InicioReportajes – ArchivoLondon Calling: Bowie, el eterno retorno

London Calling: Bowie, el eterno retorno

David Bowie ha vuelto. Poco importa que su nueva colección de canciones sea irregular, que a ratos la chispa no prenda. Lo importante es que el artista de las mil caras ha regresado, y sólo por eso merece recuperar su puesto en las portadas. Tras diez años de silencio discográfico y otros tantos alejado de los escenarios, la incombustible estrella del pop vuelve para cerrar la boca a aquellos que pensaban que ya había dicho su última palabra. No, Bowie no se había retirado, sólo estaba esperando el momento adecuado para realizar su última jugada maestra.

Sigilosamente, sin hacer mucho ruido, al artista británico apenas se había dejado ver en público en los últimos años. Más interesado en el arte contemporáneo que en el negocio musical, muchos eran los rumores que corrían sobre su estado de salud tras esos problemas cardíacos que le obligaron a cancelar su gira en 2004. Desde ese momento, las apariciones de Bowie se cuentan con los dedos de la mano, como si el cantante intentara evitar las preguntas sobre un regreso que parecía dilatarse más de la cuenta. Él, mientras tanto, seguía componiendo en la sombra, ajeno a las modas y las habladurías, consciente de que tarde o temprano la musa, las circunstancias o simplemente el viento le serían favorables.

En el fondo ese ha sido siempre su modus operandi en el negocio del pop. Desde su época como adolescente en el rebelde Soho londinense, hasta su ascenso a lo alto de las listas en plena década de los setenta, David Bowie siempre soñó con el éxito. Cualquier cosa con tal de triunfar. Que hay que subirse al carro de la psicodelia y el Swinging London, se hace; que hay que protagonizar una odisea espacial en plena carrera por la conquista de otros mundos, se hace. Mientras la juventud inglesa vivía su propio despertar cultural de la mano de Lennon, Jagger y compañía, el veinteañero David Jones se las veía y las deseaba para llamar la atención de las compañías de discos, más interesadas en otra clase de “productos”. En estas llegaría la fiebre del glam-rock y con ella la gran oportunidad de un Jones, rebautizado ya como David Bowie.

Corre julio de 1972 y la gira de ese artista andrógino que se esconde bajo la máscara de Ziggy Stardust ya es algo más que un rumor. En plena cresta de la ola, Bowie se presenta en el programa de televisión Top Of The Pops para saborear su primer gran triunfo. Su vestido dorado y el estribillo de Starman le catapultan a una carrera que ya nunca conocería descanso. Coqueteos con el soul, trilogías berlinesas, discos de puro hedonismo discotequero y el regreso al clasicismo pop en pleno siglo XXI serían algunos de sus hitos.

Ahora todo esto encuentra su lugar en David Bowie is…, exposición organizada por el Victoria and Alberta Museum de Londres. El último gran show del británico. La muestra, que lleva la friolera de 47 mil entradas vendidas de manera anticipada, contiene todo aquello que un fan podría desear. Primeras ediciones, letras manuscritas, vestuario, hojas promocionales, contratos, carteles, videoclips, entrevistas, imágenes en directo nunca antes vistas… Con el mimo de un coleccionista, el entorno de Bowie ha ido guardando todo ese material, consciente de que un día la estrella se convertiría en mito. Mito viviente, por suerte.

Y es que el británico parece resistirse a caer en la nostalgia, a convertirse en simple pieza de museo. Casualidad o no, el artista ha hecho coincidir el estreno de la muestra con un nuevo trabajo discográfico. Un disco deudor de esos años en el Berlín de los setenta, según algunos. Un álbum de sonido depurado y directo, a fin de cuentas, que no necesita de grandes alardes para seguir dando en el clavo. El alquimista del pop nunca olvida la fórmula de la canción perfecta. Y sino escuchen Valentine’s Day. Tampoco esa capacidad para sorprender. La portada de The Next Day oscila entre lo irónico y lo iconoclasta, como si Bowie reclamara el derecho a reírse de su propio legado.

Retratado siempre como un camaleón musical, el artista londinense nunca apeló a esa supuesta autenticidad tan valorada en ciertos ambientes. “David Bowie es un revolucionario o un simple imitador” reza de manera provocativa una de las salas del Victoria and Albert Museum. Un grito al que suma ese “David Bowie no es David Jones” que abre la exposición. David Bowie, el músico, el actor, el diseñador, el compositor, el literato, el pensador. El artista total capaz de convertir el escenario en un teatro de Broadway. El hombre de las mil máscaras, capaz de pillar con el pie cambiado a la prensa, ha creado en 2013 su último personaje: el artista sin rostro, sin imagen.

Invisible ante el público, Bowie ha declinado aparecer en fotos o ruedas de prensa para promocionar The Next Day. Ni siquiera la insistencia de algunos para que vuelva a los escenarios parece haber hecho mella en él, según apuntan fuentes cercanas al cantante. En la época de las redes sociales y las discos pasados de moda antes de su edición oficial, Bowie evita cualquier aparición. Y parece que le funciona. Le basta con sacar un nuevo puñado de canciones al mercado para volver a provocar la reacción de sus fans. Insistimos. Poco importa la calidad de su nuevo disco. Bowie ha vuelto. De golpe, sin avisar, con una gran explosión, para regresar acto seguido a la bruma. Jugada perfecta.

Poco importa que uno tenga la sensación de que estos diez últimos años fueron una gran broma. Una broma que, sin embargo, amenaza con convertirse en realidad. En la década en el que todo parece avanzar a la velocidad de la luz (o de la fibra óptica, para ser más exactos), en el que cada mes un nuevo grupo agita el panorama, en el que la fama dura quince minutos, Bowie se borra del mapa. Signo inequívoco de los tiempos. De una era en la que el pop con mayúsculas no tiene nada nuevo que decir. Where are we now? pregunta Bowie entre lamentos. Mientras, él prefiere refugiarse en viejas compañías. Tony Visconti, el productor que dirigió las sesiones de Space Oddity y Low, el hombre que produjo Heathen, el último disco del británico antes de su retiro forzoso, regresa a los mandos en The Next Day. Como si el tiempo, en efecto, no hubiera pasado. ¿Quieren una prueba? Bowie, el único capaz de recurrir a su pasado sin repetirse, el único capaz de convertir un acto de nostalgia en la próxima revolución musical, vuelve a ser noticia.

spot_img