Si algo tuvo la segunda y última jornada del festival vitoriano fue punk. El sábado 23 de junio no sólo estaba encabezado por Joan Jett and The Blackhearts, sino que a la diva rockera la acompañaron durante la noche otras formaciones con clara sintonía con el género. Tras el paso de Van Morrison por Mendizabala el día anterior, quedó claro que la ex-Runaways era el gran reclamo del evento, ya que se notó una mayor afluencia de público.
Como apunte, que me pareció curioso, este sábado todas las bandas que pasaron por los dos escenarios grandes llevaron algún tipo de decorado. En cambio, el viernes no se vio ni una sola lona representativa, ni siquiera en las actuaciones más destacadas.
Así pues, les tocó abrir a los jóvenes bilbaínos Mamagigi’s, los únicos sin ningún tipo de lona decorativa. Al cuarteto le tocó el peor horario posible, con un calor que apretaba más que la tarde anterior y con una gran cantidad de peña que no había ni entrado al recinto. Pese a tener una media de espectadores notablemente baja, lo combatieron con humor y consiguieron levantar los aplausos del respetable, que iba creciendo en número.
La siguiente actuación empezó a acercar el punk al Azkena Rock Festival. Los estadounidenses Lords of Altamont salieron a escena con mucha fuerza y desde el primer momento se notó que el gran protagonista iba a ser el órgano de Jake Cavaliere, vocalista de los angelinos. Cavaliere, a quien vimos estático hace unos meses en Bilbao en la gira de The Sonics, cambió completamente el chip y se entregó a fondo. Con actitud temeraria se subía constantemente a su instrumento y lo mostraba al público una y otra vez. Incluso invitó a un asistente a subirse al escenario para que tocara unas teclas en Get In The Car, dejando un momento cómico.
Al acabar, llegó el turno de la banda vasca por excelencia de los últimos veinte años. Berri Txarrak volvían a Vitoria y al Azkena Rock, donde actuaron en 2006 como bien recordó Gorka Urbizu. El repertorio del trío se centró en los dos últimos discos, aunque los momentos más destacados llegaron con Hitzen Oinarri Ahula, con un mensaje en contra de la libertad de ‘La manada’; Denak Ez Du Balio, en la que pusieron a saltar a Mendizabala; y Oreka, muy coreada y aplaudida. Fue un bolo de una hora que supo a poco y que podría haber mejorado en cuanto a la lista de canciones que tocaron los navarros.
Primera vez en España
Sin tiempo casi para descansar, aparecieron en el escenario God los británicos Mott The Hoople. Se trataba de la primera actuación en España de una banda histórica y que se ha “reunido” en 2018 para dar unos pocos bolos, uno de ellos en el Azkena Rock. Cinco músicos acompañaron a los tres miembros de la formación, con Ian Hunter al frente, el único original y el vocalista del grupo. A él se sumaron unos entregados Morgan Fisher a los teclados y Ariel Bender a la eléctrica.
Tras una intro algo descafeinada, sonó uno de los clásicos del combinado, The Golden Age Of Rock And Roll. La primera parte del concierto fue algo anodina en ciertos momentos, con Sweet Jane sobresaliendo gracias al empuje de Fisher, a quien le sirvieron una copa de champán en pleno bolo. Sin embargo, la mejor parte del show comenzó cuando Hunter se enfundó la guitarra con forma de trébol. A partir de ahí sonaron eléctricos y soltaron la traca final con All The Way From Memphis, Violence y All The Young Dudes a la cabeza.
The Dream Syndicate, apabullantes
Mientras Turbonegro presentaban su nuevo disco, ROCKNROLL MACHINE, y versionaban a Queen, había que coger sitio para el que a la postre sería el mejor concierto del Azkena Rock 2018. The Dream Syndicate, con un elegante Steve Wynn al frente, llegaban para presentar su espléndido disco How Did I Find Myself Here?, con el que volvieron a publicar material propio casi 30 años después. El resultado fue impecable y en una hora de bolo ofrecieron buena parte del material, seis de ocho temas.
Hubo momentos estelares en la canción homónima del disco o el clásico The Days of Wine and Roses. Las viejas las interpretaron en cuarteto y un quinto miembro se incorporó a las nuevas piezas a los teclados. Apabullaron en los interludios instrumentales comandados por la versatilidad en la guitarra del más joven del grupo, Jason Victor. No hubo nada que sobrara en una actuación que cerraron con otro clásico, Tell Me When It’s Over.
La realidad del mito
Después de maravillarnos con The Dream Syndicate, era difícil que lo que hiciera Joan Jett nos sorprendiera. Junto a sus Blackhearts, Jett entró algo desubicada al concierto. Sonaron Victim of Circumstance y Cherry Bomb, de su etapa Runaways, pero ella parecía tener problemas para oír la guitarra de su compañero. Los problemas parecieron solucionarse, aunque el concierto entró en un tramo monótono y en el que el repertorio no parecía dar para más.
No hubo grandes giros instrumentales en la hora y veinte larga con bis incluido. Un bis algo atípico, ya que ni siquiera salieron del escenario. Antes de llegar a ese punto, hilvanaron tres de sus grandes éxitos: I Love Rock And Roll, la versión de The Arrows y que fue un imán de teléfonos móviles; y las coreadas Crimson and Clover y I Hate Myself For Loving You, la dupla más destacada de un show que sirvió para hacer realidad el mito de muchos seguidores, pero también para verificar que Joan Jett no destaca por su amplia colección de canciones.
Final atronador
Antes de que Gluecifer pusieran punto y final a la experiencia por todo lo alto, Carlos Vudú y El Clan Jukebox hicieron el homenaje a Tom Petty que iban a realizar Urge Overkill antes de su caída del cartel. Más allá de que los invitados no tuvieron el cartel que se anunciaba en un primer momento (destacó Nat Simons en las dos canciones que interpretó), aquello no pasó de un bonito detalle a una leyenda del rock que falleció el pasado año.
Por último, pero no menos importante, Gluecifer sirvieron un atronador concierto para concluir el Azkena Rock 2018. Los nórdicos se han reunido este año después de años de parón y demostraron porqué tanta insistencia en su regreso. I Got A War fue una dosis de adrenalina a una audiencia entregada al vocalista Biff Malibu y compañía. Éste tuvo algún problema con el micro al comienzo de concierto y se fue por las ramas en el tramo final, hasta repartió caramelos en las primeras filas. Aun así, en cuanto a sonido y ritmo fue el mejor final posible al festival rockero por excelencia de España.