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Listas CrazyMinds – Las diez mejores canciones de Radiohead

La aparición por sorpresa de Tomorrow’s Modern Boxes se puede interpretar no como un intento de distraer la atención de la banda en la que milita Thom Yorke (consideramos Atom For Peace más un proyecto que una banda), Radiohead, actualmente en el estudio, sino más bien todo lo contrario. A nosotros no tan sólo no nos molesta, sino que nos parece más que oportuno para repasar algunos de los hitos musicales en los que el bueno de Thom ha dejado su impronta. Son veintidós años en los anaqueles de nuestras discotecas y veintinueve de vida de un grupo que ha revolucionado una y otra vez el panorama musical. Las canciones que forman esta lista ilustran, además, la inquietud y el espíritu de experimentación tanto de Yorke como de los hermanos Greenwood, O’Brien y Selway. Un pequeño corpus donde el inconformismo, la lírica dadaísta y la cultura pop se dan la mano.

Creep es la primera parada ineludible en cualquier top de Radiohead. Su primer single, editado en febrero de 1993, se benefició de los últimos pero enérgicos coletazos de la generación teen angst antes de que el britpop relegase el grunge y géneros aledaños (hard fusion, slowcore) a un segundo plano. Si alguien pensó que en Creep resonaban evidentes ecos del Smells Like Teen Spirit se equivoca de medio a medio, tanto de grupo como de época: la más que probable similitud con The Air That I Breathe de The Hollies quedó plasmada con la inclusión de Albert Hammond y Mike Hazelwood en los créditos de Creep.

Homenajes aparte, la fuerte rotación que experimentó la canción en las radios alternativas acabó contagiando a la radiofórmula y Creep caló hondo en una juventud ávida de nuevos referentes, con el consiguiente peligro de empujar a Radiohead al estatus de one-hit band. Tal fue el impacto y la presión sobre el grupo, que Yorke decidió sumir a Creep en el ostracismo (si la escuchas alguna vez en un directo considérate MUY afortunado), y la frustración por la canibalización del resto del repertorio en su favor cristalizó en la posterior My Iron Lung, aparecida en el EP homónimo en 1994 y primer single del The Bends (Parlophone, 1995): “This, this is our new song / Just like the last one” y su equiparación con el único sistema de soporte vital, “my iron lung”, aparte de las similitudes estilísticas con Creep (las explosiones guitarreras de Jonny Greenwood y Ed O’Brien, las notas sostenidas de Thom Yorke), son muy reveladoras de la relación de amor y odio establecida con Creep. Tema este que, por otra parte, cautivó, aparte de su ubicuidad en las ondas (en mi caso particular, Creep rememora una noche en vela en abril de 1993 para acabar los informes de las prácticas de Termodinámica), por el personaje del outsider, del weirdo, y su diálogo imaginario (tan verosímil y necesariamente abocado al fracaso) con la chica, el angel de quien se encapricha. Ah, y las guitarras, esas guitarras, una rasgo que permitió que Radiohead destacara por encima de muchos, y que daba alas a unas expectativas esperanzadoras.

The Bends no acabó de ser el disco de confirmación de Radiohead. Si bien fue un éxito de ventas, el grupo no lograba zafarse de la etiqueta de advenedizos. Con su segundo largo parecían dirigirse a un sonido más de rock de estadio: tómese como ejemplo el segundo single extraído de The Bends, High and Dry, que los acercaba a unos U2 aún embarcados en la inacabable Zoo TV Tour. Como bien dijo un crítico, Muse suenan ahora como Radiohead si estos no hubiesen querido dejar de sonar como Radiohead; y, en concreto, The Bends encarna ese sonido épico y rimbombante, el paradigma del que, por fortuna, supieron deshacerse con elegancia en OK Computer (Parlophone, 1995) y, más adelante, de forma radical con Kid A / Amnesiac (Parlophone, 2000 y 2001, respectivamente). Dada la rabia genuina que vertió el bueno de Thom en My Iron Lung a cuenta de Creep (y de la gente que abandonaba la sala en sus primeros conciertos al concluir esta), preferimos rescatar este corte en vez de High and Dry antes de proseguir con la lista y la evolución de la banda.

