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Si cierro los ojos sigues existiendo. Concierto de Fee Reega

Si cierro los ojos sigues existiendo”. Permaneces ahí. En ese momento difuso, de neblina caliente. Ese momento en el que no diferencias si esto es la jodida realidad o es un jodido sueño. Y si es lo último (el sueño), entonces la realidad sigue siendo una mierda. Pero puede que hayamos “soñado lo mismo exactamente”, frame a frame. Sonambulancia contagia los sueños de Fee Reega y su dulzura mágnetica. Y si no fue un sueño entonces solo pudo ser en el Café Berlín de Madrid, arropado con su estética «lynchiana».

Fee juega con una dualidad, al menos, de realidades en la que nada es cierto y todo es verdad, y en la que subyace cierto misterio. El aura de misterio que la rodeaba y otros títulos. Te deja ver los quieres ver, oculta lo que quieres que oculte.  Estamos dentro en la sala. Sus luces rojas. Las butacas rojas.

Berlín se encuentra a 707 km de Balingen, ciudad en la que nació Fee Reega o una gran parte de ella. Se tardan 7 horas  y 26 minutos por la A9 y A81. Actualmente es la ruta más rápida porque evita retenciones en la A6. Creo que la otra parte nació en Asturies. Pero eso es solo una opinión. “Estas indicaciones se ofrecen solo a modo de planificación. Es posible que las obras, el tiempo, el tráfico u otros factores hagan variar el estado de las carreteras respecto a los resultados del mapa, por lo que deberías tener en cuenta estos aspectos al planificar la ruta. Debes respetar todas las señales y los avisos relacionados con la ruta”. Pero no estamos en ese Berlín. O quizás sí. La furgoneta te deja tirada justo al lado de la sala de concierto. Nada puede salir mal. Pasan la nieve, las aguas mansas, los valles hasta llegar aquí.

El concierto comienza con ella sola encima del escenario, voz y guitarra. Canta en alemán. Sola. “La ciudad de Balingen está enclavada en el corazón de la Jura de Suabia, en el suroeste de Alemania”. Su madre la llamó por teléfono para ir a verla a Berlín, pero era el otro Berlín.

Saludos. Nos sentamos. A ella le dije un día en un concierto que iba a ser feliz, y desde entonces lo está siendo. A lo mejor soy esa persona que le dice a otra cuándo será feliz, pero nunca encuentra su propia felicidad. A lo mejor soy esa persona que no se atreve a serlo. Pero no hablamos de mí. La perversión, la transgresión, la crudeza del disco La raptora se diluye y suaviza por los efluvios de la oniria y del arco que arrastra las cuerdas por la guitarra (de Javier Bejarano), provocando pequeños saltos entre realidades. Fee tiene la capacidad de traspasarte imágenes en sueños y despierta, con su voz.

Pero Fee Reega no está sola. Aparte de la guitarra y arco de Javier Bejarano, la guitarra de Dani Donkeyboy, Ibán Pérez a la batería (y producción del disco Sonambulancia) y el bajo. Partiendo de lo mínimo, hacia un sonido exquisito, con cambios en las estructuras de la parte rítmica y de la parte eléctrica. Las guitarras se ensucian y brillan, se arrastran con el arco y ganan peso cuando es necesario. Una parte emocional más de este «folk freudiano». Sonambulancia es el juego, la palabra por la imagen, la palabra nueva creada, el personaje.

Un día le dije a Ella que un día el fuego ardería bien. Y no sé lo que quise decir. Tequila es una canción brutal. Como Pito morado, como El gran bebedor, como El hombre que fuma heroína. El fantasma perverso, el fetiche, acunados con por un caballo que salta, salta y esa sonido que se deambula entre Big Star y algo más descarnado, más cercano al lo-fi. Las dos realidades. Se besan y se disuelven en distintas formas, como en un sueño, en el que si cierro los ojos siguen existiendo.

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