The Walkmen son uno de esos grupos que han sabido soportar con una tremenda dignidad el peso que supone el haber sido encumbrados, quizás prematuramente, con tan solo dos trabajos a sus espaldas. Fue sobre todo Bows + Arrows, su segundo largo, el que los dejó en esa situación tan agridulce que supone conseguir reconocimiento pero sentir el frío cañón del éxito apuntando a tu cabeza. Muchos querrían verse en esa encrucijada, a pesar del riesgo que supone una caída en picado al mínimo paso en falso.
Pero esta banda no se ha dejado amedrentar por el juego y ha sabido porfiar con la crítica aportando trabajos de una calidad más o menos mantenida. Ni se han reinventado en cada trabajo ni se han estancado, buscando siempre un punto de eclecticismo en sus discos. Sin quizás llegar a los niveles de sus comienzos, The Walkmen han evolucionado pausadamente, sin alardes, sin aspavientos. Un largo proceso de una década que les ha llevado a Heaven, su último trabajo en el cual ha quedado patente una mayor madurez tanto en lo musical como en lo personal, fruto de las experiencias personales de todos y cada uno de sus miembros. Siguiendo la estela de su anterior largo, Lisbon, se ha confirmado la bajada de decibelios que se advirtió en él.
La voz pasa a ser determinante en buena parte del trabajo. We Can´t Be Beat o Southern Heart se apoyan en los coros y una voz desnuda con guitarras muy sutiles, casi etéreas. En esa dirección también encontramos la ceremonial The Witch y el interludio cuasi instrumental Jerry Jr’s Tune. Menos desnudas pero igualmente elegantes se presentas Nightingales y Son For Leigh, aunque también encontramos momentos de euforia y rock como en Heartbreaker o The Love you Love donde por momentos recuerdan a The Strokes.
Heaven continua en la estela de los dos anteriores cortes citado. Algo menos contundente, aunque tremendamente efectiva. Line By Line flojea un poco. Una guitarra eléctrica que no consigue despegar a pesar de amenazar con hacerlo a lo largo de todo el tema. No One Ever Sleeps nos transportará a alguna playa paradisiaca, imbuyendonos con ese halo de quietud y paz que tanto se necesita en estos tiempos que corren. No abráis los ojos y dejaos terminar de acunar por Dreamboat.
La calidad es innegable, el esfuerzo por no caer en la apatía y la auto complacencia musical también. The Walkmen bregan por no verse incluidos en listas absurdas con grupos noveles o One Hit Wonders sino en las listas de los mejores discos del año, donde seguramente se verán retratados una vez más.
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