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De cómo Thom Yorke cambió venas por cables

Cuando Thom Yorke empezó su carrera con Radiohead, todo era Shoegaze y Lo-fi, poco más interesaba, y menos aún su “falsa banda de rock” (NME) llamada Radiohead, pero supo hacer algo que pocos artistas hacen bien: buenos amigos y rodearse de personas con buen gusto nada más comenzar su andadura. De ahí que Nigel Godrich y Stanley Donwood le hayan acompañado desde The Bends en cada decisión que ha tomado, superando su primer bache comercial y ayudándole a soportar su discutible relación con las discográficas, sellos y demás mandamases que rodeaban su carrera, diseñando e ingeniando hasta la última cosa que hace Yorke.
Tras reinventar el panorama musical con Radiohead en los noventa y reventarlo en el primer lustro del Siglo XXI, a nuestro amigo se le ocurrió la siguiente pregunta: ¿Por qué no hago algo sin Radiohead? ¿Algo sólo por mi mismo? Pero, por entonces, Godrich ya era parte del artista británico y ese “en solitario” se convirtió en un apoyo pleno del productor para sacar adelante un trabajo que no pretendía ser escapista de Radiohead, sino simplemente plantar las preocupaciones de Yorke por el medio ambiente sobre los instrumentales que obsesionaban a Nigel y que pocos años después le acabarían obsesionado a él.
Así nace The Eraser (2006), dejando en fuera de juego la “coherencia” de Radiohead y saltando al futuro de cabeza, hablándonos ya de lo que sería The King Of Limbs sin parar en In Rainbows, una obra innovadora, y a pesar de ello muy convincente, que nos dejaba una buena recepción de la crítica y varias canciones que nos pondrían los pelos de punta a la espera de algo nuevo de la banda al completo. El talento de Yorke se escondía entre elementos puramente electrónicos y una producción bastante más minimalista que cualquier otro precedente producido anteriormente por él o Godrich (algo que ya se repetiría constantemente en el futuro).
Tras este álbum, y pasados unos años del éxito de In Rainbows, Yorke vuelve a pensar en sí mismo y forma una banda para tocar en directo sus canciones en solitario en 2009. En ella volvemos a encontrar, cómo no, a Godrich, junto a otros reputados miembros de la música alternativa. La banda lleva por nombre Atoms For Peace, como uno de los cortes de su debut, y obviamente al reunir a varios artistas tan talentosos las ganas de grabar algo pueden con el compromiso inicial y nace un nuevo disco; Amok. El propio Yorke describe este trabajo publicado en 2013 como la idea de que el oyente no llegue a comprender fácilmente en qué punto acaba el ser humano y empieza la máquina, todo un reto que sigue replanteando otra polémica con otro disco suyo, todo ello relacionado con lo que ya cantaba en OK Computer, un ciclo en el que el hombre sucumbe a la máquina.
Amok resulta otro gran acierto, otra buena perla con aires de rock alternativo pero completamente guiado por la electrónica, poniendo al límite la capacidad musical de Yorke, que hace ritmos, guitarra, voces, bajo, sintetizadores, piano… Dependiendo de cada canción. Lo que sí se nota en este álbum, como continuación de The King Of Limbs, es ese beat nervioso que crece cada vez más y se apodera de todas las producciones que lleva Godrich en las que aparece Yorke, que por entonces ya se había dejado seducir por otros reyes de la electrónica enfermiza como Dj Shadow, SBTRKT, Modelskeletor, Four Tet, Burial o Flying Lotus.
Ahora, en 2014, Yorke vuelve a aparecer después de tiempo sin dar señales de vida para, directamente y sin preámbulos, traernos este Tomorrow’s Modern Boxes. Rompiendo de nuevo las reglas de cualquier lanzamiento coherente, poseído por la electrónica y unos pocos sintetizadores, cada vez más ambiental, menos humano y más robotizado, la sequedad de los ritmos sólo la rompe el falsete y los quejidos de un artista que va dejando huella en una generación tras otra, y que llama a las puertas del futuro, o de la nada. Yorke en solitario crea realidades paralelas al camino que sigue la música, dejando para otros el crear caminos nuevos y desarrollar estilos, mientras nosotros escuchamos los ecos de sus sampleos, su propia voz repetida una y otra vez, cubierta por capas de la nada más enorme, recordando a Animal Collective, o a Dios sabe qué, y nos perdemos en una composición que cada vez parece más sencilla y que cada vez se vuelve más jodidamente adictiva y profunda.

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