerte de todos aquellos fans más entregados y temperamentales, su plasmación en directo no sólo hace justicia al brío y finura de los temas, sino que a menudo los subliman y redoblan su intensidad.

Con un buen puñado de exhibiciones sobre las tablas, tanto en salas como festivales, Belako aterrizaba en Madrid para presentar Render Me Numb, Trivial Violence, su tercer álbum y su obra más cruda y rabiosa hasta el momento. Y el concierto atesoró todos los rasgos y virtudes del actual momento artístico y actitudinal de la formación vizcaína. Más feroces y combativos que nunca, menos atmosféricos y más afilados que en anteriores giras, su paso por La Riviera fue uno de los mayores puñetazos en la mesa que una banda nacional ha propinado últimamente ante su público. Después del más que correcto e intenso despliegue de TOC como banda telonera, Belako ofreció la típica actuación equilibrada, sin altibajos pronunciados, cuyo repertorio navegó con extraordinaria fluidez entre sus tres discos.

Liberada del teclado, y empuñando el micrófono con verdadera pasión, Cris comandó una actuación maravillosamente orgánica, deliciosamente rockera. Con muchas más dosis de Sonic Youth y Pixies que de Joy Division, por citar tres referentes que podemos encontrar en el particular universo de esta banda, los momentos más destacables, y fueron frecuentes y numerosos, acontecieron cuando, tras una recta inicial muy marcada por guiños al primer disco (False Step y Haunted House) la banda apretó los dientes y pisó el acelerador. Certeros trallazos como Lungs, Maskenfreiheit o Off Your Shoes, con buena parte del público fajándose en pogos, fueron el colmo de la eficacia y el disfrute. Algún momento más experimental pareció rebajar ligeramente la euforia, como Nice Church, pero hubo lances de sabor electrónico muy afortunados, como Mum. Apeteció, de hecho, dejarse llevar por el hipnótico ritmo de indudable aroma techno de The Fiend Thinker, un tema verdaderamente adictivo de su última obra, pero lamentablemente no sonó.

Sí irrumpió, naturalmente, y como cierre de la velada, Over The Edge, una de las canciones más redondas y formidables que esta banda ha compuesto nunca, y que sirvió para que la banda, muy oportunamente, denunciara el desolador reguero de muertes que se cobra la violencia machista. Un elogio de la sensatez, de la tolerancia y del respeto de parte de una banda cuya madurez, en todos los sentidos, impresiona. Y una reivindicación de la igualdad de parte de unos músicos que, visto lo visto, no son precisamente iguales a la mayoría de su generación.  Ojalá su nervio y voracidad creativa continúen deparando estas alegrías en el futuro. La música actual necesita bandas así.

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