Desde que la actual ministra de (des)empleo se intentara apuntar un tanto con aquello de la “movilidad exterior”, no son pocos los que han comprendido que aquella profecía que anunciaba “españoles por el mundo”, lejos de ser una tremenda broma, resulta más real que la vida misma. No, claro, aquellos triunfadores y bienvividores que aparecían en el programa de televisión. Si algo ha cambiado estos últimos años es que el español ha dejado de ser un emigrante ocasional –llámese Erasmus, practicante de idiomas o cualquier variante al uso– a convertirse en un exiliado con todas las letras. Con todo lo que ello implica.
El hambre aprieta, que diría el refranero, y aquí, quien más quien menos, tiene que pagar una hipoteca y la educación de sus hijos. También, aunque parezca mentira, los músicos, que más allá de tópico popular de “pasar la gorra a ver qué cae”, se ven obligados a ganarse el sustento como buenamente pueden. Y si no que se digan a los barceloneses Love of Lesbian que ni cortos ni perezosos se apuntan al negocio de las paellas televisivas en el anuncio cervecero de la temporada.
Claro que no todos tienen el tirón como para protagonizar su propio spin-off culinario. En un país en el que cualquiera que despache cinco mil copias de su último disco puede entrar en los puestos altos de las listas de ventas, el concierto se ha convertido en la única manera de llevarse algo a la boca. Aunque para ello haya que pasar por encima de kilómetros de carretera, promotores cortoplacistas y amigos de la cabriola lingüística empeñados en colarnos un “reajuste de la presión fiscal”, lo que, a oídos del músico de a pie, se traduce en un “agárrate al volante de la furgoneta, que vienen curvas”.
Si las últimas noticias avisan de que, con la subida del IVA, un tercio de la recaudación va a parar a organismos gubernamentales (sí, la SGAE también lo es), es normal que cualquiera con un mínimo nivel de cálculo obtenga el mismo resultado: coge el dinero y corre. Ahí tenemos al músico madrileño Juan Zelada, que el año pasado editó su debut discográfico desde Londres, recibiendo el reconocimiento de medios como la BBC y consiguiendo un contrato con Decca. ¿Alguien se enteró de aquello por España?
El país de la cerveza y los festivales sigue haciendo oídos sordos. No, claro, al último hype de la prensa británica o a la nueva salida de tono de los hermanos Gallagher. Me estoy refiriendo a aquellas bandas y artistas obligados a emigrar por falta de oportunidades. Hace año y medio Miren Iza, cerebro detrás de Tulsa, se mudó a la Gran Manzana desencantada con la realidad de la música en directo en España. Digámoslo a las claras: perdemos la cabeza con cualquier artista de nombre brillante educado más allá de nuestras fronteras, pero cuando nos ponen un Pedro o un Juan en el cartel del concierto miramos para otro lado.
Y no se trata de defender lo nuestro como borregos, que para eso ya está el gobierno de turno. Sino de cuidar el poco o mucho talento que sale a relucir noche a noche en nuestras salas de conciertos. También, de paso, el que sacamos fuera. ¿Representan grupos como Lori Meyers, Miss Caffeina o los omnipresentes Love of Lesbian el panorama musical español? A juzgar por la cantidad de veces que estampan su nombre en el cartel de un festival cualquiera diría que sí. Ahora hasta se atreven a encabezar la temporada del ciclo Rock Sin Subtítulos, que desde hace más de tres años lleva programando bandas españolas en pleno corazón de Londres.
La idea resultaría brillante si no fuera porque traslada los mismos males endémicos de la industria española al país del britpop. El más recurrente, apostar siempre al caballo ganador. Hace unos meses, Jorge Pardo, virtuoso del saxofón y la flauta, recibía el premio a mejor músico de jazz europeo. A la noticia le siguieron loas y aplausos de parte de amplios sectores de la industria. Esos mismos que ningunean desde hace años géneros como el jazz o el flamenco por considerarlos demasiado anticuados y serios para el oído actual.
Que nadie me malinterprete. Nadie está pidiendo que algún promotor se lance por la borda sin salvavidas y programe un ciclo de jazz exclusivamente con artistas españoles. ¿Habría alguien tan osado? Bastaría con que saliéramos del piloto automático en el que llevamos instalados varios años. Este mismo fin de semana, El Drogas, veterano músico conocido por liderar durante tres décadas a los navarros Barricada, visitará las islas británicas. El mismo camino que recorrieron hace unas semanas Cosmosoul, brioso combo de soul afincado en Madrid. ¿Tampoco se enteró nadie de eso? No pierdan las buenas costumbres, échenle la culpa al gobierno.