InicioOpinión – ArchivoCrónica de un pop en decadencia: cuando lo indie ayuda a hacer...

Crónica de un pop en decadencia: cuando lo indie ayuda a hacer negocio

Estamos asistiendo estos últimos años a un renacimiento de la cultura hipster, una cultura (o sub-cultura, como prefiera cada uno denominarla) caracterizada por su tendencia underground, alejada de lo masivo, de lo convencional.

Si bien lo alternativo no es nada nuevo y ha movido ingentes cantidades de dinero a lo largo del mundo por medio de festivales de fama global y alto prestigio (Glastonbury, Coachella, Lollapalooza…) donde los más variados géneros se dan lugar, más allá de lo puramente alternativo/marginal, en los últimos años esta nueva moda ha provocado que surjan festivales debajo de las piedras. Mientras que a finales de los noventa todo buen amante del britpop veía en el FIB la oferta más acorde a sus grupos fetiche (había más opciones, pero pocas tan asentadas como el festival valenciano), estos últimos años, en esas mismas fechas, hay al menos otros diez festivales más a elegir, según calidad de los grupos y variedad en cuanto a rango de precios.

Hoy en día, el FIB sigue invadido por público guiri, pero además de éste, han surgido ofertas para todos los paladares, donde la fusión de géneros se ha ido dejando atrás para dar lugar a un panorama más homogéneo, sumado al hype de las bandas indies españolas que han pasado de tocar en antros de mala muerte a grandes salas y recintos.

No es de extrañar, pues, que la convencionalidad se haya adueñado de buena parte del panorama musical, hablando en ámbitos tanto nacionales como fuera de nuestras fronteras. Las propuestas más excéntricas, valientes y atrevidas escasean, y son las más apreciadas por los paladares más exigentes.

La contradicción llega cuando lo hipster recorta distancias en cuanto a ganancias generadas a lo mainstream, o, por lo menos, resulta una moda rentable para que se convierta en una fijación para empresarios de medio mundo.

Calvin Harris colaborando con HAIM para uno de sus temas (Pray to god, mejor tema del álbum sin esfuerzos mayores por parte de las tres hermanas angelinas), Lorde contando con la colaboración de dichas hermanas y Stromae, el músico belga autor de hits pop que han triunfado en el viejo continente en Meltdown, o el sampleo de Miley Cyrus que han usado Alt-J en su Hunger of the Pine son ejemplos de estas fusiones donde lo más comercial del mundo puede formar parte de una de las mejores canciones del año, así como de las más controvertidas.

Citando a un amigo mío, ha llegado un momento en que lo alternativo, lo marginal, lo underground, por así decirlo, se ha convertido en overground.

Es decir, lo alternativo es el nuevo mainstream.

Tratándose de una moda (que lo es), queda esperar a que sus efectos se difuminen, a que la mera pose que muchos adoptan sin autocrítica alguna se desvanezca como la esencia que nunca han tenido.

Lo más interesante de estas aportaciones que suponen un crossover entre las dos subculturas es que nos hagan ver que las diferencias entre ambas no son tan abismales como creíamos, que reflexionemos sobre la naturaleza de un sonido y otro. Porque cuesta creer que algún día veamos a Foals en la lista Billboard; sin embargo, imaginarnos a un grupo de la magnitud de Coldplay (hoy poco tienen del grupo de rock alternativo que eran a finales de los noventa), nos es más fácil de figurar. Es difícil marcar fronteras en un mundo donde los matices se difuminan y los estilos se hibridan hasta el punto de crear etiquetas de lo más abstractas y kilométricas con escaso significado, al fin y al cabo.

Utópicamente, lo ideal sería dejar que los prejuicios por parte de ambos bandos terminen desvaneciéndose, pero por mucho que las distancias se acorten siempre quedarán resquicios por subsanar.

spot_img