Evolución cuyo primer paso efectivo fue este encargo para la película de Baz Luhrmann Romeo+Juliet. Exit Music (For a Film) vendría a ser un final alternativo al que archiconocido argumento de los amantes de Verona, un final más lógico para Yorke, quien, impresionado tanto por la nueva adaptación como por el recuerdo del clásico de Franco Zefferelli, se preguntaba por qué demonios no cogían los amantes y se largaban en vez de tirarse de cabeza a su fatídico destino. Aunque Lucky apareció antes en una recopilación para recaudar fondos para la ONG War Child, Exit Music (For a Film) fue la primera canción completada en las sesiones de grabación de OK Computer, y la que marcó con claridad el camino que tomaron tras The Bends. La melancolía y el pesimismo de su segundo disco dejan paso a letras más abstractas, a medio camino entre la deconstrucción, la lisergia de Philip K. Dick y la crítica social; y el pesado sonido guitarrero queda transmutado por capas y capas de samples y efectos.

Además, pocas baladas hay más desgarradoras e implacables que esta. Shakespeare habría quedado encantado con ella.

Sin embargo, Exit Music (For A Film) no apareció en la banda sonora de la película, por petición expresa del grupo, ni siquiera se publicó como single. Uno de los singles más destacados de OK Computer fue Karma Police, una canción sin estribillo (a primera vista) y dividido en secciones desiguales. A tres cuartas partes del minutaje, Thom Yorke se atreve a detener la canción parar declamar una admonición sobre las malas actuaciones y la policía del karma (una broma privada del grupo), antes de dar paso a un final caótico y cacofónico. Toda una delicia ilustrada con un vídeo mítico.

Si la huída del sonido The Bends condujo al éxito de crítica, y posteriormente de ventas, de OK Computer, Radiohead volvió a apartarse del camino fácil y descartó el sonido (que no las lecciones aprendidas) de este para estrenar el arisco, metálico y ambient Kid A. Everything in Its Right Place supura olor a manifiesto por sus cuatro costados: su ritmo cercano al house, su rima casi dadaísta, repetitiva y machacona, el modo casi absurdo en que la electrónica enmascara la voz de Thom Yorke causó más de un pasmo en los seguidores de la banda, y a día de hoy se erige como el ejemplo más emblemático del carácter inquieto del quinteto, aun siendo, en este caso, la mano de Yorke la que se adivina como creadora de este corte.

Pero quizá la agresiva, disonante y caótica The National Anthem sea aún mejor ejemplo que Everything… Aunque lo más cercano que tuvieron Radiohead como single de Kid A (así de contraculturales se pusieron; los directivos de EMI estarían que trinaban) fue Optimistic, esta canción tan cruda, este golpe al hígado del convencionalismo es, además, uno de los momentos más desopilantes de su carrera. Yorke y Jonny Greenwood, imbuidos por el espíritu del free jazz al que se habían aficionado, incluyeron una banda de metal a cuyos miembros animaron a que tocasen melodías disonantes y cada vez más fuerte, como si estuviesen compitiendo entre ellos. Yorke reconoce que a Charles Mingus como fuente de inspiración, aunque este seguramente habría acabado desquiciado tras semejante sesión de grabación.

El siguiente “paso” en la historia de la banda hay que entenderlo como uno lateral: las canciones que forman Amnesiac, álbum lanzado un año después de Kid A, fueron grabadas en las mismas sesiones de estudio. Su textura resulta, paradójicamente, por un lado más rockera y por el otro, más experimental. El uso de las ondas Martenot en Pyramid Song es uno de los más claros ejemplos de la torsión que el grupo ejercía sobre sus composiciones, deformándolas para llevarlas varios pasos (bueno, tantos pasos como de Barcelona a Cádiz, más o menos) más allá del área de comodidad comercial.

