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Sonidos desde el limbo, concierto de Bardo Pond

Día 31 de Octubre. Halloween. Samaín, se le llama por estos lares. Escenario: MARCO (Museo Arte Contemporáneo de Vigo). Festival: SINSAL, novena edición.

Suenan sonidos desde el limbo. Música de redención. De una extraña liturgia. De elevación. De culto. De reflexión hacia un estado, mental quizás, superior. Aunque pueda parecer otra cosa hemos ido a un concierto. A un buen concierto. A un concierto de Bardo Pond. Un concierto en el que las atmósferas, las capas superpuestas de las guitarras de los hermanos Gibbons, la bruma eléctrica casí física, palpable, los ecos en la voz de Isobel nos trasladaron a un espacial purgatorio. Hay acordes disonantes, hay guitarras afiladas. Ruido. Gaviotas. Chirrios. Pero dentro de un todo. Un todo superior.

El bardo es un estadio intermedio, un estado de transicción, un axioma budista procedente del libro de los Muertos. Sería algo así como el estado entre una vida y otra. La siguiente. Dice google, que de esto sabe mucho, que en esto casos el alma lucha por alcarnzar el Nirvana y al no conseguirlo se reencarna en algo acorde con los méritos que hayas hecho en la vida anterior. Un estado de consciencia. Ideal para un día así, con la mitad de la gente pintada de esqueletos en las calles, andando entre los vivos y los muertos.
El «Pond» de Bardo Pond, quiere decir lago, un lago imaginario, donde los miembros del grupo pescan sus canciones. Pero vayamos al concierto. Bardo Pondo, banda de «psychedelphia», como los describen desde su sello, nótese el ingenioso juego de palabras entre Philadelphia y la psicodelia se presentó puntual, con una formación de dos guitarras, bajo batería y cantante-flautista. No vino el teclista.

Presentemos: Isobel Sollemberger, cantante y flauta travesera, John y Michael Gibbons a las guitarras y pedaleras, Clint Takeda, bajo (una forma de tocar el bajo muy libre y también con miles de pedales) y Jason Kourkonis, batería. Una banda totalmente independiente, que aunque tiene otros proyectos paralelos tienen trabajos fuera de la música, lo que les impide realizar grandes giras.

Ofrecieron una hora y cuarto de atmósferas hipnóticas, ritmos marcados, acordes repetitivos, secuencias ascendentes, descendentes, ecos en las voces, reverb. Tocando principalmente su último disco homónimo, con claras referencias a las drogas en sus canciones e intercalando el hipnotismo y la perturbación en sus canciones, su concierto se convirtió en una auténtica experiencia extra-sensorial. Los Gibbons y Takeda son los encargados de dibujar la senda de la canción por dónde quieran ir. Hay rock espacial, psicodelia, y postrock al fondo de la cocina, sírvase caliente. Hay una calma tensa. Y algo místico. Algo tribal, en sus canciones. Aunque las tribus no solían tener guitarras, amplis y pedaleras. Hay un sonido de ritual, quizá de los apalahoes o sioux, quizá haya algo de ellos, en el fondo. O quiza no de esos indios y más de la India. Pero, obviamente hay más carga metálica en las canciones, con la quebrante voz de Isobel cantando desde el más allá, cantos de sirena que nos llevan a embarrancar en tierra o a volar muy alto.

Es de agredecer los esfuerzos del Festival Sinsal por traer cada temporada a grupos de tanta calidad, desconocidos, en su mayoría para el gran público, pero con un valor artístico extraordinario.

Para más información sobre el grupo: http://www.firerecords.com/site/index.php?page=artists&artistid=00000000246

Te dejamos un pequeño vídeo del concierto:


Bardo Pond Festival Sinsal por likeamarmota

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