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RUFUS WAINWRIGHT – OUT OF THE GAME

OUT OF THE GAME

Ha regresado una de las voces más prodigiosas e inimitables de nuestro tiempo. Lo ha hecho con nuevo disco y a poco ya de tenerle por nuestro país, Rufus Wainwright. Elegancia. Elegancia, en todas sus definiciones y elevada a la máxima potencia. Así, en una sola palabra, se puede definir y resumir el último disco de Wainwright. Bueno, el último y todos los discos que componen su carrera. Porque si por algo se caracteriza el neoyorquino/canadiense es por la sofisticación y el buen gusto en todo lo que hace. Clase, marca de la casa, que se imprime en cada uno de los temas también de este Out of the game, donde Rufus ha querido salirse de las normas más barrocas, experimentar en las reglas de su propio juego y probar por otros derroteros más cercanos al pop convencional y próximos a nombres propios y mayúsculos de la música como: Billy Joel, Elthon John, Freddie Mercury o David Bowie de quienes se ha inspirado para crear su nueva obra de arte.

Pero Out of the game es todo ello, mezclado y aderezado además, con su inconfundible manera de trabajar, lo que hace que este nuevo y séptimo disco sea algo distinto. Un disco que pretende acariciar, incluso, la música de baile en muchas ocasiones, aunque sin conseguirlo del todo. Quizá  también tiene que ver, en todo ello y en que el disco sea más accesible y ligero, menos grandilocuente, complejo, magno y melodramático que los anteriores, la tarea de su productor, Mark Ronson. Productor de bandas como Duran Duran o artistas como Amy Winehouse y de quien Rufus ha afirmado ser el ‘hombre más guapo de la tierra’.
En Out of the game, Wainwright se reafirma como alguien freak que está fuera de onda con respecto a la juventud de su tiempo y que juega solo en una liga que el mismo se ha inventado, apostando por los clásicos más líricos, quizá pasados de moda o todo lo contrario, atemporales. Aunque menos cantidad de lirismo y más arreglos setenteros es lo que esconde, precisamente, este nuevo disco.

Out of the game nos presenta a un Rufus maduro que hace balance, en todos los temas, de los episodios que han marcado esta última etapa de su vida. Principalmente y tomando como punto de partida la muerte de su madre, que empapó todo su disco anterior, All days are nights: Songs for Lulu, y en que desnudaba su alma junto a la única compañía de un piano. Un sentimiento de pérdida que retoma, de nuevo, en este último trabajo. Un recuerdo, el de su madre, que tiñe precisamente el tema que cierra el disco: Candles. Un tema delicado, melancólico, pero tremendamente bello.
Su reciente paternidad con la hija de Leonard Cohen, también es uno de los acontecimientos más importantes que han marcado a Rufus en la creación de su disco como se aprecia en Montauk. Canción tierna donde las haya.
Por último, la relación con su pareja y próxima boda, pronostican un futuro feliz tras las sacudidas del pasado, lo que hace que Out of the game sea un disco más optimista que el resto y quizá por ello más liviano. El mismo Wainwright afirma que ‘este nuevo disco tiene dos caras, en la primera hay una sensación de alivio, ligereza y alegría por disfrutar de la vida’. Y bien es cierto y fácil de distinguir una parte más festiva y exultante, la inicial, de otra más intima y reflexiva, que pone el broche final.

Out of the game comienza chispeante, a modo de ópera rock, de aquellas que tanto le gustan al neoyorkino y que tanto le han inspirado en su creación artística. Gran recibimiento, gran anfitrión está hecho ‘Wainwright’, en esa bienvenida por todo lo alto que nos ofrece el tema que da nombre al disco: Out of the game. Rufus se pone sus mejores galas para darnos la bienvenida. Deliciosa manera de abrir su séptimo trabajo y de reencontrarnos con el gran Wainwright y su voz, a la que echábamos de menos y que sigue poniéndonos la piel de gallina sin esfuerzo. Pero, ¡oh, sorpresa! en este disco nos encontramos con un Rufus algo distinto, que no peor, influido por los sonidos de otra época, la de los setenta. E aquí la mano de su productor.

