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The Doors recuerdan a Jim Morrison en el 40 aniversario de su muerte

El sector seis del cementerio Père Lachaise de París fue el más visitado el día de ayer. La tumba de Jim Morrison, líder de los Doors, volvió a convertirse en lugar de peregrinación para sus seguidores, pero ayer el motivo era mayor: se cumplían 40 años del fallecimiento del cantante. Hasta allí se desplazaron dos de sus compañeros, el teclista Ray Manzarek y el guitarrista Robby Kieger, para encender unas velas en su memoria. Ambos estuvieron acompañados por cientos de fans con fotos, poemas y botellas de whisky que también quisieron recordar al Rey Lagarto. El gran ausente fue John Densmore, batería de la banda. Manzarek y Kieger ofrecieron un pequeño concierto en el Bulevar Voltaire como Ray Manzarek & Robbie Krieger of The Doors al que acudieron fans de diferentes lugares del mundo. Dicen que en una galería cercana a Venice, donde nacieron The Doors, abrió una pequeña muestra con objetos de la banda. En España se proyectó la película de Oliver Stone sobre la banda y el grupo The Other Doors puso música al homenaje. Morrison falleció en la capital francesa en 1971, a los 27 años -igual que Jimmi Hendrix, Kurt Cobain o Janis Joplin– en extrañas circunstancias. La versión oficial dice que el cantante falleció de un paro cardíaco ocasionado por una sobredosis. Sus fans más acérrimos sostienen que sólo fingió su muerte para huir de la fama y que hoy en día sigue vivo porque lo han visto en un café de París o en un local de Los Ángeles. En aquellos años estaba vigente el «vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver» y, aunque resulte duro o suene triste, está más que comprobado que es la mejor manera de convertirse en una leyenda. Lo que olvidamos muchas veces es que esos jóvenes y bonitos cadáveres tenían sus propios demonios, haciendo alusión al epitafio de Morrison: «Cada quien su propio demonio».

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