¿Qué ocurriría si mezcláramos Hamlet con Los Soprano y al resultado los vistiéramos de cuero y los montásemos en una Harley Davidson?. Vale, quizás es un tiro a canasta demasiado lejos pero nos da una idea de la serie que Kurt Sutter creó en 2008 tras el final de esa maravilla policíaca que fue The Shield. Sons of Anarchy es violenta, brutal, sin censura, directa y sobre todo políticamente incorrecta. Quizás no esté a la altura de grandes éxitos televisivos de los últimos años como la ya mencionada Los Soprano o The Wire, pero sí entra en el siguiente nivel que dejaron estas dos olímpicas. Se trata de un producto con una factura excelente; personajes que te encantan, desde los protagonistas hasta los secundarios; e historias que te atrapan y que te hacen mirar el reloj a la espera del próximo capítulo.
Sons of Anarchy narra la vida cotidiana de un grupo motero con ese mismo nombre que opera desde el pueblo californiano de Charming. Lo de cotidiano es un decir porque su sustento sale del tráfico de armas a la par que se han convertido en ‘protectores’ del pueblo para que este no cambie. Jax (Charlie Hunman) es el vicepresidente del grupo de Charming (el principal en una red con cédulas por toda América). Su padre fue uno de los miembros fundadores hasta que murió en extrañas circunstancias. Por encima de él, está Clay (Ron Perlman, el gigante de La Ciudad de los Niños o Hellboy cuando le ponen una tonelada de maquillaje encima) el presidente del club y amigo del alma de su difunto padre. Clay se casó con Gemma (Katey Sagal), madre de Jax del que quiere que se distancie lo más posible de su padre. Además de sus conflictos familiares, tendrán que luchar por la supervivencia del club en medio de bandas rivales, el IRA o neonazis entre otros simpáticos personajes.
La serie nos lleva a preguntarnos por qué atrae tanto el ser malo. Sus protagonistas no son precisamente angelitos de la caridad. Se trata de lo que podríamos calificar como antihéroes: con una justificación siempre presente, carecen de moral, pueden llevar a cabo las acciones más violentas sin remordimientos, amparados siempre por el bien común o al menos el bien de su club. Precisamente uno de los puntos fuertes de la serie es la solidez de su guión en el retrato de estos personajes, los hace creíbles, comprensibles, sabemos por qué hacen cada cosa aunque no lo compartamos. Además, cada temporada sigue una línea argumental principal que engancha y que conectan con el espectador presentando a malos que hacen buenos a nuestros moteros.
Entre las interpretaciones destaca la de Katey Sagal (os acordareis de ella como la novia de Locke en Lost o con ese peinado imposible y casada con Al Bundy en Matrimonio con hijos; también es la voz original de Leela en Futurama) como matriarca del club. El personaje de Sagal encarna toda la crudeza y brutalidad del tipo de vida escogido, del todo vale si es por los míos y de la inevitabilidad del mismo destino para todos los que la rodean, desde su marido a su nieto, pero sobre todo su hijo.
Sons of Anarchy lleva estrenadas hasta el momento cuatro temporadas, la última acaba de terminar en EEUU, con mayor o menor solvencia. Vistas como un todo, ninguna desmerece y el guión se sostiene con las distintas tramas y subtramas pero si hay que elegir la mejor es, sin duda, la segunda. A mí me enganchó desde el primer capítulo.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 7/10