InicioReportajes – Archivo¡Hasta siempre, Lou Reed!

¡Hasta siempre, Lou Reed!

Ayer por la tarde, los amantes de la música recibíamos un duro golpe. Lou Reed, fundador de The Velvet Underground y una de las personalidades más influyentes del rock en la segunda mitad del siglo XX, fallecía a los 71 años. Aún no sabemos las causas exactas de su muerte, pero el cantante se recuperaba del transplante de hígado al que hubo de someterse en mayo de este mismo año. Consternados por su pérdida, desde Crazyminds queremos rendirle un pequeño homenaje recordando lo que su música ha supuesto para muchos de los que hacemos esta revista. Descansa en paz genio.
Paula Solar: Lou Reed existió antes que Velvet Underground en mi vida. Yo era muy pequeña y tenía uno de esos tíos melómanos viviendo en casa con nosotros mientras estudiaba: este tío y niñera ocasional me acunaba con canciones de Lou Reed, yo no sabía hablar y ya estaba Lou ahí, consolándome, tranquilizándome, ayudándome a crecer. Creo que Walk on the Wild Side fue una de las primeras canciones que aprendí a chapurrear en inglés, el tío Lou nunca me falló.
Entonces fui creciendo y aprendiendo, robándole discos a mis mayores y llegaron Velvet Underground a mi vida. Nuevamente ahí estaba Lou, nunca me dejaba sola. Él era lo que para otros fueron The Beatles o Bob Dylan, era mi dios de la música, mi poeta urbano, mi religión. Sin él no sé cómo voy a ser capaz de seguir adelante, pero el mundo es demasiado pequeño para contener a alguien tan grande. Te quiero tío Lou, no me abandones nunca.
 
Álex Vidal: No conocí la verdadera dimensión de Lou Reed hasta 1992. En realidad, nunca me había interesado mucho por el cantante de aspecto arisco (fuentes dicen que realmente lo era) y voz disonante (reconozcámoslo: todos hemos arrugado la nariz al escucharlo en temas tan míticos como Vicious) hasta que en 1989 su figura resurgió con ese libro de poemas urbanos que era New York (Sire Records). Pero fue en la semipenumbra de la habitación donde estudiaba, y donde también cerraba fuera el mundo mientras me peleaba con la mecánica clásica y la relativista, donde escuché aquella cinta grabada de Magic and Loss (Sire, 1991). Ahí comprendí la profundidad de una voz, de un artista, para el que romper patrones era fundamental, y la razón de esa disonancia tan rica. Elegía a los amigos perdidos, lamento a todas esas preciosas vidas que el cáncer arrebataba de este mundo, paradójicamente es el recuerdo que a día de hoy acude a la memoria. Una elegía que, sin embargo, recorría un amplio espectro sentimental; si hay un claro precedente del tan laureado Funeral (Rough Trade, 2004), es precisamente este disco. Mi disco favorito del neoyorquino, muy de lejos incluso que el mítico Transformer (RCA, 1972).

Sin embargo, si tuviese que quedarme con una canción, sería justo reivindicar el Dirty Blvd., con ese riff metálico y descarnado, la canción que supuso mi verdadera toma de contacto con Lou Reed. Pero (haciendo trampa), me gustaría que todos lo recordaseis por otra joya: el cierre del mismo título del Set the Twilight Reeling (Warner, 1996), con la que cerraba la Trilogía de Nueva York con uno de los crescendos más vigorosos que recuerdo. Porque seguro que es con esa sensación, el de la vida sigue, con el que se hubiese querido despedir de nosotros.
 

Raúl Covisa: Para mí, Lou Reed fue uno de los artistas que me hizo aprender que la música sirve para algo más que para ser escuchada. Con su disco Trasformer comprendí que tenía un don para crear canciones, era escuchar unos segundos de alguna de sus canciones y crecer con él dentro de la música. De su discografía, me quedo con el mencionado Transformer y como canción favorita elijo Walk on the Wild Side.

 
Miguel Pardo: Más que lo que significó para mí, es hablar de lo que significó para cientos de artistas y grupos. Este hombre (y otros tres o cuatro) marcó unas pautas sobre cómo se debía hacer la música Underground y esto aún sigue en pie. Lo que me ha dado a mí y a todos son cientos de canciones de cientos de grupos que han mamado gratis de lo que en su día no fue considerado apto para comercializarse, pero eso qué más da, Lou Reed vivió fiel a sí mismo y se atrevió con todo, eso es lo que más grande le hace, no hay nada mejor que nos pueda dejar, una forma de vida, no sólo un estilo musical.

Como canción me gustaría elegir I´ll Be Your Mirror. ¡Que donde quiera que Lou se encuentre con Nico juntos nos sigan acompañando!
 
