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The Ting Tings y James Murphy protagonizan un inmejorable final para el Santander Music

THE TING TINGS

Empezaba la segunda y última jornada en la Campa de la Magdalena. De forma tranquila, con el cielo algo más oscuro que la noche anterior y la gente más esparcida. Quizá por el sonido de los grupos que abrían la noche.

Después de un día de playa con todas las letras, caía el sol con Hola A Todo El Mundo de fondo. Grupo que se consolida como una de las apuestas más fuertes del indie/folk español. La sencillez y la armonía de los madrileños, que han llegado a ser comparados con Fleet Foxes, alcanzaba este año límites interesantes. Su último trabajo (Estela Castiza, 2011) ofrecía una propuesta distinta ya que, esta vez, y para sorpresa de muchos de nosotros, dejaban el inglés para cantar en castellano, ampliando así público y posibilidades.

La banda, que toma su nombre de una poesía de Walt Whitman, hizo de la apertura de este segundo día en el Santander Music Fest un momento idílico, casi como su música, para abrir bien los ojos en espera de la noche. El punto de relax perfecto para desperezarse después de la noche anterior e ir entrando, poco a poco, en calor.

La noche despegaba endulzando nuestros oídos a ritmo de: A movement between this two, Hatem Prayer Team, Amor Fati o Estela Castiza. Ambiente apaciguado para un comienzo romántico.

Después de los chicos de HATEM, el escenario situado a la derecha del recinto se vestía en femenino. Unos enormes neones rosas dejaban al descubierto el sobrenombre de Lourdes Hernández: Russian Red. Precisamente, al más puro estilo Amy Winehouse. Así, Lourdes, salía para deleitarnos con el segundo recital de la noche. Los gritos de “guapa” iban sucediéndose al tiempo que Russian Red se hacía con el público corte tras corte. La española, que acaba de lanzar su segundo trabajo, iba descubriendo el setlist a base de canciones intensas y azucaradas como Fuerteventura, I Hate you but I Love you, Lovin Strangers o Cigarettes. Además de mencionar varias veces que para ella tocar en Santander era jugar en casa, ya que al parecer, siempre ha veraneado en una localidad próxima a la capital cántabra, se mostró muy agradecida con el público, que se apiñaba en la parte frontal del escenario.

Sobre las mismas tablas, una compañía más que notable. Entre los chicos que secundan el trabajo de la madrileña estaba Manuel Cabezalí, líder de Havalina. Éxito total para la chica de la voz suave que comenzó colgándose una guitarra y ahora llena festivales a horas ligeras.

Lo cierto es que el registro en el que se mueve no tiene pérdida. La delicadeza, los cambios, las instrumentales y la puesta en escena están cuidadas al detalle. Pero lanzarse a versionar el Johnny and Mary de Robert Palmer (como ya hicieran en su momento Placebo, de manera impecable) quizá no sea del todo un acierto. Era la segunda vez que la tocaban en directo y, se descubre que el peligro de Russian Red es que, a veces, todo suena estático por exceso de acústico sentimentaloide.

Así, la cantautora española de folk por excelencia cerraba su aportación al festival con “una canción que hablaba sobre el comienzo de un amor”. Píldoras sensibles para la siguiente vuelta.

Entre Lourdes y The Ting Tings, Plastic Dj´s amenizando el intermedio y cerrando con, al fin, su pequeño homenaje a Amy Winehouse; Rehab. El tema sonaba minutos antes de que la explosión The Ting Tings consiguiese poner en pie y SALTANDO a todo el festival.

Silence, Great DJ, Hang it Up, Fruit Machine, Give it Back, We Walk, Hit me down Sonny, Shut Up & Let me go, Hands y That´s not my name fueron los diez temas que pusieron Santander patas arriba anoche. Un setlist corto para un concierto con fuerza suficiente como para movilizar hasta al último individuo del recinto que se volcaba a darlo todo con el espectáculo y el sonido del dúo británico. Jules y Katie demostraron anoche que bastan dos personas para levantar un sonido auténtico. Sus mezclas y la embestida de la electrónica, con guitarras agudas, la batería y un bombo o una caja, además de los distintos samplers que incluyen convirtieron La Campa de la Magdalena en un club en directo.

Eso es lo que pedían a gritos y eso es lo que recibieron por parte de los asistentes. Quizá el momento más fuerte de la noche, el cierre con ese That´s not my name que tan bien conocemos. Sin olvidarnos de que fueron el único grupo que tuvo el detalle de expresar su lamento por el reciente fallecimiento de su compatriota Winehouse.

The Ting Tings dieron paso a Jamaica. Esta formación de origen francés se dedicó a aleccionar a muchos, sin querer, sobre cómo hacer las cosas con estilo desde la primera a la última nota. Desde luego, no son un plato fuerte todavía, pero están a la altura. Los chicos de Jamaica estaban en su salsa, a pesar de enfrentarse a un momento complicado de la noche y a un público algo difícil también, todo sea dicho, supieron desenvolverse y desenvolver también a los asistentes que terminaron aclamando los ritmos del conjunto europeo.

“¿Estáis preparados para una canción de amor?”, Jamaica hacían hincapié en la temática universal, quizá por eso de que son de París. Quién sabe. Escuchamos The Outsider, Jericho, Song for the Summer, I Think I like you 2, When do you wanna stop working o Short and entertaining.

Para rematar la actuación, el líder de la banda decidió pisar tierra y bajó a cantar con el público de las primeras filas. En fin, el camino está hecho. Una delicia de nuestro país vecino. Un trabajo ejemplar. Rock sin complicaciones. Del que nos gusta, vaya.

En último lugar se presentaba James Murphy, ex-líder de LCD Soundsystem y co-fundador del sello DFA Records, uno de los estandartes de la electrónica actual. Un cierre perfecto, idóneo. Influencias de Bowie, Daft Punk, The Talking Heads… Santander se convertía en Berlín por horas para acoger a uno de los mejores músicos del festival. El más longevo, sin duda. Y la experiencia como algo que generalmente proyectamos en cualquier aspecto vital, en la música también. Las manos de James Murphy hicieron del cierre algo inmejorable. Mezclando de manera impoluta cada corte al ritmo del público que bailaba levantando los brazos y aplaudiendo, sonrientes todos al verse en las pantallas que colgaban de los extremos del escenario principal.

Un imprescindible para el festival de Santander. Una ocasión perfecta para acercarse a la capital cántabra y dejar que la gastronomía, la mar, las playas, la gente y por supuesto, la buena música, atrapen hasta al más reticente a ello.

Podríamos decir algo mejor pero seguro que el año que viene conseguirán superar nuestras expectativas. Enhorabuena.

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