Existen muy pocos músicos auténticos, cada vez menos. Uno de los últimos de estos raros especímenes talentosos responde al nombre de Ludovic Navarre. Este genio nacido en el recientemente malogrado barrio de St. Germain luce una modestia y un respeto por el arte de la música impropio de una era de imberbes jugando a cantantes y de música de usar y tirar. Su talento le llevó en los 90 a crear la banda de nu jazz definitiva. Perfeccionista como pocos y capaz de creaciones inmortales como Rose Rouge, fue capaz de decidir dejar la música tras un discazo como Boulevard. Afortunadamente su amenaza no se cumplió y siguió currando en otro par de discos de culto hasta un largo letargo tras otro bombazo sonoro como Tourist.
Su banda ha tardado 15 años en regalarnos más dosis divinas de esa electrónica mestiza emparentada con el jazz más puro, pero ha merecido la pena. El resultado de esta larga travesía en el desierto no podía llamarse de otra manera que St. Germain, el nombre del barrio donde empezó esta melodía única convertida en banda que reivindica el barrio clave de Francia tras los abominables ataques de unos chalados con barba. Este regreso es un motivo de satisfacción, un punto de encuentro con aquel sonido ahora reformado, más sinuoso y conceptual, pero con las mismas señas de identidad inmortales de sus inicios.
Live Nation nos ofrece la oportunidad de encontrarnos con Navarre y su tropa en el momento oportuno porque tratándose de St. Germain nunca se sabe si será la última ocasión de verles sobre el escenario. El próximo martes tenemos una ocasión única en Madrid para reivindicar al músico verdadero, al arte escondido detrás de la creación musical, en La Riviera. Una banda de ensueño nos espera antes de visitar también la sala Razzmatazz en Barcelona en otro evento para el recuerdo. No todos los días podemos ver un mito auténtico ante nosotros.