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Músicos y activistas: riffs contra las injusticias

No es nada nuevo que las figuras públicas aprovechen su posición privilegiada para llegar a un amplio público para denunciar todo tipo de injusticias sociales que se precien, especialmente si se trata de músicos, teniendo en cuenta la gran repercusión que tiene en muchas ocasiones sus acordes y, a veces (más comúnmente de lo que se debería), con sus boquitas, y no precisamente para cantar.

En los años sesenta, en el albor de la canción protesta y con el movimiento hippy en alza, músicos como Bob Dylan abogaban por un mundo cuyos habitantes pudieran convivir en paz. Pero más allá del pacifismo, estos años fueron ruidosos hasta decir basta, todo era motivo de reivindicación: legalización de drogas, lucha contra el racismo, feminismo, la negativa colectiva a la Guerra de Vietnam…

Años más tarde, la aceptación de la homosexualidad por parte de la sociedad y la lucha contra el neoliberalismo thatcheriano sería otro motivo de peso para la insurgencia. En los años setenta, la mecha incendiada en la década anterior ya estaba consumiéndose. Figuras del glam-rock como Bowie exhibían a los cuatro vientos una sexualidad abierta, armados de looks andrógenos con los que provocar a los gobiernos tan conservadores que invadían prácticamente todo Occidente por aquella época. Asimismo, la voz de Freddie Mercury sobresalía entre todas las demás; una pasión y un timbre concreto que marcaría un antes y un después en la música mundial y cuya homosexualidad declarada inspiraría a toda una generación a liberarse de sus cadenas y defender su derecho a amar a quien se quiera.

Geográficamente hablando, destacan las duras críticas hacia el gobierno ruso de las últimas décadas. Cuesta creer que tras la URRS, la corrupción y la represión fuera incluso más severa que en los primeros años tras la caída del telón de acero, pero es una certeza de la que han hecho gala especialmente “grupos de chicas” rusos, como t.A.T.u. o Pussy Riot, especialmente estas últimas con sus alegatos contra la homofobia y radicalmente feministas y antirreligiosos. Estos llevaron a algunas de ellas a prisión y ocasionaron ese sonado movimiento a favor de las rusas rebeldes, “Free Pussy Riot”, de la que se hicieron eco, entre otros, Madonna, Björk (quien les dedicó una canción y todo, Declare Independence), Paul McCartney e incluso Yoko Ono.

Hoy en día, la movilización política entre músicos sigue en alza; cada vez más artistas dejan entrever sus preferencias (recordemos la intensa campaña de Obama en 2008, que llevó a más de un músico a revelar sus preferencias políticas sin discreciones – aunque ya se sospecharan- , como los hermanos Leto, Bruce Springsteen, Massive Attack, The National, Nada Surf, Jackson BrowneBright Eyes…). Una campaña que llevó a músicos de todo tipo a proclamar su mensaje de esperanza “obamaniano” a través de camisetas, conciertos benéficos en su favor, míticas reuniones tras años sin tocar (este es el caso de Grateful Dead) o incluyendo fragmentos de algunos de sus discursos en temas suyos (John Mayer o Jay-Z así lo hicieron).

Más allá de asuntos políticos, hay que añadir la presencia cada vez mayor de defensores del ecologismo, especialmente desde finales de los años noventa, cuando el cambio global ya estaba en boca de las principales asociaciones ecologistas.

Mientras que la gran mayoría de los artistas critican de boquilla aspectos como el excesivo consumo de CO2 que nos lleva a este calentamiento global tan mediático que está destruyendo el planeta, otros músicos centran parte de sus esfuerzos en ayudar a que el mundo sea un lugar mejor, dentro de un punto de vista más crítico y comprometido que otros.

Bono, el carismático frontman de U2, lleva años convirtiendo sus giras en mítines políticos (derechos humanos, la lucha contra la violencia tan ferviente de quien ha compuesto Sunday Bloody Sunday) y de activismo ecológico especializado en África con diversas campañas como ONE o Product Red, además de haber fundado su propia compañía de moda “ecológicamente consciente” en su Irlanda natal, llamada EDUN.

En menor medida que el showman irlandés, Michael Stipe, líder de los ya desaparecidos R.E.M., ha colaborado activamente en la defensa de los derechos humanos y del medio ambiente, así como en la lucha contra el maltrato animal y las armas de fuego. Bastante más agresivo es Morrissey, como bien es sabido por todos, especialmente para aquellos que tuvierais el honor de ver sus últimos conciertos del mes pasado en Madrid y Barcelona, repletos de críticas al toreo, al maltrato animal (maltrato animal o una alimentación no vegetariana, según Moz, sinónimos), entre otras perlitas. Pero ya se sabe cómo es él, nada nuevo. La verdad es que sabe renovar esa rebeldía que conserva intacta desde siempre, y es un icono de todo vegetariano/vegano que se precie hoy en día; el defensor de los animales por excelencia.

Los aquí nombrados son una pequeña muestra de artistas concienciados de problemas que afectan a su entorno inmediato, una señal de que el altruismo no ha muerto del todo. No olvidamos tampoco a Grimes y su ferviente lucha feminista; o Arcade Fire y su compromiso con el tsunami que arrasó Haití hace diez años, donando un dólar del precio de cada entrada de su gira The Suburbs, por ejemplo.

Y es que los músicos llevan siendo desde mediados del siglo pasado los héroes de nuestra época, los defensores de los débiles, los nuevos caballeros de armadura medievales van ahora cargados de guitarras eléctricas, sintetizadores e instrumentos musicales de toda índole. Sin duda, una causa mayor por la que dejar mella en la humanidad, más allá del arte.

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