Fecha: 8 de Septiembre de 2012
Lugar: Sala Copérnico (Madrid)
El otro día hablando con unos amigos me preguntaban: “Pero, ¿a qué suena Jens Lekman?” Estuve unos minutos (in)quieta, pensando. Nos guste o no siempre hay una etiqueta para estas cosas.
No hubo manera. No supe qué decir.
Eso fue antes de verle. Después de lo que les voy a contar a lo mejor me hubiera incluso reído. No sé.
La cita, la primera importante de este comienzo de otoño era en Madrid. Concretamente en la Sala Copérnico. Minutos antes, mientras dentro sonaba La Casa del Árbol, fuera, sobre el asfalto, caía una lluvia espesa como si alguien ahí arriba hubiese estado leyendo a Federico Moccia últimamente. Lluvia de llanto adolescente. Lluvia como para arrastrar todas las ideas preconcebidas que pueda llevar uno a cualquier lugar y bajar las escaleras de la sala a todo correr, expectante.
Cuando La Casa del Árbol terminó con el dueto final a cappella, bueno, alrededor de veinte minutos después, salía al escenario “la corte” de Jens. Y lo de Jens Lekman está por encima del bien y del mal.
Piano, violín, batería y bajo acompañaban al músico sueco. Dos chicas y dos chicos con un nivel digno de seguir los pasos de nuestro hombre con gorra. Es curioso, no hay forma de hacer que destape su cabeza literalmente, pero sus canciones nos acercan de manera fiel a todo, o casi todo lo que ha vivido Jens Lekman.
Con el recién estrenado I Know What Love Isn´t (Secretly Canadian, 2012) bajo el brazo sus ojos y su tez claros, salían dispuestos a revolvernos a través de canciones como: Erica America, The End of The World is Bigger Than Love, An Argument With Myself, Waiting For Kirsten, The Opposite of Allelujah.
Lo mejor de todo es que muchos de nosotros, por las caras, entrábamos sin saber bien cómo, esperando recibir un puñado de canciones tristes. Pero no. Jens sabe lo que hace. No es que ese “puñado de canciones tristes” sea innecesario. Pero después del recital de alegría y humor inteligente con el que, ahora sí, sabemos que es capaz de deleitar… pues bien. Todos contentos.
Casi al final del concierto con A Postcard to Nina. La última canción de la noche. La mejor canción de la noche. Dispuso toda una historia, la historia de su canción, de primera mano, con un ingenio notable y esa cara que se le enciende a uno en las manos cuando está contando algo que le apetece. Así esbozaba una sonrisa mientras provocaba todas las demás.
Y generaba la sensación de estar en un club nocturno de alguna ciudad más grande, Londres quizá o incluso Nueva York, cómodos. Muy cómodos. Mientras en la calle seguía lloviendo. Claro que, bajo la gorra de Jens, ¡qué importaba!
Él dice que ha trabajado duro para ser un imbécil. Que no lo deje.
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