Sin embargo, preferimos destacar de este disco I Might Be Wrong, porque su elección como tercer single de Amnesiac derivó en disco homónimo en directo, y la comparación entre la versión de estudio, casi aséptica, ominosa y ciberpunk, y la electrizante y opresiva del directo ofrece una interesante introspectiva del inmenso bagaje musical, así como de las diversas encrucijadas por las que pasaron antes de volver a emprender otro nuevo camino. Líricamente, Yorke insiste en sus obsesiones: el espacio interior, la opresión ejercida por la sociedad, la alienación, en una canción todo textura y rabia contenida.

Hail to the Thief (Parlophone, 2003) supuso un retorno al sonido más eléctrico, favorecido por unas sesiones de grabación más espontáneas. También resultó un trabajo más comprometido, cuanto menos a nivel político (el título, aparte de la obvia referencia al eslógan que voceaban los manifestantes contra George W. Bush y el pucherazo electoral de su reelección, a la luz de este 2014 aún lo sigue diciendo todo). Abre el disco 2+2=5, paradigma del doblepensar que plasmó George Orwell en 1984, libro de lectura obligatoria (si no lo habéis leído, dejad ahora mismo esto, id a la biblioteca y leedlo; os esperamos. Bien, ¿ya?, sigamos) y hoy en día tan extendido a todos los niveles. Doblepensar, imposición, el imperio del mal, referencias a la obra de Dante… La angustia vital y la rabia de un padre que es testigo de cómo el mundo ha quedado en manos de políticos corruptos (perdón por la redundancia) y de cómo agoniza a causa de la contaminación salpica la letra de Yorke.

In Rainbows (Radiohead, 2007) rompió muchos esquemas, tanto en dirección, contenido, forma de distribución, relación con el público… En lo que a esta lista respecta, el estrecho control de la banda sobre su obra, una vez finiquitado el contrato con Parlophone, hace que In Rainbows no está disponible en ninguna plataforma de streaming y que no podamos incluir ningún tema en esta lista; con sumo gusto habríamos encajado la oscura y cínica (y aun así hermosa) Jigsaw Falling Into Place o la más cristalina House of Cards. Pero, en vez de eso, tenemos que hacer un ejercicio de memoria y dar un salto adelante para adentrarnos en el último disco de la banda hasta el momento, The King of Limbs (Radiohead/Ticker Tape, 2011). Aunque tampoco se extrajo ningún single, el vídeo de Lotus Flower se puede considerar como la cosa más “divertida” (nótense las comillas) que ha presentado Radiohead. Aparte de los espasmódicos pasos de baile de Thom, Lotus Flower es un delicado artefacto musical tan delicado como la flor del título, que se abre y revela su belleza de orgánica electrónica. Digamos que los muchachos demuestran que durante todos estos años han dominado toda la tecnología adoptada en Kid A y la han dejado crecer a su aire, en una suerte de simbiosis natural.

Y, cómo no, no podemos cerrar este top 10 sin otra canción que esta, Paranoid Android, el tema más conocido (con permiso de Creep) y más celebrado en sus directos. También es una pequeña “trampa” para extender la lista más allá de diez canciones (e invitar a los lectores reticentes a explorar su exuberante repertorio), pues su estructura es similar a A Day in the Life de los Beatles: en este caso, tres canciones, cada una compuesta por un miembro diferente del grupo, unidas mediante bruscos cambios de tempo y de melodía, influidos por el modelo loud quite loud de Pixies y la exhuberancia del Bohemian Rhapsody de Queen. Nos encantaría echarle un ojo a la primera edición del tema, de 14 minutos de duración, pero nos conformamos con esta historia de un androide paranóico (clara referencia al personaje de Marvin el Robot de La guía del autostopista galáctico, de Douglas Adams) y las extrañas experiencias de Yorke con la humanidad en general (y con la fauna nocturna de Los Angeles, en particular), instantáneas de un mundo cada día más loco que el grupo ha fijado, de momento, en ocho discos memorables.

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