Olga Font: No voy a mentir; la primera vez que vi a Lou Reed en los ochenta con su videoclip lleno de corazones Romeo Had Juliette, la canción me pareció de lo más babosa y Lou, un tío soso como él solo. Pero a lo largo del tiempo fui tropezando con otras piezas sonoras que me provocaron nuevas sensaciones; Perfect DayHeroinSweet Jane, a la vez que colaboraciones sorprendentes con clásicos como David Bowie o Iggy Pop o más modernos como Moby o Metallica. La culminación de todo esto fue ver su actuación junto a su mujer Laurie Anderson en el FIB hace unos años, él con su guitarra, ella con su violonchelo y ambos con una estupenda potencia emotivo-musical, ejecutando tanto clásicos como alguna pieza más actual. Y así, esto fue para mí el remate de un concepto que fue ascendiendo a través de los años hasta lo que ha llegado a ser mi percepción actual: uno de los grandes.
 
THE VELVET UNDERGROUND
 
Vanesa Carro: Conocí a Lou Reed gracias a mis padres. En buena parte, les debo mis influencias musicales a ellos. Aprendí quiénes eran The Velvet Underground, la importancia de un movimiento cultural localizado, todo más allá de un plátano warholiano. Por mí misma escuché canciones, relacioné momentos. Nunca lo vi tocar en directo, no me dio tiempo. Nunca pensé que se iría tan joven. Pero guardo un recuerdo maravilloso de él. En diciembre de 2012, vino a Madrid a presentar un documental llamado Red Shirley. Él iba a la presentación y a mí me interesaba el perfil multidisciplinar de Reed. Al recoger mi entrada, él estaba allí, sereno y arrugado, esperando en el hall, mirando al horizonte. Mi vida se compone de hitos históricos y ahí toqué el cielo. Estábamos en la misma sala de cine. Yo observando su trabajo, él viendo nuestras reacciones. Nunca lo olvidaré. Se ha ido un grande entre los grandes. Entre su discografía, elijo Transformer y Perfect Day como canción, pero también me gustaría destacar la colaboración con The Killers en Tranquilize. Suprema.
 
Marta F. Fuster: La voz imperfecta pero inconfundible. Como tantas otras, sí, pero con una personalidad y un carácter que incluso aquellos fetichistas de las voces comprendíamos que tenía algo muy especial. Porque el carácter ligeramente oscuro y suavemente rítmico de sus canciones así lo requerían. A los que por edad llegamos tarde a él, a los que se nos escapa de las manos su trayectoria en la Velvet, por mucho que no conozcamos en profundidad toda su carrera, será siempre el responsable de grandísimas e inolvidables canciones, algunas de ellas formando parte de nuestras vidas. Walk On The Wild Side acompañó en mi mente muchos momentos de mi adolescencia y me sigue poniendo los pelos de punta a día de hoy, Perfect Day quedará para mí siempre asociada a la escena que acompañó en la mítica Trainspotting. Como a todos los grandes, lo veíamos vivo, veterano pero con alma eterna, quizás pensábamos que aún le quedaba mucho, que algún día incluso podríamos verle. Descanse en paz.
 
Montserrat Sacher: No recuerdo la primera vez que escuché a Lou Reed pero, ¿cómo voy a poder recordarlo si siempre ha estado presente? Aquellas cintas en el coche con sus canciones, el cartel de The Velvet Undergroung & Nico en casa de mi tío que me hicieron querer saber más sobre quienes estaban detrás…. Y es que Lou Reed consiguió lo que mucha gente busca: canciones atemporales, perfectas bandas sonoras que acompañan en cualquier momento, que pueden ser tarareadas y reconocidas. Hoy no es un buen día para desempolvar los viejos vinilos, o los modernos cd´s para hacerle un homenaje, no lo es, porque no hay que poner excusas para escuchar buena música.Da igual las veces que habré escuchado Walk On The Wild Side, siempre me recuerda a cuando era más pequeña con ese estribillo perfectamente reconocible. Siempre me ha parecido que Lou Reed acerca a quien escucha la canción a Nueva York, y da igual que hable de encuentros sexuales y temas tabú, porque siempre me he imaginado que es la canción perfecta para recorrer un camino y madurar viendo detalles que sólo ves cuando creces. De sus discos, me quedo con Transformer, con David Bowie como productor.
 
