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The Stone Roses: «They’re» the resurrection

THE STONE ROSES

FECHA: 9 de junio 2012

LUGAR: Razzmatazz (Barcelona)

El pasado fin de semana fue para el recuerdo y podemos decir que estuvimos presentes en un concierto que, muy probablemente, pase a la historia, por todo. También por lo emocionante. Barcelona era el escenario, la ciudad encargada de dar el pistoletazo de salida a la gira mundial y de reunificación de una banda de culto. Referente, fuente de inspiración de la que han bebido muchas otras bandas posteriores y laureadas también.
Sí. Parece que la economía aprieta a todos, también a los miembros de las bandas celebres que, igual por necesitad más que por apetencia, vuelven a reunirse. Ejemplos los hay a patadas. Quizá haya sido lo económico la principal motivación que ha llevado a The Stone Roses a reunirse de nuevo pero, por lo visto y al final, da la sensación que se lo están pasando, y se lo van a pasar en lo que les queda, bastante bien sobre el escenario. Y, lo mejor, nos lo están haciendo pasar de muerte a los que asistimos a sus conciertos con la misma ilusión que el primer día.

Desde 1996 que no tocaban juntos. Era el momento de tomar el pulso a la banda. Y se lo queríamos tomar todos. Un público de lo más heterogéneo se reunió este fin de semana en Razzmatazz. Seguidores de la banda de todas las nacionalidades, en gran parte británicos, y de un sinfín de edades.
Quien escribe estas líneas apenas levantaba un palmo del suelo cuando Stone Roses empezaban su efervescente carrera. Gateaba sin ser consciente de que en un futuro querría haber estado presente en un lugar llamado Manchester donde se estaba cocinando, musicalmente hablando, algo magno. Pero engancharse más tarde a ese sonido, no inyecta menos nostalgia hacia una época gloriosa que nos hubiera gustado vivir,  motu propio, a más de uno.

Con las expectativas un tanto bajas, debido los comentarios no demasiado alentadores de los primeros en asistir a la reunión de los de Manchester el día anterior, llegamos a Razzmatazz el pasado sábado. Son muchos los que estuvieron el viernes en la sala y coinciden en afirmar que el show estuvo protagonizado por un mal sonido, una banda algo dispersa y un Ian Brown bajo de forma.
A pesar de todo, les íbamos a dar una segunda oportunidad para rehacerse, hacerse con el escenario, engrasar la maquina, igual algo oxidada por el paso del tiempo, y subsanar los errores del primer día.

De este modo, a la expectativa, pusimos el pié en la sala Razzmatazz, un poco más ‘Celeste’ que ‘Razz’ esta vez, como si hubiésemos retrocedido en el tiempo unas cuantas décadas, preparados para los peores augurios, pero no por ello menos ilusionados. Lo que no imaginábamos es lo que allí se iba a vivir, a pesar de que, de nuevo, algunos de los allí presentes la noche del sábado insisten en aquello del ‘mal sonido’. Lo que fue innegable es que asistimos a una verdadera celebración que dejó a un lado, para muchos, el ‘cuestionado’ sonido.
Pasadas las nueve y con un Razzmatazz lleno hasta los topes, la banda al completo: Ian, Mani, Reni y John salieron al escenario, más entrenados que el primer día, y fueron directos al himno. I wanna be adored se convertía en un karaoke improvisado y masivo que hacia que prácticamente no se escuchara la voz de Ian Brown, que se dedicó a sacudir un par de instrumentos de percusión mientras se movía de la manera que sólo él sabe, caminando de un lado a otro del escenario y mientras su público entraba en ebullición. Piel de gallina y euforia colectiva se descorcharon desde el primer minuto. Euforia, que no abandonó la sala hasta el final del concierto. Un show al más puro estilo MADchester. Parecía que estuviéramos en la mítica Haçienda de los buenos tiempos.
La banda tejió, sin prácticamente descanso entre tema y tema, un set list de locura.

Y desgranaron, sin dar tregua un segundo, hit tras hit. De I wanna be adored a un emocionante Sally Cinnamon. Piel de gallina. Canticos, saltos, sudor, conmoción con: (Song for My) Sugar Spun SisterWhere Angels Play o Shoot You Down. Y de repente: Waterfall. Una cascada sí, pero de himnos ante un Ian Brown vacilón como el que más, y maestro de ceremonias y también fuente de inspiración, ahora es más evidente que nunca, de algunos como Liam Gallagher que, entre el público, se apuntó a la fiesta, histórica, como uno más. Ian, menos arrogante que su pupilo Gallagher, se mostró de lo más cercano y entrañable con un público entregadísimo que lo aclamaba sin descanso. Un público, al más puro estilo punk de los mejores tiempos que, incluso, se empujó locamente como si de una rave se tratara.

Y así, sin pausa, llegó: Dont’ Stop, Tightrope y un maravilloso Fools Gold que dieciséis años después sigue sonando como el primer día. Mención a parte la merece un soberbio J.Squire que se lució de qué manera en un solo de guitarra que se alargó magistralmente para delirio de muchos, mientras Ian no podía sino hacer otra cosa que animar a su público a base de sutiles ‘provocaciones’ y entre flema y flema arrojado al suelo.
Standing Here, She bang the drums, Made of Stone y Love Spreads. Así, uno tras otro. Mientras en el escenario los de Manchester se sentían queridos y se hacían querer. Con un Ian en su salsa dando rienda suelta a sus coreografías, Mani y su bajo del Manchester United (haciendo patria) en mano, Reni y su atuendo extravagante camuflado tras su batería y, reiteramos, un esplendido John Squire que sigue manejando la guitarra como pocos.
Casi sin darnos cuenta, llegamos al final de un concierto que se hizo corto y en el que no faltó el BIS. Uno y contundente. Llegó, como no podía ser de otro modo, al más puro estilo hooligan, entre canticos más deportivos que musicales. La banda no se hizo esperar mucho y tocó el tema que resume la noche: I am the resurrection. Dance beat, psicodelia, energía. Un fin de fiesta espectacular en el que la banda lo dio todo, literalmente: baquetas, púas, set lists, hasta esa especie de panderetas alargadas que Ian movía sin descanso durante toda la actuación. Y ellos, ellos se entregaron también.

Y tras un agradecido fin de fiesta en el que se aplaudía tanto sobre el escenario como debajo de él, después un entrañable abrazo colectivo entre los miembros de la banda, digno de inmortalizar y enmarcar (¡De lagrimita amigos!), nos fuimos a casa, con una sonrisa de oreja a oreja y con la agradable satisfacción de haber asistido a una gran celebración, ¿¡qué digo celebración!?, a una verdadera resurrección. La de una de las bandas que marcaron una época.
Quizá han pasado los años para Ian, Mani, Reni y John, pero no para sus temas que siguen brillando como el primer día y conmoviendo a generaciones. Las que vendrán…
En definitiva, y tras lo vivido el pasado sábado, me complace afirmar que The Stone Roses han resucitado y con ellos lo ha hecho también su sonido, el sonido MADchester, si es que alguna vez había muerto. ¡Larga vida!

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