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Pauline Oliveros: Bye, Bye, Butterfly

El mundo de la música, y en especial el del avant-garde y la experimentación, sufrió un fuerte revés tras la noticia de la muerte de Pauline Oliveros, el 24 de Noviembre de 2016. Se cumple un año de su desaparición física, pero su legado se sigue expandiendo como una onda sonora infinita. Pauline Oliveros fue una de las fundadoras del Tape Music Center de San Francisco, cuna de las vanguardias sonoras y electrónicas de la década de los sesenta, y la creadora del concepto de Deep Listening.

Una artista curiosa, feminista, una activista política, una vanguardista. Pauline era la única mujer entre un grupo de hombres formado por Morton Subotnick, Steve Reich, Terry Reily y John Cage, que en la década de los sesenta se aventuró a experimentar con drones (estilo de música minimalista que se caracteriza por el uso de sonidos y/o notas sostenidas y repetidas en el tiempo), así como con instrumentos electrónicos y frecuencias.

Nacida en San Francisco en 1932, Pauline decidió que quería ser compositora a los 16 años, pero el método convencional de enseñar y aprender música no resultó suficiente para expresar los sonidos que escuchaba, lo que la hizo aventurarse con nueva tecnología y experimentar con instrumentos electrónicos. Es así como conoce a Reily y a Subotnick, y se convierte en una de las fundadoras del Tape Music Center.

De su etapa como creadora musical, destacará siempre su pieza Bye, Bye, Butterfly, una deconstrucción de la obra de Puccini, Madame Butterfly, y que Pauline realizó en una sola improvisación de casi 10 minutos. Todo esto sin olvidar su carácter de activista. En 1965, a propósito del tema, comentó: “Se trata de una pequeña despedida a la música del siglo 19 pero también al sistema moralista de esa época y su opresión institucionalizada sobre el sexo femenino.”

 

De San Francisco a San Diego

El clima político norteamericano de finales de los sesenta era devastador y Pauline había decidido alejarse de los escenarios como respuesta a una crisis de desesperanza política. Buscando una nueva forma de enfocar su creatividad, decide aceptar un trabajo en una universidad de San Diego, California.

Durante su estancia en San Diego, Pauline desarrolló y participó en sesiones de drones que podían durar hasta un año; una práctica que le resultaba relajante y sanadora a nivel físico y mental. De estas sesiones, surgieron las conocidas Meditaciones Sonoras (Sonic Meditations, por su nombre en inglés), en las que Oliveros compartía su hacer cotidiano con los sonidos y que afirmaba le habían ayudado a expandir su conciencia.

“Da un paseo de noche. Camina de forma tan silenciosa que las plantas de tus pies se conviertan en oídos”.

Durante el año en el que estuvo practicando con drones, también empezó con la práctica del Tai Chi y del Kinetic Awareness con la bailarina Elaine Summer, creadora de este método. Durante las prácticas, los alumnos aprendían a sensibilizarse con las señales de sus cuerpos, incluyendo las formas en las que éstos censuraban y controlaban sus movimientos inconscientemente. Summer enseñaba cómo las inhibiciones y las restricciones sociales podían dejar huellas en el cuerpo.

En la década de los setenta, Oliveros publica sus Sonic Meditations en la revista avant-garde Source, y aprovecha esa plataforma para hacer público su lesbianismo, reactivando así a la figura feminista y declarando posteriormente que lo “personal es político”, al referirse a las políticas y leyes impuestas sobre el cuerpo femenino y la necesidad de las mujeres de expresar lo que verdaderamente sentían: “la cura puede ocurrir… cuando tu experiencia se manifiesta y es aceptada por otros.”

En 1977, Pauline forma The Sonic Meditation Group en el que incorporaba los principios de las meditaciones sónicas y del Kinetic Awareness. Este grupo eventualmente reuniría sólo mujeres, un deseo manifiesto de Pauline, ya que las mujeres habían sido relegadas musicalmente durante mucho tiempo. El nuevo grupo llamado The ♀ Ensamble experimentó con la meditación sónica, así como la comunicación no verbal.