Laura P. Calle: Soy incapaz de recordar cuándo fue la primera vez que escuché The Velvet Underground. Y sería una estupidez tratar de resolverlo, seguro. Ni siquiera es relevante. No obstante, sí que recuerdo leer con atención cada uno de los nombres de grupos que aparecían en High Fidelity, novela de Nick Hornby que la mayoría de vosotros recordaréis por la adaptación al cine de Stephen Frears. Aquel libro me abrió las puertas de un arsenal de sensaciones diferentes.La lista de los cinco singles principales, cara A, de Rob Gordon estaba compuesta por:

  1. Janie Jones, The Clash
  2. Let’s Get it On, Marvin Gaye
  3. Smells Like Teen Spirit, Nirvana
  4. White Light/White Heat, The Velvet Underground
  5. Radiation Ruling the Nation, Massive Attack

Por entonces mi edad, probablemente comprendida entre púber y pre-adolescente, admitía que compartiese canciones con Lucia Anna e intercambiara suspiros por cada melodía estupenda que nos recomendábamos. De ahí salieron montones de cosas. Nueva York, Andy Warhol, el Pop Art, Edie Sedgwick. Todo lo que me contuvo hasta bastante tiempo después. Todo eso que, a veces, ‘al hilo de’ algo más concreto termina generando una ola de intereses emocionantísimos.
Años después, volví a engancharme al disco homónimo de la banda (MGM, 1969). El tercero. Aquel que editan inmediatamente después de la huida de Cale. Con independencia del momento vital, cuando a uno le apetece escuchar algo que – de alguna manera – llegue a hacer saltar los plomos, no escucha lo de siempre. Uno cambia después de meses escuchando algo concreto. Algo nuevo. Así, cada noche. Cada noche durante mi tercer y cuarto año de carrera escuchaba ese disco. Puede que por eso sienta que After Hours es una de las mejores canciones del mundo para deslizarse hacia el fondo de la cama.
Entre mis adquisiciones musicales físicas más bonitas hay un disco especial. En uno de esos momentos en los que parece que nada puede salir bien, mi amigo Héctor – al que nunca he sabido hacer ver lo mucho que le aprecio – me guardó (fuera de los días de hospital) un directo de Lou Reed en Nueva York. Un directo de 1972. Al conocer la noticia lo primero que he hecho ha sido despegarlo de los demás discos. Llevo horas observando la imagen de portada. No saben cómo suena.
Me consta que a Gabriela, aquel chico que tanto le gustaba, le mencionó – a colación de sus ojos – lo mucho que se acordaba de ella escuchando Pale Blue Eyes. Y, nunca se lo he dicho, pero – a veces – cuando caminamos por la calle mientras nos contamos cosas, comemos, o masticamos chicle, la miro a los ojos y tarareo esa canción una y otra vez en mi cabeza. Sobre todo por la calle, con la luz natural, parece que los ojos azules lo son más. Y siempre pienso: «¡Cómo no lo pensé antes!».
Hace unos minutos leía un artículo de The New Yorker en el que Sasha Frere-Jones explicaba cómo le pidió matrimonio a su mujer sujetando un papel en el que había escrito: «I´ll be your mirror». «Nada es para siempre – escribe Sasha mientras relata cómo escucha What Goes Onni siquiera Lou». No lo creo. En la medida en que seguimos recordando, todo permanece.

VELVET UNDERGROUND
VELVET UNDERGROUND

 
Alexandre C.M.: A pesar de que hoy será portada de telediarios, de algún periódico, de todas las revistas musicales, elevado e incluso normalizado por el sistema a un icono-pop musical apto para todos los públicos y gentes de buena fe, Lou Reed no es eso. O para mi no lo ha sido. Siempre ha buscado transgredir. Violentar lo establecido. Hablando de lo que no quieres mirar. Filias y Parafilias. Sadismo. Masoquismo. Heroína. Desviaciones. «Peel slowly and see«. Sé que sabes hacerlo. Muere el hombre, y nace el mito. Pero él ya lo era. Experimentar en cuerpo y música. Antes y ahora. The Velvet Underground. Lou Reed & The Velvet Underground. Y Nico, a un lado, y Warhol sentado al fondo. La Velvet es la melodía y la distorsión, la disonancia y la dulzura, la elevación del minutaje en la estructura de la canción, glam, psicodelia, evasión. La brillante oscuridad. Creador. Escritor de enormes letras. Guitarra. Y voz. Para mí Lou Reed siempre será la Velvet. Y sé que es quedarse con muy poco.
 
