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LUIS BREA – HIPOTENUSA

HIPOTENUSA Llevo demasiadas semanas esperando este disco. Fecha anunciada: 14 de febrero. Consecuencias: cada vez que alguien me preguntaba cuándo era San Valentín sabía responderle con exactitud los días que faltaban. Yo, que ni con ni sin he querido corazones rojos tal día como este. Yo, que no soporto los bombones, ni hoy ni nunca. Y la gente me mira extrañada. Pienso hacia mis adentros («claro, el martes, el día que sale Hipotenusa, hombre»). Y, entonces, lo reconozco, doctor, aunque sea grave, no me queda más remedio: «soy bastante punk».

Pero los punks también tenemos días felices, aunque no haya santos de por medio. Aunque no haya gominolas rojas de por medio. Aunque nuestras bañeras de espuma sean esta. Oye, qué pasa, tenemos sentimientos. Y, por eso, estamos contentos de haber podido escuchar, de una vez por todas, este primer LP de Luis Brea, que tanto ansiábamos.

¿Sabes lo que nos pasa a los que somos punks de verdad? Que no acabamos haciendo anuncios de bancos, y que seguimos pronunciando punk y no «pank». Que no nos importa el futuro, ni los planes de pensiones porque el pasado ya pesa bastante y porque hemos recibido por todos los lados y de todos los colores. ¿Sabes lo que nos pasa a los que somos bastante punks de verdad? Que necesitamos discos como este para sobrevivir y poder seguir riéndonos, eternamente, de nosotros mismos, del golpe que nos dimos ayer y de ese que -¡cuidado, cuidado!- te amenaza por la espalda. Que este 14 de febrero nos hemos enamorado por enésima vez en nuestra vida. Nos hemos enamorado de un disco y de un señor, un disco que lleva por título Hipotenusa yde un señor que lleva por nombre Luis Brea y ha sabido leernos los pliegues.

Pero dejemos de lado el punk. ¿Qué pasa con este disco? Que es una genialidad. Que se burla de todo, porque sí, porque yo lo quiero, y «porque el mundo me ha hecho así». La ironía no es impostura en estas canciones, sino sinceridad rotunda. Algo que no podría estar mejor dicho. Luis Brea consigue bajarse del pedestal para convertirse en nuestro ídolo, porque los ídolos, a estas alturas, si nos quedan a la altura de los ojos mejor. Y ahí está el, desde bajo, viviendo en una especie de «lado salvaje» que no es tanto atrezzo, como lo fuera aquel de los que acabaron haciendo anuncios de bancos, como condición existencial. Me atrevo a decir que si Luis respira porque está vivo Luis se rebela y se burla porque respira. Y esto hace mucha falta. El amor también. Pero esto más. Porque nos están acobardando de tristeza, nos van apartando a un lado por seguir empeñados en reírnos de todo y nos señalan con el dedo. Porque si no no hay espacio para el amor.

Sin embargo, esta colección de ocho canciones (que, por cierto, sabe a poco), descubre nuevos caminos para la huida, para la fuga, para el escape, para la demencia y para la cordura hiriente. A pesar de que consigamos que algo funcione «automáticamente» (Automáticamente), acabaremos reconociendo que «como no puedo ser bueno ni ser inteligente, me dedico a ser malo, sistemáticamente». A pesar de que durmamos todas las noches (o todos los días, quién sabe) sin mayor drama por conciliar el sueño, encontrar una canción como La caída resume nuestra duermevela y el lado más sincero de nuestro pensamiento y podríamos adoptarla como himno, podríamos ensalzarla como la mejor canción del disco, la que sintetiza todo lo bueno (y todo lo malo, que también nos gusta) de Luis Brea. Exhibición de indolencia dolida, de golpe tras golpe, de no siento nada porque ya lo he sentido todo demasiado, cadáver exquisito que engarza preguntas despistadas («¿cómo dices que te llamas?»), con principios («no se regala el corazón»), con confesiones («yo que nunca tuve color ni lado preferido, muy pocas victorias, y de ellas ningún testigo»), con miedos y certezas («a veces me reconozco entre mis enemigos»), con retazos del paisaje («filas de olivos, filas de olivos»), con imágenes de lo cotidiano y del sentimiento al margen («pelusa por el suelo junto a un corazón ondulado»), con frases de campañas publicitarias que se quedaron grabadas en nuestro inconsciente («sigue buscando, hay muchos premios, patatas matutano»), con esa fuerza distinta que nos permite seguir viviendo así, desde ahí («enseguida me levanto, sólo un minuto más, enseguida me levanto, la caída es lo de menos»)… y así hasta acabar con todo el inventario.

Por eso, pero también por la sinceridad de Dos rombos, por la lucidez de Vuelve, por la broma, voluntaria o involuntaria, que nos ha gastado vía Spotify haciéndonos creer que Dicen por ahí o que Bastante punk, canciones que ya conocíamos de Brea iban a ser dos de esas ocho, y por mucho más, algunos estamos muy contentos, y tenemos ganas de meternos contigo, por ejemplo, que lees estas líneas. Porque, nos vas a perdonar, pero no podemos evitar reírnos de todo, ser perezosos, ser malas personas y hasta (¡oh!) llevarnos «el boli del hotel» y coleccionar «actrices porno rusas», «catetos, luego modernos, luego hipotenusas», «imágenes de cosas que creo que he soñado», «imágenes del Fary y un torito bravo» e «imágenes de Cristo que me han acojonado» (Imágenes).

Entre tanto moderneo, qué bien sienta una dosis de canción de autor de verdad, de autor que se deja la sangre y que se nos mete en la sangre, de autor irreverente y tan iracundo como zen, de autor que sabe jugar a los contrarios.

Y ahora vais a tener que perdonarme, pero escribo esto la noche de San Valentín y tengo una cita con mi disco preferido del año (mucho vais a tener que currároslo para que me arrepienta de esta frase), al que voy a escuchar por quinta vez consecutiva. Por cierto, Luis, por favor, sigue haciendo lo que te dé la gana. Ah, y gracias a Marxophone, nuestro barman favorito, por este cóctel que mezcla a Julio Iglesias, a María Jiménez, a la Duquesa de Alba, a la Pantoja, al último grupo que alardee de experimental, a lo más castizo de Madriz, a Cortázar, a la artesanía del cantautor más puro y a la electricidad de todos aquellos que todavía tienen electricidad. Y usted, doctor, ¿lo ve?, no era tan grave, se me pasa pronto, simplemente inyécteme aquí mi ración de buen humor y de mala hostia.

PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 9/10.

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