No perdemos el buen humor inicial, los aires de fiesta, en Jericho. Tema de melodía contagiosa y donde los coros góspel son los protagonistas. Una canción que crece a cada segundo, con un cambio de ritmo trepidante hacia la mitad del mismo. SENSUALIDAD. Sensualidad, respira y desprende el tema que le sigue con nombre de mujer: Rashida. Una canción de lo más sugerente que en la voz de Rufus se torna de lo más tentadora.
Y de una canción con nombre de mujer, Rashida, a otra, Barbara. Una de las canciones más 70’s  del disco, y dedicada. Y es que muchos de los temas de este trabajo tienen destinatario. En este caso la homenajeada es una gran amiga del artista. Amiga, y mánager de Wainwright que le catapultó al éxito en Gran Bretaña. Una canción que habla de amor, de amistad, con unos arreglos que siguen desprendiendo mucha sofisticación.
A Barbara le sigue la alegre Wellcome to the ball, y tras ella, la mágica Montauk, dedicada a su pequeña. Una canción que se abre camino, suave, al piano. Un tema,  que es como un cuento de hadas, algo onírico.
Le sigue la original Bitter tears donde Rufus se atreve con notas de synth pop. Y tras este experimento, nos encontramos con Respectable dive, que se balancea placida y que resulta deliciosamente bella. Un tema clásico, donde Rufus puede lucirse como sólo él sabe, que podría no tener fin y ser el acompañamiento perfecto para una velada romántica. Aunque igual eso ya no se lleva. Los tiempos están cambiando. Pero Wainwright es un clásico de los que no quedan y quien escribe estas letras una romanticona de pro que está muy a favor de que no se pierdan las buenas costumbres y el buen gusto y Rufus Wainwright es el BUEN GUSTO personificado.

Perfect man, tiene swing. Engancha. Estamos ante un tema que prometía ser para Pet Shop Boys, pero que Neil Tennant rechazó por tener demasiados acordes. ¿Demasiados? Nunca es demasiado para Rufus. Para él, lo complejo nunca no supone un problema, sino más bien un reto. Y una vez escuchado, nos preguntamos ¿cómo hubiera sonado de mano de Pet Shop Boys? Porque Wainwright se lo ha llevado a su terreno de tal manera, que parece casi imposible imaginarlo en otras manos, otras voces. En este tema Rufus además, cuenta con la compañía de su hermana Martha, de quien se ha arropado tantas y tantas veces.
Sometimes you need le sigue los pasos. Se trata de un tema adorable donde Wainwright cuenta con otra compañía, en este caso la de su amigo Sean Lennon. Sí, esa guitarra acústica que abre el tema suena por obra y arte del hijísimo de Lennon.

Song of you, balada dedicada a su futuro marido, desprende ternura y anticipa la llegada de un final emocionante, emotivo y homenaje a su madre, con Candles de la que ya os hemos hablado.
Candles, es la elegida pues para que Rufus se despida como si nos diera un beso. Cálido, cariñoso. Una despedida entrañable que cierra un disco que esconde a un Wainwright con doble cara y algo distinto, quizá algo más maduro y fortalecido por todo lo que ha acontecido en su vida en los últimos años. Episodios, más dulces o más amargos, que se reflejan perfectamente en un espejo en forma de doce canciones que son en esencia el Rufus de siempre, aunque menos barroco, excesivo y lírico. Un Rufus Wainwright que mantiene impoluta su elegancia. Elegancia refinada, clásica y algo cabaretera. Todo ello, sellos de identidad, marcas de la casa de un artista único de nuestro tiempo con vocación de clásico. Sus discos son increíblemente atemporales y es un gusto recurrir a cualquiera de ellos cuando nos plazca una buena dosis de sofisticación que nos haga olvidar que vivimos en un mundo, a veces, algo feo y ramplón.

Y a modo de nota al pie, para los despistados, recordar que Rufus Wainwright está a punto de recalar en Barcelona, ni más ni menos que la semana que viene en el marco del San Miguel Primavera Sound y para Crazyminds web su show está marcado en rojo (y purpurina) en la agenda de apuestas seguras. Y es que pronosticamos que la voz de Wainwright va a estremecer a más de uno en unos días. Es por ello que nuestras mejores galas ya están preparadas y lustrosas para recibir, como se merece, a este galán de la música en pleno siglo XXI.

NOTA CRAZYMINDS: 7,5 / 10 

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