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Iván Ferreiro: playas, ciencia ficción y pasión

Fotografía: Victoria Espinoza

No podía haber mejor cierre de año para nosotros, no. En realidad, no existía. El año se acabó el 22 de diciembre, con todos los que importan.

Iván Ferreiro no necesitaba una velada en el Palacio de los Deportes/Barclaycard Arena/WiZink Center/qué será lo siguiente para demostrar lo que vale, pero está claro que este recinto marca un paso de tamaño agigantado a quién osa llenarlo. Es decir, quién debuta en este ruedo y lo hace bien, sabe que anotará este hito histórico en su registro de éxitos acumulados.

Casa es un disco amable, algo triste a la par que alegre. Casa eres tú y soy yo, es la vida de Iván o no, al final, es la de cualquiera. Todos amamos con toda el alma y sufrimos por ello, criticamos el sistema y nos mofamos de él, el paso el tiempo, la nostalgia; pero está claro que él pone letra a nuestras vidas con toda maestría, convirtiéndole en el mejor compositor de las últimas décadas.

No lo digo yo, lo dice una generación que crecimos con él, experimentamos y al final, nos hicimos mayores perdiéndonos en sus creaciones. El artista gallego ha puesto vida a mis dramas, éxitos y celebraciones.

Más de 6.000 almas se dieron cita el pasado jueves, en el formato ring de este edificio de identidad perdida, para vivir lo que podía ser una noche épica, por muchos motivos: trabajo recién sacado, puñados de grandes temas y unos compañeros de banda de primera división, la liga de las estrellas del sector musical.

Un escenario imponente nos esperaba y es que, minuto a minuto descubrimos una puesta en escena absolutamente abrumadora y trabajada, sin hacer perder la atención a la música pero acompañando sutilmente a cada acorde. Un maridaje perfecto, creando un espectáculo de primer orden.

La entrada al escenario se hace, como ya spoileamos en Valladolid, con la banda sonora de The Leftovers; una de las mejores series de los últimos años y que cuyo hilo conductor es la existencia humana, ¿Profundo, no? Sí, pero es que a veces se nos olvida pensar en ello. Solo Iván y me permitiré el lujo de llamarle así, con esa sensación de confianza y camaradería que él nos da en todo momento, podría usar la música de este TV show, dónde además la música cobra una relevancia casi vital en el desarrollo de los capítulos.

(Sería una mentirosa, mentirosa si no dijera que este detalle me conquista desde el minuto uno).

Sale la banda escena y sabes que de todas esas manos y esas cabezas pensantes sólo podría salir algo maravilloso. Podríamos estar en el lugar más ruin que el engranaje sonaría a música celestial. Ricky Falker, Amaro Ferreiro, Emilio Sáinz, Sergio Valdehita y Xavi Molero componen el equipo de trabajo perfecto, un elenco de sabiduría y pasión que nos hace levitar.

Podrían salir a quemar la mecha, pero no, Iván se sienta al piano y nos regala para entrar en materia Dioses de la distorsión, un medio tiempo pausado de esos que te invitan a viajar por la mente y cerrar los ojos para que todo fluya por dentro. Le secunda el Bosón de Higgs, uno de los temás más oscuros de su luminoso Valmiñor-Madrid: Historia y cronología del mundo, predecesor de Casa y una de las canciones más increíbles que tiene en su repertorio.

¿Por qué digo que Iván es uno de los mejores compositores que podemos ver? Creo que es el único que de una sola canción puede sacar dos, creando giros inesperados, una retórica difícil de recitar, una complejidad que nos deja a la altura de la nada. Brutal es ver que lo que empieza con unos pianos cálidos explotará en cualquier momento.

Todo los discos reflejan un estado de ánimo: la rabia, la soledad, la alegría. Los temas siempre recurrentes: la playa, la ciencia, la casa. Si prestas atención a sus letras, siempre hay pistas para futuras canciones, como si cada álbum fuera un camino y el siguiente fuera la llegada. Hay que ser muy bueno para hilar así.

Con el tema homónimo decide romper esa solemnidad  y explotamos de alegría, un júbilo colectivo. Iván hace de este recinto su Casa, ahora vivo aquí por unos minutos, lanzando puñales como el aburrimiento es mi peor conversación o estaban todos los que importan. Se desnuda a cada verso, frunce el ceño, baila como si estuviera solo; un auténtico ejercicio de honestidad nos golpea en la cara.

