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Estrenos… 'El Veredicto' de Jan Verheyen

Que la ley y la justicia en más ocasiones de las que nos gustaría van por separado es algo que sabemos todos… Que cuando toca acatar una sentencia injusta la mayoría de los mortales están obligados a conformarse sea por falta de medios, de paciencia, o por el simple respeto a lo malo conocido y el miedo a lo bueno por conocer, también nos es algo cercano a muchos. A todo el mundo se le llena la boca al hablar de la mala praxis de ciertas instituciones, pero prácticamente nadie hace nada por cambiarla, por atreverse a crear jurisprudencia para evitar así caer una y otra vez en el mismo agujero de desconsuelo. Las fotos de quienes lo intentan salen en las portadas de los periódicos bajo titulares en los que se incluye la palabra ‘fracaso’ y eso es desalentador.
Desde Bélgica nos llega una sugerencia un tanto radical, pero merece la pena escucharla. El nombre del director que nos la propone, Jan Verheyen, famoso cineasta en tierras flamencas; desconocido, hasta ahora, por esta zona. Su propuesta llega a España bajo el título de El veredicto, una película que lanza al aire dos preguntas que en caliente tienen fácil respuesta, pero que si uno quiere argumentar reposadamente no se pueden tomar tan a la ligera… La primera: ¿qué harías tú si un sociópata -por decirlo finamente-, matara -directa e indirectamente- a tu mujer y a tu hija? La segunda: ¿cómo juzgarías a un hombre que, víctima de esta atrocidad y desamparado por el sistema de su país, decide tomarse la justicia por su mano?
Con un caso extremo -que no imposible- en el que un asesino queda en libertad por algo tan absurdo como ‘un error procesal’, Verheyen nos invita a hacer un ejercicio de análisis y empatía exponiéndonos todos los puntos de vista posibles: el de jueces, fiscales, abogados y verdugos, el de ministros y medios de comunicación… consigue así con relativa facilidad que el espectador entre en el juego desde el minuto uno, que dude, que juzgue y que haga su propio veredicto. Pero además de una reflexión trascendente -pero cómoda para un espectador que observa desde la butaca de un cine-, El veredicto es una crítica directa, sin sutilezas, al Poder Judicial. Lo segundo es tan evidente que prefiero destacar lo primero… porque si el espectador interioriza la reflexión en lugar de la crítica se llevará a casa algo más que mala hostia. La sociedad está muy sensible -lógicamente-, y este tipo de apuestas provocan una reacción, pero esa reacción puede ser positiva si se lee el mensaje desde el punto de vista constructivo y muy negativa si se toma desde un punto de vista derrotista.
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Ante una propuesta tan fuerte los puntos débiles -si uno es paciente y transigente-, pueden quedar en un segundo plano… pero los hay. A saber: el argumento es completamente previsible, ocurre lo que todo el mundo espera que ocurra; el montaje no es ágil, hay secuencias muy lentas y momentos que entorpecen el relato, como la incrustación de planos flashback que se repiten una y otra vez; por último, tanto el tono, el color de la película, como la interpretación del protagonista (Koen De Bouw) son muy gélidos, excesivamente gélidos, tanto que resulta violento. En realidad… quizá esto no es un punto débil sino una necesidad, de hecho es una buena forma de mantener la tensión -aunque las hay mejores-, y la distancia con un individuo que, no olvidemos, tenemos que juzgar del mismo modo que lo haría un jurado popular. Pero de vez en cuando se echa de menos algo más de sentimiento, se hace necesario estrechar esa distancia que intuyo el director impone para maquillar con objetividad un punto de vista subjetivo. En cualquier caso, criticar esto es criticar el personaje y el personaje así está escrito, que guste su actitud o no también es subjetivo.
Salga uno con la opinión que salga, tendrá una sensación que todos pueden llegar a compartir: la de haber acudido como testigo a un juicio al que ‘un error procesal’ ha dado la vuelta. Una vez abandonada la sala puede asaltarle un sentimiento de incredulidad. Parece inverosímil, parece el mundo al revés, pero no… Jan Verheyen se encarga de recordarnos que estas cosas pasan e igual que pasan… pasan desapercibidas. El cine no puede solucionar este tipo de anormalidades, pero sí ser altavoz para sacar los colores a los responsables de un sistema repleto de brechas y parches podridos.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 6,5/10

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