InicioNoticias – ArchivoJay Jay Johanson: hechizo de una noche escandinava

Jay Jay Johanson: hechizo de una noche escandinava

Fecha: 25 de Octubre de 2012

Lugar: Matadero (Madrid)

Déjame que te cuente cómo la aurora se posó sobre Madrid un 25 de octubre. Déjame confesarte los sentimientos desenmascarados por un trovador que desnuda su alma en una nave del Matadero. Déjate llevar por esas líneas inexactas de un suceso sin importancia.

El ruido de la ciudad transita Paseo de la Chopera abajo cuando las prisas de la vida moderna se ceban con el reloj, imperturbable, cercano a la física y alejado de la química humana. Esa que fija sus propios biorritmos. El hastío por un mundo en decadencia y las penurias de la vida cotidiana se desvanecen a medida que llegaba el momento del encuentro con Escandinavia. Cabañas de madera, vegetación de atrezzo y una tarima gobernada por dos toros enfrentados. Esa es la fórmula sueca del éxito: intimidad y confort. Un decorado de cuento de hadas para los habitantes del siglo XXI.

Sobre aquella tarima apareció Jay con su teclista y unas caras impasibles en un poderoso blanco y negro proyectadas sobre una pantalla. Coronando la escena, unas cristaleras forman un arco en el que se vislumbraban nubes de tormenta coloreadas por el irreal brillo de la ciudad.

El impacto visual provocado por el entorno crea el nexo de unión perfecto para conectar la mente a una nueva realidad. La que dictaba aquella voz. Mediante un espasmo en la columna se advierte que algo ha cambiado en nuestras mentes. Formateo cerebral a manos de la poesía. Lentamente las cabezas entre el público adquieren un ritmo uniforme y se movimiento al unísono cual péndulo. Las emociones viajan a la velocidad de la luz a base de ritmos con una producción tan artesanal como personal.

Me sacude una sensación de intimidad en medio de una multitud. Un contraste aunque ninguna incoherencia. Cosas de Jay Jay y su melodiosa voz. Comienza el repaso a una vida marcada por la sensibilidad y el talento. La sencillez siempre es el primer paso hacia la genialidad. Sin ningún artificio, la conexión sensorial entre todos los desconocidos de la sala se hace más notoria. Los ojos se evaden buscando nuevas realidades que expliquen sus propias existencias.

El hechizo se rompe cuando aparece la imagen del escritorio de Windows en la pantalla. Error del Vj, sonrisa de Jay. La magia regresa. La naturalidad es un don en estos casos. Se encadenan Time will show me, She doesn’t live here anymore, Far Away o la maravillosa The girl I love Is gone. Jay sigue impasible aunque regala cierta sonrisa y alguna expresión de gratitud a un público entregado. Suicide in painless, So tell the girls that I am back in town, On the radio. La temperatura de la sala crece. Las canciones tienen un impacto cuyo efecto hipnótico entre la concurrencia crece en proporción al tiempo transcurrido desde su creación. Tomorrow, Skeletal, Rocks in pockets o Requiem. El concierto enfila la recta final.

Las valquirias en forma de corcheas nos transportan hacia la inmensidad mientras curan nuestras heridas espirituales. Nuestro tímido Odín del Trip-Hop se despide con modestia de unos acólitos que no podrán agradecerle lo suficiente la sesión de paz mental que acaban de recibir. Nunca un cliché definió tan bien el estado mental de un asistente a un concierto. Así se acababa el Días Nórdicos, un festín cultural tan brillante y fugaz como si de un destello boreal se tratase.

Síguenos en Facebook:

¡Y también en twitter!


spot_img