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Bikini Kill: Revolución al estilo femenino

El desembarco del movimiento riot grrrl en el rock subterráneo estadounidense, a principios de la década de los noventa, no supuso el primer testimonio de mujeres descubriendo su propio poder a través de la música pop. Hubo, por supuesto, rotundas pioneras que se abrieron paso a codazos en un negocio marcadamente patriarcal. Tomaremos el camino más corto: en torno a 1975, The Runaways implantaron el modelo de banda de hard rock estéticamente callejera e íntegramente femenina. Éstas allanarían el camino hacia la brecha punk abierta por The Slits, quienes a su vez favorecieron la aparición de un escenario donde fuese posible el rock de fundamentos abiertamente feministas representado por las riot grrrls.

Lo que sí debemos a esta corriente, catalizada desde Olympia (Washington) por Kathleen Hanna y su banda, Bikini Kill, fue la construcción de una escena homogénea, con una serie de postulados comunes y e inicialmente aceptados entre sus miembros. A saber: abordaje en sus letras de todo tipo de cuestiones de género, construcción de una infraestructura propia (fanzines, festivales, talleres), actuación al margen de los grandes medios y adscripción a los fundamentos del punk, tanto en lo sonoro como en lo operativo. El boom del rock alternativo, accionado por el éxito de Nirvana, permitió su amplificación, pero el arrebato de las riot grrls fue efímero: las neutralizó su difusión ideológica, estrechez musical y empeño en mantenerse en el más estricto underground, lejos de posibles cortapisas empresariales y mediáticas.

Sin embargo, gracias a la energía batalladora de formaciones como Bratmobile, Huggy Bear o Sleater-Kinney, la explosión (aunque de corto alcance) dejó buenos y excitantes discos. De entre todas esas grabaciones, la más representativa sigue siendo el primer EP (seis canciones en poco más de quince minutos) de Bikini Kill, originalmente publicado en el sello Kill Rock Stars en 1992, y que hoy, 20 de noviembre, inaugura el catálogo de reediciones de la banda a través de su propia discográfica, Bikini Kill Records. Como es habitual en los últimos tiempos, el relanzamiento en vinilo se efectuará en forma de objeto para fetichistas. Sin rastro de cebos adicionales en forma de bonus tracks, pero sí apuntes a pie de página que ayudarán en la contextualización del 12” original: reproducciones de los fanzines asociados al grupo (entre ellos el seminal Jigsaw, impulsado por la batería Tobi Vail), fotografías de archivo, entrevistas al coproductor Ian MacKaye (Fugazi) y a Molly Newman (Bratmobile), además de notas interiores a cargo de Layla Gibbon, integrante de la banda Skinned Teen.

Bikini Kill EP es una colección tan dispersa en el origen de sus tomas como irreductible en su intención y sonido. Todo se concentra en Double Dare Ya, la canción que pega la patada en la puerta: una chica irrumpe entre la embarullada masa sonora y expresa su deseo de cambiar el mundo. Su voz es en sí misma una reivindicación de heroínas pretéritas, al reutilizar el timbre provocador de Poly Styrene (la adolescente enfadada al frente del quinteto punk X- Ray Spex, cosecha de 77) y constatar su plena vigencia. Y como en las grabaciones más genuinas volcadas en los primeros singles de punk-rock, aquí hay una sincera voluntad no sólo de subirse a un escenario y gritar, sino de hacerlo con el empeño de patear el pensamiento del oyente. No importa que una canción brote en crudo de una rudimentaria maqueta en casete (Feels Blind), otra de una cacofónica grabación en directo (Thurston Hearts The Who) y el resto bajo la supervisión en estudio del líder de Ian MacKaye, pues todas suenan igual de ásperas y orgullosas.

Que nadie busque, entre su revoltijo de eslóganes y retratos adolescentes, cargas de profundidad sociopolítica o reflexiones templadas. Aquí no se impone la palabra reflexionada, sino el rugido Sin embargo, éste es un hermoso documento. El más elocuente testimonio de un proyecto común, empujado casi en exclusiva por mujeres, en el fragmentado mapa del rock alternativo de su tiempo.

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