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El adiós de Crystal Castles: encontrar el arte en el ruido

Cuando una joven Alice Glass comenzó a ensayar con el productor Ethan Kath en Toronto once años atrás, poco iba a pensar ella que llegarían a tanto. Concretamente, a ser uno de los grupos de música electrónica más valorados de Canadá, un dúo cuyos directos no dejan indiferente a nadie (o los odias y sales horrorizado de uno de sus conciertos, o les amas e idolatras a la Glass más chillona arropada por el público en uno de sus crowdsurfing, escoltada por los compases de Kath).

Caracterizados por su directo caótico, sus influencias lo-fi y la actitud rave llevada al extremo, muchos nos llevamos un chasco cuando nos enteramos de la reciente marcha de Alice Glass del grupo, dejando mil incógnitas en el aire sobre el futuro de Crystal Castles. Aún sin respuestas definitivas por parte de Kath, se sabe que Alice Glass podría tener sustituta, o bien, darse por definitiva la disolución de la banda.

Pero antes de toda esta debacle, los canadienses estaban que se los rifaban en cada festival que fuera digno de llamarse a sí mismo como tal. FIB, Low Festival, Dcode Fest, son ejemplos del festivaleo patrio en los cuales han pisoteado su escenario. Más allá de nuestras fronteras, Reading, Coachella o Glastonbury, tres de los “festivalísimos” por excelencia, han sido también testigos de sus directos de locura.

Alice Practice fue el primer single, allá por 2006, de un grupo que venía dando guerra desde el primer segundo de vida de la canción. Una locura con base arcade y berridos de una tal Alice Glass prácticamente desconocida más allá de las fronteras canadienses.

Su álbum de debut supuso un punto de giro en la música electrónica más independiente, difícilmente comparable en estilo a otras bandas. Crudo, agresivo, e incluso desquiciante para algunos, pero magistral, novedoso y revolucionario para otros.

Untrust Us y sus referencias a la cocaína, las distorsiones de Crimewave, la bajada de revoluciones en la genial Courtship Dating o la hermana melliza de Alice Practice, Love and Caring, parecida en estructura y ritmo caótico, hicieron las delicias de todos los que nos preguntamos por aquella época quiénes eran aquellos dos «colgaos» de la portada, que hacían tanto con tan poco (una maquinita de videojuegos y cuatro berridos bien pegados, hablando claro).

En 2010, volverían a la carga con II, un paso más allá de su debut, limando su estilo más rudimentario, menos soniditos arcade, más melodía, más suavidad (Suffocation), dentro de lo que cabe en su agresivo estilo, más protesta (Vietnam), más sofisticados y transgresores (Intimate, Celestica), acercándose al hit super ventas: la colaboración con Robert Smith de The Cure en Not in Love y la locura de Baptism.

Su popularidad les llevó a múltiples regiones del planeta, y ellos siguieron creciendo en su música, para ello está la muestra en III, publicado en 2012, y, aunque no hay opinión unánime respecto a esta nueva dirección que tomó la banda (Ethan Katt eliminó todo rastro informático del disco, ciñéndose únicamente a sus antiguos sintetizadores y teclados), así como la transmisión de un mensaje más político. El álbum no vendió tanto como su predecesor, pero, en general, fue bien acogido por crítica y los fans de la banda. La tralla de Sad Eyes, la misticidad de Wrath of God, la ruidosa Insulin o el juego entre graves y sintetizadores noventeros de Kerosene formaron parte del trabajo más controvertido de los canadienses.

 

Sus aciertos

 No hay mayor atino que transformar la visión de la música electrónica, hacer suyo el eslogan “menos es más” en cuanto a producción y medios, y añadiendo a ello excesivas raciones de ruido, a las que lograron dotar de cierta melodía para crear con ello los más diversos sonidos. Transmitir furia, impotencia, tranquilidad, deseo, o incluso ganas de colocarse e irse de fiesta hasta el amanecer. O todo a la vez. No es ninguna locura tratándose de Crystal Castles.

Muy puestos ellos en lo que arte se refiere, la portada de su último trabajo, III, está protagonizada por la fotografía ganadora del World Press Photo 2012, mérito del fotógrafo español Samuel Aranda, con quien el grupo se puso en contacto (a petición personal de Glass) para poder dar uso de tan controvertida imagen en la portada del álbum, eso sí, algo retocada. Según contaría Aranda después: “estuvimos hablando acerca de la idea sobre la que giraría el disco, que clamaba en contra de las dictaduras y los autoritarismos.

 

Sus polémicas…

Inolvidable para ellos fueron dos ocasiones en 2008 en las que fueron acusados de cuestiones relativas a copyright, por el uso de samplers o imágenes y sus respectivos permisos artísticos de autor en sus más tempranos temas.

Tanto Pitchfork como un blog local de Toronto acusaron al dúo de usar una imagen de Trevor Brown, sin el consentimiento de este, claro. La imagen, ya conocida por todos aquellos que estén al día del merchandising de la banda, muestra a Madonna con un ojo morado. Al final todo se solucionó con la compra de derechos, y la imagen se convirtió en uno de los rasgos icónicos de Crystal Castles.

El otro momento turbulento respecto al asunto copyright, fue cuando a Kath se le acusó de usar un sample sin permiso de su autor original en uno de sus primeros temas, una demo que no llegó a publicar, pero sí fue subida al MySpace del sello Lies Records. Insectica (CC vs Lo-Bat Version), así se llama tal polémico tema, tiene fragmentos de una canción de Lo-bat, My Little Droid Needs a Hand, bajo licencia Creative Commons.

Otras polémicas, más allá de los derechos de autor, están en sus directos y más concretamente en su (ex) cantante. Que si la Glass se bebe una botella entera de J&B durante la actuación, que si se lía a microfonazo limpio con un fan en un concierto, que si se vuelve loquísima cuando se tira hacia el público y se lesiona el tobillo, que si se tropieza con los cables, que si la voz no le da para tanto chillido de seguido (actuando varias noches por semana, es lo más normal), etc. Sabemos que Alice no le da especialmente a la vida sana, claro, si es una rockstar. Aun así, cuidarse un poco tampoco está mal, y esperamos que tome este consejo si pretende seguir en solitario o en otro grupo: Alice, la mala vida, con moderación, por favor. Queremos seguir oyéndote berrear como solo tú sabes.

 

Con sus más y sus menos, decimos adiós, por lo menos, a la etapa Alice Glass de Crystal Castles, tres discos sorprendentes y revolucionarios que podrían tener continuación o no, eso ya se verá.

Mientras escribo “hasta siempre”, mi cabeza se vuelve loca y ya piensa en si habrá reconciliación o reunión de los músicos. Creo que me adelanto un poco, pero sería bonito. ¿No?

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