Fecha: 5 de Julio de 2011 Lugar: Sala Caracol (Madrid) Un fan que haya crecido, padecido y madurado musicalmente con la obra de Greg Dulli quizá podría echarle en cara unas cuantas cosas a su ídolo. La primera de todas, y la principal, es la afrenta que supuso la disolución de Afghan Whigs, una inolvidable banda de los 90’s que desapareció del mapa en el cénit de su trayectoria y tras la descomunal trilogía Gentlemen-Black Love-1965. Corría el año 1998, Dulli se encontraba en una permanente alianza con las musas y costó encajar una noticia así. También resulta evidente que algo se perdió en el camino. Durante estos últimos años, el músico de Ohio se ha embarcado en bastantes proyectos, ha girado en solitario y con dos formaciones (la que nos ocupa y Gutter Twins), pero muchos añoran la intensidad, el desgarro y el fulgor compositivo de canciones como What Jail Is Like, My Enemy o John The Baptist. Canciones con empaque, con vocación de eternidad, canciones como catedrales con capacidad de marcarte la vida. Afghan Whigs, sobre todo en la segunda mitad de su carrera, las ofrecía con regocijante frecuencia. Cuesta encontrarlas en la obra de Dulli a partir de 1998. Por suerte, ayer en la madrileña Sala Caracol, y en la primera visita a una sala española de Twilight Singers, el robusto cantante las exhibió ante una audiencia entregada. Si bien es cierto que habrá que asumir la crueldad de que Afghan Whigs difícilmente volverán a existir, hay que reconocer a Dulli su clase, su inmenso oficio, su respeto a los fans. Y qué diablos, seguir firmando y ejecutando canciones muy estimables, esporádicamente brillantes. Quizá no es el que fue, pero muchos de su generación deberían sacar papel y boli y contemplar cómo se puede cumplir años y quemar etapas con dignidad. Quizá no es el que fue, pero es que nadie, o casi nadie, es el que fue, convendría matizar. Para bien o para mal. Tras una actuación telonera muy intensa y apreciable por parte de La Buena Esperanza, y revestida de un sonido excelso, Last Night In Town se encargó de prender la mecha a un concierto muy sólido de Twilight Singers, aderezado por un repertorio con inevitables lagunas pero bastante bien confeccionado, y que fue poco a poco desplegando las alas y enseñando las fauces, fue claramente de menos a más. Es un recurso fácil acusar a Dulli de componer sus últimas obras con el piloto automático, y algo de verdad hay en ello, pero también hay que aplaudirle por un álbum como Dynamite Steps, uno de los más destacables que ha cuajado con Twilight Singers. Y ahí nació el primer momento cumbre de la velada, una The Beginning Of The End tocada con mucho sentimiento, un tema de embelesadora sencillez que imprimió corazón y temperatura al concierto. Hubo momentos prescindibles, no muy afortunados (Forty Dollars, Fat City), pero la cosa se vino arriba con una hermosísima versión de Too Tough To Die, pieza creada por Martina Topley Bird, y que fue ejecutada con una sutileza encomiable. La banda se iba engrasando, Dulli se contoneaba y daba rienda a su faceta más comunicativa, los arrebatos rockeros y el alma soul casaban cada vez mejor y Dave Rosser se destapaba como un guitarrista espléndido, sobrio pero con infinito estilo. Gunshots fue otro momento muy vitoreado. Pero el delirio en la sala, sin duda la cúspide de la actuación, llegó con Teenage Wristband, probablemente la mejor canción que haya ofrecido al mundo Dulli tras la fatídica disolución, y que anoche sonó con esa mezcla de dulzura y azufre, con ese hipnótico teclado y las cuerdas vocales de Dulli flirteando con la rotura, con ese aroma primerizo del Dulli más abierto en canal, más vulnerable, más inspirado y memorable. Un bis muy potente, donde destacó el encadenado de The Killer (otra de las composiciones más irresistibles de la banda, con Dulli derrochando magnetismo con el teclado) y On The Corner, canción muy magnética de Dynamite Steps, finiquitó una velada donde la nostalgia y los arrebatos de emoción se entremezclaron para, en última instancia, saldarse con un buen sabor de boca, con un agradable regusto de que, si bien The Afghan Whigs no habitan entre nosotros, al menos nos queda a su profeta en forma, a uno de los escasos supervivientes de los benditos 90’s que, sin ningún paso en falso, sin ningún episodio sonrojante en su currículum, continúan prolíficamente y año tras año forjando su leyenda.