Se permite un pequeño retroceso en el tiempo con Inerte, de Los Piratas. Parece que poco a poco las canciones de la legendaria formación caben en el set list aunque él mismo admita cierta lejanía al cantarlas ahora. Aunque suena diferente gracias a los arreglos finales, nos da una bofetada de nostalgia. Esta noche salimos magullados en todos los sentidos.

Toda la verdad y Canciones para el tiempo y la distancia también son una regresión aunque menos marcada, pero no duda en hacernos pasear por su discografía, sin tapujos. Un Iván crecido, seguro, sentido domina el escenario, acompañado por grandes artesanos, aunque él se sienta pequeño y feo. Es un gran hombre.

Pájaro Azul nos hace despegar de los pies del suelo y dedicarnos al suave contoneo, el clima se relaja y se vuelve festivo, no toca pensar, toca bailar. Es un camaleón, las piezas elegidas nos hacen pasar por todos los estados posibles. El viaje de Chihiro suena diferente a otras ocasiones pero nos convence, nos gusta volver a descubrir nuevos ángulos de las canciones, cómo todo evoluciona, hasta los sonidos pautados. Todas esas cosas buenas nos devuelven a la actualidad, al momento, al motivo de la cita.

Para mí La Otra Mitad es el hit del disco, ésa que te apetece cantar a gritos y su interpretación no decepciona, nos invita a seguir sus pasos y buscar la distensión, pensar un poco y reírnos de nuestro cuadro político.

Para mí, momento a destacar. Laniakea nos devuelve a un rock más cargado, que en este disco ha tomado bastante relevancia. Dies Irae es puro rock trasnochado, canalla, en algunos puntos nos recuerda a Love of Lesbian o Mi Capitán; letra descarada y actitud sobrada, excelente. Una vez la canción tiene su cara y cruz, sus episodios de paz y guerra.

Tupolev nos devuelve al blanco y negro, y nos recuerda a la intensidad interpretativa de Extrema Pobreza que sonará después, cortes apasionados, viscerales. Hay que usar más esta palabra.

NYC es un clásico en su repertorio, que enlaza con El pensamiento circular, el primer adelanto y que nos dio la clave de este sabor agridulce que tiene este último largo, una paz bañada en sentimientos encontrados, como esas noches en las que uno no duerme hasta las tantas porque algo le ronda por la cabeza.

La explosión llegó de la mano de Años 80, esa canción intergeneracional que provocó el lleno absoluto en el conciertos ya que un rango de edades convivían y claramente se debe a himnos como éste. En Los restos del amor nos trajo a un invitado de lujo como es Martí, de Mucho y es que no podía haber una canción más idónea para que pueda cantar la desgarradora voz del líder de esta formación, como si hubiera sido diseñada para él, aunque fuera idea de Egon Soda.

E insisto en el concepto de intergeneracional. Me emociona en el alma ver como artistas consagrados cuentan con promesas emergentes, con la cantera nacional. Me gusta ver como todo está conectado y unas bandas beben de otras, se quieren y se aprecian. Para mí esto es magia, el resurgimiento de la huella independiente. Muero de amor.

La parte final del repertorio fue de auténtico infarto y eso que nos hemos dejado algunas sin mencionar. Como conocí a vuestra madre, la costumbrista SPNB se adelantaban a a Promesas que no valen nada, cuyo sonido ha evolucionado maravillosamente y ha ganado con el tiempo, enlazándose con Insurrección de El Último de la Fila, porque Iván valora el presente pero no olvida el pasado.

El Equilibrio es imposible, la coreada Turnedo y El Dormilón ponían el broche de oro a casi dos horas y media de directo, que se dice pronto, un lujo del siglo XXI en un entorno donde muchas bandas no les tiembla el pulso en dedicar al respetable no más de hora y media, como si fuera algo de rigor.

¿Se puede poner nota a semejante proeza? Que no sea yo quién evalúe esta noche tan valiente, tan honesta, tan brillante. Regresiones a discrección, Iván brillando a cada instante, una banda que pone en marcha la maquinaria onírica del gallego y nosotros alucinando cómo uno de los mejores artistas de nuestros lares cerraba el telón con la certeza de que había firmado uno de sus mejores días.

No des las gracias por estar ahí, el placer es nuestro.

 

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