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Wolf Gang, Music Hall, Barcelona, 16 de diciembre del 2011. Un primer paso que aún no hace camino.

WOLF GANG

 

 

Fecha: 16 de diciembre del 2011
Lugar: Music Hall (Barcelona)

Con aproximadamente media entrada, Max McElligott, o lo que es lo mismo, Wolf Gang, defendió el álbum debut Suego Faults en la renovada sala barcelonesa. La trasposición de las composiciones, grabadas por McElligott en solitario, al formato banda fue pulcra, manteniendo en el discurso del disco con apenas variaciones instrumentales: los ramalazos justos de tensión eléctrica para insuflar la energía adecuada para un directo, así como para permitir a los músicos que acompañaban al angloescocés demostrar su calidad.

 
Aunque el público tardó en entrar en la propuesta, en parte a causa de la entrada, y acabó arropando el sonido synth-épico de esta manada de lobos de buena gana, bien es cierto que hablamos de un sonido pulcro, de un concierto efectivo, de una contención… ¿necesaria? ¿Consecuente? Una propuesta preciosista no implica falta de emoción, y eso es lo que, una vez reposado el show, queda como poso en el fondo del vaso.

 
No fue, por eso, un concierto aburrido, al contrario. La actitud de McElligott y los suyos era franca. En ningún momento rehusaron el contacto, aunque bien es cierto que su juventud y falta de veteranía se refleja en la candidez con que se desenvuelven sobre las tablas. Nada que el tiempo no corrija, siempre que sepan encontrar su camino.

 
El concierto empezó con una animada Nightflying, con Max McElligott haciendo doblete guitarra/teclados, para proseguir por la senda más synthpop y lírica de Something Unusual y el single The King and All of His Men. Ecos de OMD, Tears for Fears y Talking Heads se intuían a lo largo de unas melodías diáfanas con cierto carácter clásico y atemporal. Continuó con una previsible combinación de momentos álgidos (Suego Faults, Dancing with the Devil, Stay and Defend) con medios tiempos (Midnight Dancers), antes de hacer el breve paripé del bis, presentar una nueva composición del segundo disco, de próxima aparición, cerrar con el éxito Lions and Cages y llevarse una cálido, pero breve, ovación por parte de un público que había logrado encontrar el tono justo para cuando se acababa lo que se daba.

 
La conclusión es que nos encontramos ante un gran compositor, en la línea más pop, de canciones redondas, intachables, pero a cuyo sonido aún le falta ese algo que lo haga despuntar, y que no quede en un agradable y para nada molesto hype que un día disfrutamos con una cerveza en la mano, una sonrisa en los labios y una melodía que tararear de camino a casa («Who’s gonna get up after we’re gone / Who’s gonna get up after we fall») y que luego se pierde en las circunvoluciones de la memoria a corto plazo.

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