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Abandonar Spotify: ¿acierto o error?

Taylor Swift ha sido la última en apuntarse a retirar sus canciones de Spotify, sí, pero, ¿por qué no ha sido ni la primera ni la única en hacerlo?

La plataforma Spotify, como casi todo el mundo sabe, es una herramienta muy útil que no solo sirve para escuchar música de forma gratuita (con mejoras que sí se pagan en su edición Premium), sino que además de poder compartir y cotillear lo que escuchan tus contactos, se puede mejorar y/o complementar la experiencia musical por medio de un amplio catálogo de apps de todo tipo (letras, conciertos, recomendaciones…). Todo esto no os sonará novedoso a los que seáis usuarios de la aplicación.

Sin embargo, ¿qué puede impulsar a un músico a borrar todo rastro sonoro del gigante Spotify?

La respuesta está clara, y es que, ¿qué no mueve el dinero?

Detrás de toda motivación artística, está la avaricia, especialmente en los nombres superventas que inundan toda lista de éxitos alrededor del mundo.

Pero quizá a este asunto económico habría que darle una vuelta de tuerca, porque no todo es como lo pintan en muchas ocasiones.

Recientemente se ha leído que la Swift ha ganado casi medio millón de dólares gracias a su presencia en Spotify este último año. Su razón es clara: ¿por qué si el CEO de la aplicación musical pronosticó unas ganancias de seis millones al año, ella ha recibido “solo” una mínima parte?

Una vez aclarado que tal desorbitada cifra estaba (como bien se ha dicho) pronosticada para todo 2014 (es decir, incluyendo una previsión para los últimos meses del año, de los que todavía no hay datos, claro), la pugna ha continuado. En conclusión, ninguna de las partes se ha puesto de acuerdo con la otra; un granito de arena que se convierte en montaña de nuevo, porque aunque parezca una tontería, Swift ha levantado una pequeña rebelión que, de propagarse más, podría dañar seriamente al software de color verde.

Del 70% de los beneficios que Spotify destina a la industria musical, el artista solo recibe un 10% desde su discográfica. Cierto es que los beneficios son mayores que en cuanto a ventas de discos físicos se refiere, pero la pequeñísima porción de tarta que se lleva el músico en cuestión es verdaderamente ofensiva.

AC/DC, The Beatles, Thom Yorke, Adele, Peter Gabriel, Tool, The Black Keys o Rammstein son algunos de los nombres que han desertado total o parcialmente Spotify por los mismos motivos.

Una de las ventajas que posee Spotify es la capacidad de descubrimiento de nuevas músicas por medio de herramientas diversas: géneros, radio, recomendaciones… Y, si bien los nuevos creadores tienen una presencia casi anecdótica, su uso, tan extendido en millones de usuarios por todo el mundo, es uno de los principales alicientes para compartir música en esta red.

Está claro que además de Spotify hay mil ventanas más donde dar esa posibilidad: YouTube, Soundcloud, Deezer… Las posibilidades son infinitas, dada la cantidad de aplicaciones o plataformas donde poder colgar todo tipo de contenido, aunque se podría llegar fácilmente a la conclusión de que, por el momento, Spotify es la «app-queen» de los reproductores musicales en streaming, si bien todo apunta a que esta hegemonía no será eterna, dadas las nuevas alternativas que comienzan a surgir a favor de este auge de aplicaciones del estilo.

En definitiva, bajo mi punto de vista, vale más dar la posibilidad a todo potencial oyente que tenga la oportunidad de escuchar la música que haces, y sí Spotify me parece una herramienta más que adecuada para ello. Como usuaria de esta plataforma, la cual veo muy beneficiosa para difundir, compartir, recomendar y descubrir nuevos grupos y estilos, debo añadir también que nunca se debe menospreciar a aquellos que invierten su tiempo en crear todos los contenidos que disfrutamos, en este caso, en forma de canciones.

Está claro que toda empresa debe centrar sus energías en tener unas ganancias que la mantengan y pueda seguir adelante con su función. También ocurre, en la situación laboral en que siempre nos hemos visto inmersos en el mundo, que es más fácil explotar al artista y que se beneficien los magnates a su costa. Pero Spotify no tiene la culpa, al fin y al cabo, ellos ganan un nada despreciable 30% de los beneficios de cada banda o músico, mientras que las productoras son las que acaparan ese 60% del 70% que se destina a sus arcas.

El drama no está en que Taylor Swift gane un millón más o un millón menos, sino en el abuso que pueden suponer estos menosprecios financieros a pequeños y medianos grupos que puedan sacar mucho más de reproducciones en YouTube, por ejemplo.

En este conflicto tan ambiguo, después de una larga reflexión, he terminado posicionándome del lado Spotify, a pesar de sus alargadas sombras, ya que siempre es mejor reportar entre 0,006 y 0,0084 dólares al artista por cada reproducción de un tema, que descargar su nuevo álbum de forma ilegal.

Algo es algo.

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