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The New Raemon, Francisco Nixon y Ricardo Vicente – El problema de los tres cuerpos.

EL PROBLEMA DE LOS TRES CUERPOS «Aviso que voy a quererte demasiado, aviso por si luego tú te asustas y te crees que he exagerado» (El milagro de Milán). Con esa frase empiezo esta reseña. Porque aviso de que este es un disco al que quiero demasiado.

El problema de los tres cuerpos es precisamente ese, que son tres cuerpos. Y que esos tres cuerpos no son tres cuerpos cualquiera. Son nada más ni nada menos que The New Raemon, Francisco Nixon y Fernando Vicente. Y el problema radica básicamente en que todos sabemos lo buenos que son por separado como para que ahora intenten superarse juntándose. Y, sin embargo, por poco no lo han conseguido. Me atrevo a decir que la culpa la tiene esa carrera musical que tiene hecha cada uno, que a mí me hace abrir los ojos (y los oídos) cual loca y no dejar de sorprenderme en un rato. Y también me hace pasarme largas horas escuchando todos y cada uno de sus discos. Especialmente los de Ramón, porque, sí, lo reconozco, es mi preferido de los tres.

Pero, bueno, ya digo que casi han estado a punto de superar a sus trabajos por separado, y eso tiene mucho mérito, así que no me voy a detener en lo que les ha hecho no conseguirlo, sino en lo que ha hecho que casi lo consiguieran.

Este es un disco, en una sola palabra, sincero. En dos palabras, sincero y sencillo. En tres palabras, cercano, sincero y sencillo. En cuatro palabras, mítico, cercano, sincero y sencillo. Ya está bien de juegos de palabras, sí. Voy a explicarme.

Digo que es sincero porque así suenan todas sus canciones, desnudas, desprovistas de disfraz, sin maquillaje, dejándonos trazar perfectamente con un lápiz la línea que va desde lo que se piensa hasta lo que se dice, sin disimulos, sin juegos absurdos que no llevan a ningún sitio.

Digo que es sencillo porque no se anda con rodeos, no recurre a los grandes giros en la expresión, no nos complica la vida: dice lo que quiere decir, y ya está. Por eso, si en una canción hay que repetir millones de veces “quiero verte más” (Sé que es tu trabajo), se repite y punto. Por eso habla de preparar oposiciones, de trabajos de verano, de las ganas de que alguien no salga nunca de tu cama o al menos de tu casa, de los “bares de taxistas”, del “no tengo nada que ofrecerte, me enamoré nada más verte” (Bares de taxistas), del parecido de esa a la que le estás cantando una canción con un personaje de cómic, de los que tienen por fin una oportunidad de pedir un deseo y va y piden lo contrario, de la historia de amor juvenil con la hermana de tu novia, de la desolación que produce contemplar a los amores actuales de nuestros amantes pasados, y de todos los pequeños momentos que hacen eso que llamamos vida, experiencia.

Digo que es cercano porque habla de nosotros, habla de ti y de mí, de lo que te pasó a ti ayer y de lo que me va a pasar a mí mañana, de lo que le pasó a tu vecino hace un año y de lo que nos está pasando a todos casi a diario.

Digo que es mítico precisamente por lo anterior, porque habla de una época, habla de un tiempo, habla de gente marcada por las mismas heridas sociales y dramas personales que al final acaban pareciéndose entre sí, habla de gente que hemos madurado musicalmente con estos tres señores músicos, habla de todo lo que está pasando en estos tiempos tan turbulentos (por ejemplo, en la pista Un Apocalipsis pronto reconoceremos avisos emitidos desde las altas esferas de la autoridad médica –la OMS, vamos- y de su utilización por parte de los poderes políticos, y en Repartiendo el sombrero rezan “Van repartiendo ataques que amplifican sus carencias (…) los jefes de todo esto (…) planean acabar conmigo, después lo harán contigo (…) el cementerio está lleno de gente imprescindible”), habla de lo que le pasa a la gente de hoy, habla de lo que hablarán los libros de historia algún día (a menos que alguien se encargue de silenciarlos).

Y, por fin, en la última pista, Las Viejas Luces, la retórica parece hacerse un poquito más grande, pero ninguna de las cuatro características que he dicho desaparece con ella. Y, así, qué más sincero, sencillo, cercano y mítico que el momento en el que alguien alza la voz y, después de todo, dice, sin más vueltas, “deseo que termine pronto la decadencia de mi experiencia”.

Este disco sería uno de los mejores del pop nacional (al que, de momento, solamente podemos reprochable el video de Sé que es tu trabajo, que destroza mucho la canción), señores, si no fuera porque compite en relación directa con los de los tres cuerpos por separado. Ahora se nos han juntado, juegan, llegan a entonar ritmos sesenteros, y nos recuerdan todo lo que son capaces de hacer fuera de su terreno de juego. Pero es difícil renunciar a ellos por separado. Que no se junten definitivamente, pero que sigan juntándose de vez en cuando. Por favor. Porque ayudan a terminar con la decadencia de nuestra existencia.

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 8/10

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