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Toundra, haciendo inventario

Fecha: 10 de Diciembre de 2011

Lugar: Sala Caracol (Madrid)

A veces los hechos, tarde o temprano, terminan dando la razón a aquellos que la tienen. Hace unos meses, Toundra fueron los elegidos para abrir la programación del madrileño festival Dcode. Quizás fuera la hora o el sonido, pero este redactor no pudo evitar tener la sensación de que la actuación de los madrileños naufragaba por momentos ante el centenar de espectadores que a primera hora de la tarde se congregaban ante el escenario. Como rezaba el viejo dicho -“mucha fuerza pero poco músculo”-, la banda hizo lo que pudo en una plaza que se le quedó grande.

Sin embargo, escuchando (I) y (II), los dos álbumes editados hasta la fecha por Toundra, algo decía que había potencial en esta banda de ambientes post. Quizás por ello la noche del sábado era la propicia para pulsar de nuevo el estado de forma de los madrileños y reconciliarse con su música potente y rocosa. Con la promesa de interpretar al completo sus dos referencias discográficas, la banda logró llenar la Sala Caracol en una noche adversa. La climatología y la coincidencia con otros eventos de índole planetaria parecían presagiar un nuevo contratiempo para la banda.

Nada más lejos de la realidad. A la hora prevista para el comienzo del concierto todo el papel estaba vendido y el grupo se pudo permitir el lujo de alargar su salida (quizás más de lo necesario) durante unos cuantos minutos hasta que el último en entrar cerrara literalmente las puertas del recinto. Y así, con todo el mundo en su lugar, pudo comenzar una velada con sabor a reconciliación. Pero también a despedida. Elegido para cerrar la gira de presentación de su segundo álbum, el concierto en Madrid sirvió para hacer inventario antes de entrar a grabar un nuevo disco dentro de la meteórica carrera de la formación.

Empezando por Bajamar, Toundra fue desgranando una a una las canciones de (I), el disco con el que la banda presentó, hace ahora tres años, su candidatura a liderar la escena post-rock de este país. Guitarras afiladas, ambientes asfixiantes y mucho músculo, para seis canciones que los madrileños despacharon de una tacada en poco más de media hora. Los tres minutos escasos de Pleamar, con el ritmo de la marea subiendo de fondo, fueron el único respiro que la banda se permitió en esta primera parte del concierto en la que el cuarteto demostró que no tienen nada que envidiar en fuerza y energía a otros grupos venidos de fuera de nuestro país.

Claro que, en una escena como la del post-rock tan plagada de copias y simulacros, el estricto cumplimiento de los cánones puede terminar por convertirse en un handicap. Lejos de caer en el cliché, Toundra nos regalaron el año pasado una segunda referencia en la que, sin perder su sello de identidad, combinaban con imaginación energía y ambientación a la vez que se introducían definitivamente en el difícil terreno del hardcore. Canciones como Danubio, Bizanzio o la monumental Magreb, que supera los diez minutos, dan buena nota de este nueva apuesta de la banda por los sonidos duros y potentes. En total, siete canciones de difícil digestión, complicado hincarles el diente, pero que en directo suenan como los ángeles. A pesar de que a veces se note un exceso de electricidad sobre el escenario, a pesar de que a la hora de atacar Völand, pieza en clave acústica que corta en dos partes (II), el cambio de instrumentos provoque algún que otro despiste por parte de los músicos. Ni por esas los miembros de la banda pierden la sonrisa, sabedores de que la pasada noche era una de esas para disfrutar, para recoger fuerzas en vistas a un tercer álbum que, visto lo visto, tiene visos de convertirse en la reválida definitiva de la banda. Permanezcan atentos.

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