David Villafranca: No era fácil. Veías el plátano y ese LP en todas las listas de “mejores discos del siglo” y era casi obligatorio escucharlo. Pero no era nada fácil. Las turbulencias sonoras de The Velvet Underground & Nico, sin previo aviso, espantaban a cualquiera. Desconfíen del que diga que se enamoró al momento de ese disco: la extravagante viola de Venus in Furs, la misteriosa letanía de Heroin o la enloquecida jam de European Son no eran ideales para el flechazo.
Seamos sinceros: las canciones perfectas para entrar en el perverso universo de Lou Reed eran, paradójicamente, las más melódicas y ‘convencionales’. El inolvidable estribillo de Walk On The Wild Side o el romanticismo de Perfect Day seducían de inmediato, pero no encarnaban el furioso experimentalismo del visionario que con John Cale formó una de las parejas artísticas más fascinantes del siglo XX.
Dos libras me costó Transformer en Londres, dos libras para escuchar por primera vez al Lou Reed más sexy de Vicious. Luego me arrodillaría ante el desgarrador llanto de Berlin, la sensibilidad de Coney Island Baby, la deslumbrante madurez de Magic and Loss o la rabia de Rock ‘n Roll Animal, uno de los mejores discos en directo de la historia para quien escribe. Audaz músico y poeta de los fracasados, pocos como Lou Reed retrataron la soledad, las drogas, la angustia y el sexo a través del rock.
Cuando ayer se supo que era oficial su muerte, volví a escuchar New York, el disco que en 1989 dedicó a su amada ciudad. Recordé así el comienzo de Romeo had Juliette, con la voz áspera de Lou, casi sin cantar, sólo declamando ‘Caught between the twisted stars, the plotted lines, the faulty map that brought Columbus to New York…’ y pensé que no hay remedio, que ya se ha ido, que ya nunca podré verlo en directo pero que siempre me quedará el eco de su aullido urbano e imperecedero.
 
Marina Rigby: Lou es uno de esos artistas que me regaló mi padre. Cuando era pequeña, en mi casa se escuchaba un cassette de New York (no era mucho de Velvet Underground) y recuerdo escuchar canciones como Romeo had Juliette o Dirty Blvd, aunque no supe como se llamaban hasta que años más tarde empecé a secuestrar los discos de mi padre. El día que me vio escuchando Perfect Day me preguntó si sabía de qué hablaba, y me gané mi primera charla sobre drogas. En cuanto a su carrera, como disco me quedo con New York y como canción con Dirty Blvd.
 
David Arias: Los músicos suelen tener una imagen muy obtusa del arte. Sólo ven a su alrededor piezas que interpretar con propósito de gloria o revolución. Sin embargo, un poeta diferente estableció relaciones entre disciplinas, elevando la visión de la música a la de nexo entre artistas. Por eso, el sensible poeta que jugaba con heroína siempre estará en un Olimpo especial, reservado a los grandes mitos. Su plátano o su idilio artístico con Warhol y Nico fueron sólo un paso hacia el abismo de las drogas, la gloria, el recuerdo y el olvido. Hoy Bowie descenderá de su planeta para llorar al hermano y al poeta amargo de dulzura callejera y yonki. A él se unirá nuestro amado Iggy Pop. Todos lloramos junto a ellos por la muerte del gran poeta del Rock pero también podríamos aprovechar para meditar acerca de los supuestos talentos de quienes marcan las líneas maestras de nuestro hilo musical actual. Una meditación profunda sobre lo que debemos demandar culturalmente y lo que se nos ofrece. Ninguno como tú, Lou. Hasta siempre amigo de soledades y compañero de multitudes. Gracias a ti siempre conservaré en un respiro los primeros besos que me di merced a poemas bastardos como los tuyos. También guardo tus versos en mi memoria para transportarme a noches de desenfreno y psicotrópicos. Tu discografía también ha complementado aquellos momentos duros de fracaso o de bajón tras un gran éxtasis vital. Por esos momentos tan insustanciales y personales tu nombre lo llevo tatuado en el alma. Hasta siempre, Lou.
 
Paula Martín: Nací con una cinta de canciones grabada por mi padre bajo el brazo. Se titula Canciones para Paula; quizá un título aparentemente poco original, pero que en cualquier caso ha cumplido su finalidad, ya que yo siempre lo he interpretado así: Esas canciones eran para mí, y durante estos casi veinte años las he hecho mías. Son mis canciones. Sin ninguna duda puedo decir que son las canciones que más he escuchado en mi vida. En bucle, un día tras otro, desde que no sabía encender la radio y me acunaban con ellas, hasta que acabaron suponiendo para mí mucho más que una simple recopilación de canciones.
Entre ellas, aparecen muchos nombres importantes para la música, canciones épicas de los mejores de la historia, los ídolos preferidos de mi padre, el ídolo preferido de mi padre, Lou Reed. Haber crecido con él de fondo hace que escribir estas líneas sea mucho más profundo de lo que lo sería en el caso de prácticamente cualquier otro artista.
Con nueve años me encontré aplaudiéndole a este genio, casi totalmente inconsciente de quién era aquel tipo soso y aburrido al que mi guía musical veneraba, y al que años más tarde, cuando empecé a descubrir por mi cuenta, terminé por venerar yo también.
¿Un disco favorito? Sinceramente, no podría elegir sólo uno.
¿Una canción? Las canciones especiales son diferentes, y una canción diferente es tremendamente especial. Si hace falta que explique por qué elijo Walk on the Wild Side, entonces no habéis entendido nada de esto.
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