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Sam Smith en Madrid: un corazón hecho voz

Si al bueno de Sam Smith le dicen hace unos años que va a llenar estadios, no se lo cree. Si le llegan a decir que iba a ser una de las voces del momento, tampoco. Una mirada llena de humildad dice todo, casi como una voz que todo lo rompe.

A veces este tipo de conciertos supone un reto para el espectador y más para el crítico musical. ¿Y si me aburro? ¿Esto es lo que me gusta? Es complicado encasillarse pero ahí reside la magia de la música, en su versatilidad. Sam Smith podría salirse del perímetro de la música indie pero está muy feo colgar etiquetas. Al final, su trabajo le ha costado estar haciendo semejante proeza, crecer en cuatro años lo que le estaba casi quitando la vida.

Porque aunque tenga más de 9 millones de seguidores en las redes sociales, muestra siempre ese lado de anti estrella. Igual cabe en un festival con lo más cool del momento que se deja querer por bandas como Disclosure. Estos puntos nos empujaron a vivir en directo su show, presentando The Thrill of it all. Además de su voz, claro.

El público madrileño se la tenía un poco jurada por haber faltado a su cita con el Dcode, allá por 2015. Fueron razones médicas, pero la espina se quedó clavada. Eso sí, la benevolencia del público, fiel a estos eventos, hizo que vivieran su concierto sin rencores. 9000 personas, para ser exactos.

Con una escenografía muy cuidada y un mensaje de esperanza en las dos pantallas que nos regalaban los planos del londinense dio pistoletazo la velada. Sentado en una silla, solamente él iluminado. Un ejercicio de soledad entre él y su público. En todo momento y a pesar de las casi disculpas por tener un puñado de canciones deprimentes en su repertorio, Sam Smith mostró su lado más humano y próximo. Burning es la pieza que abre más de hora y media de concierto, en su versión más desnuda.

Su setlist es bastante estático pero cuando se tienen dos álbumes comprendemos que es difícil rotar las canciones. Pero al final uno se da cuenta que no es un problema si la interpretación llega a su punto cúspide. La voz de Sam, controlado a su puro antojo, lo hace todo. Aunque diremos casi todo: lleva una banda que apoya e incluso mejora las brillantes canciones que ofrece. Coros gospel, cuerdas y percusiones que dan sentido a sus creaciones. Una perfecta comunión.

Pronto nos topábamos con uno de sus singles más populares, I’m not the only one. Una de esas canciones tan autobiográficas que dan pavor. Uno llega a sentir cómo a veces estamos rotos por dentro, pero tenemos que seguir. Es la historia de Sam pero es la historia de muchas personas. Y esa mortalidad tan palpable es la que diferencia al divo del artista. No es un concierto para bailar, es un concierto para sentir.

Uno de los momentos más punteros de la noche se la llevó con la interpretación de la canción que fue banda sonora de una película del agente 007, Writing’s on the wall. Una vez más demuestra ese punto camaleónico, una voz clásica enfrascada en un cuerpo y mente del siglo XXI.

Hubo tiempo para reinventar dos de las canciones en las que colabora con Disclosure, Omen y Latch. Lo dicho, este concierto no tiene tintes 100% festivos pero de vez en cuando te descubres moviéndote dulcemente. Cabe todo y cabe encajando como debe. No es estrafalario, hay una apuesta por dejar que sea su voz la auténtica protagonista. No hay ego, todo lo contrario, hay cierta mirada de humildad. Cierto aire de sentirse afortunado de haber conseguido llegar aquí.

Money on my mind lo esperábamos como agua de mayo, una de esas rupturas musicales que hacen girar todo lo vivido. A pesar del éxtasis vivido sabíamos en el tobogán de sensaciones comenzaba la caída en picado hacia las baladas, como la bella Say It First. HIM  era uno de los últimos coletazos, con toda la carga emotiva que representa.

Hubo tiempo para los bises, donde la pirámide que valía de proyector daba paso a una escalera sin fin. La escalera que muchas veces subimos sin saber cuándo saldremos del caracol. Una bonita metáfora para alguien que ha vivido muy deprisa para tener apenas 25 años. Desde su propio púlpito nos cantó Palace para ir cerrando una noche muy intensa. Pray despidió a Sam del escenario, por el mismo camino por el que entró. Una silla, la soledad, aún rodeado de gente.

En resumen, hora y media de derroche vocal, sin elocuencias, cercanía. Una apuesta por dejar que sea la música quién gane. Nuestro más sincero aplauso.

Sam Smith, voz del futuro

Está claro que se merece con mención especial su posición actual en el mercado de la música. Con dos discos ha conseguido introducir su voz soul en formatos muy diversos, remontándonos a los clásicos, pero con ese punto millennial. Su actuación de anoche deja claro que tiene su hueco bien ganado y las alabanzas no son en vano. Una voz inolvidable y toda la vida por vivir. Carisma y humildad.

Nos gusta vivir estas cosas para contarlas. Todos merecemos una oportunidad. Nosotros se la dimos a Sam Smith y hemos ganado mucho.

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