Deep Listening

El Deep Listening explora las diferencias entre oír y escuchar. A pesar de que recibimos las ondas sonoras a través de nuestros oídos, estas son traducidas a impulsos eléctricos y transmitidas al cerebro, donde el proceso de escuchar tiene lugar. El oído no escucha, el cerebro lo hace.

Durante la grabación de un álbum en 1989, Pauline acuñó el término “Deep Listening”, después de la experiencia vivida en una cisterna abandonada, a 4 metros bajo tierra, ubicada en Fort Worden en Washington. Al empezar a producir sonidos dentro de ese espacio con una reverberación de 45 segundos de duración, Pauline descubrió un espectro sonoro nunca antes abordado por la artista.

“El Universo siempre está improvisando y si tenemos la evolución, significa que la improvisación ocurre todo el tiempo”

El Deep Listening busca cultivar la improvisación y la apreciación de sonidos en frecuencias mucho más altas de las habituales. Al entrenar los oídos y la mente para activamente “escuchar” todos los sonidos del entorno, se incrementa el nivel de comprensión de los sonidos, se aumentarán los niveles de creatividad, así como la empatía y la conexión con el ambiente circundante.

Según la misión del Instituto de Deep Listening: «El Deep Listening Institute (DLI) promueve la música y la práctica de Deep Listening de la compositora pionera Pauline Oliveros, proporcionando un enfoque único a la música, la literatura, el arte, la meditación, la tecnología y la curación. Fomenta la innovación creativa a través de las fronteras y las capacidades, entre artistas y público, músicos y no músicos, curanderos, personas con discapacidades físicas o cognitivas, y niños de todas las edades.

Legado

A medida que su conocimiento se ampliaba, su deseo de explorar nuevas formas de sonido también. Pauline había alcanzado el punto de preguntarse: ¿Cuál es el sonido de las células que se multiplican? ¿Cómo suena la circulación sanguínea? ¿Cuáles son los sonidos del cosmos? En una colaboración realizada en 1980, junto a Scott Gresham-Lancaster, bajo el nombre Echoes of the Moon, Oliveros invitó a una red de radioaficionados a enviar su voz a la luna para recibir un eco 2.5 segundos después.

En su libro Software for People: Collected Writings: 1963-1980, Pauline dedica un capítulo a las mujeres compositoras en el mundo de la música electrónica y concreta: The Contribution of Women as Composer. Del que se han extraído preguntas que aún siguen sin ser respondidas en cuanto a la relación de hombres y mujeres, y su percepción y acercamiento a la música. Para Pauline era necesario indagar si habían diferencias culturales, de tendencias y de métodos entre los géneros, y si era posible entrenar la intuición como herramienta para la actividad creativa.

Pauline reflexionando sobre el origen de su inacabable curiosidad por el sonido, dijo que sus composiciones son una combinación de: «1) Toda la música que he escuchado; 2) Todos los sonidos del mundo natural que he escuchado, incluyendo mis propios sonidos biológicos internos; 3) Todos los sonidos del mundo tecnológico que he escuchado; 4) Todos los sonidos de mi imaginación.”

Y es que ese viaje que empezó en San Francisco y que desarrolló nuevas aristas en una cisterna en Washington, para florecer en un centro dedicado a la enseñanza y práctica del Deep Listening, son apenas huellas visibles del legado de una figura como la de Pauline Oliveros. Así como Pauline, no podemos olvidar a Delia Derbishyre, Eliane Radigue, Laurie Spiegel, Suzanne Ciani o Daphne Oram… Todas a su manera y con búsquedas individuales, y al mismo tiempo universales, creyeron en la posibilidad del sonido más allá de un instrumento, más allá de un género o simplemente revelándose y expandiendo la conciencia del Status Quo.

“Escuchar profundamente es escuchar de todas las formas posibles a todo lo que sea posible (…) Escucha todo todo el tiempo y recuérdate a ti mismo cuando no estás escuchando.”

 

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