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La vida breve de Smith Westerns

Han sido siete años fantásticos y estoy muy agradecido por todo”. Seguramente sorprendió a sus fans de Twitter, pero con este y otros mensajes en la red Cullen Omori, líder de Smith Westerns, anunciaba hace unos días que la banda daría su último concierto el 23 de diciembre en su ciudad natal, Chicago, antes de comenzar un periodo indeterminado de separación.

Junto a su hermano Cameron y el guitarrista Max Kakacek, Cullen ha dado forma en Smith Westerns a un catálogo más que considerable en tres discos que son todo un ejemplo de las posibilidades que aún atesora el pop de guitarras marcado, además, por un indisimulado y evidente aliento juvenil.

Porque los Smith Westerns eran apenas unos adolescentes cuando editaron su LP homónimo en 2009. Para entonces, estos chicos de instituto ya llevaban dos años como banda y, quien sabe si por gusto o por pura economía de medios, apostaban por el sonido garage y las aspiraciones lo-fi.

Como The Beatles, estos chavales de Chicago no quieren llevarte de la mano (I Want to Hold your Hand) – ellos quieren hacer más cosas”, decía Marc Hogan en Pitchfork. Las guitarras ásperas y el pretendido sonido primitivo no ocultaban, sin embargo, las aspiraciones melódicas de un grupo que ha demostrado una facilidad sorprendente para los estribillos. Eso sí, un vistazo a los títulos de las canciones bastaba para ver que lo suyo no era la metafísica sino las preocupaciones de cualquier joven: Dreams, Boys are Fine, Girl in Love, Tonight, Be my Girl.

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El debut llamó la atención y les permitió salir de gira, aunque el salto cualitativo llegó con su segundo disco, Dye it Blonde (2011). Por producción, ideas y calidad de sonido, este nuevo álbum era un indudable paso adelante. En Jenesaispop lo resumieron con acierto: “Que Smith Westerns dispongan de un estudio de grabación es una de las mejores cosas que le ha pasado al rock independiente en los últimos años y ahí está Dye it Blonde para corroborarlo”.

Ayudados por el productor Chris Coady (TV on the Radio, Beach House, Yeah Yeah Yeahs), Smith Westerns adornaron y pulieron sus canciones para que brillaran sus incuestionables melodías. Sus puntos de referencia se expandían: desde el glam al brit pop pasando por los sonidos sesenteros, como en la radiante y primaveral Imagine Pt. 3.

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“Dye it Blonde era algo así como nuestra última oportunidad de hacerlo realidad”, explicaba Cullen Omori en Stereogum. “OK, es todo o nada”. Se acercó más bien al todo, ya que la crítica saludó con honores la melancolía de Still New, la épica de Smile o Weekend, nuevo ejemplo de que a Smith Westerns le salían singles brillantes por las orejas.

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Hace justo un año reseñábamos en Crazyminds el que, hasta ahora, será el último disco de Smith Westerns, Soft Will. Entonces alabamos que la banda intentara, una vez más, ampliar sus horizontes, en este caso reduciendo al mínimo las florituras y los adornos barrocos del anterior disco para defender un sonido más limpio, más liso, con más cuerpo. Ahí estaba el comienzo con 3am Spiritual, un paseo delicioso de la mano de The Shins.

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Soft Will era igual de ambicioso que Dye it Blonde pero mucho más variado. La nostalgia de Wild Nothing en Idol o Varsity, la guitarra R.E.M. de Glossed o el eco de Oasis en White Oath hacían de este LP un trampolín ideal para haberse disparado hacia cualquier dirección en el futuro.

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Un debut interesante y dos discos más que meritorios son un notable legado para Smith Westerns, a la espera de que se concrete si la separación es sólo temporal o definitiva. Más pena da pensar que en cinco años habían dado sobradas muestras de su talento para el pop y sus ganas de probarlo casi todo (¡qué interesante habría sido verlos dejándose empapar por la reciente ola de psicodelia!). Es lo que tiene la juventud: que todo lo que toca huele a ilusión y luego llegan los chascos.

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