InicioConciertos - ArchivoGlass Animals: Sueño y realidad

Glass Animals: Sueño y realidad

Foto: David Arias.

 

La música sin atmósfera sería un páramo vacío. Resulta complicado transmitir esas sensaciones que envuelven a una canción en directo y a veces se pierden en intenciones inacabadas. Los músicos suele unir los dos mundos contrapuestos que confluyen en tu interior. La imaginación y los sentidos se fusionan para crear una imagen poderosa que contrasta con la realidad. Siempre esperas que los ahijados musicales de Paul Epworth, el talentoso productor de Florence + The Machine, The Rapture, Adele o Crystal Fighters, sean capaces de eso y mucho más pero el nivel de unas buenas canciones no siempre garantiza que la realidad esté a la altura de la imaginación.

Ante una semivacía sala Charada que va entrando poco a poco en combustión nos entretenemos con el pop fresco con reminiscencias ochenteras de Pacosan, una banda barcelonesa que aporta dinamismo y ganas a esa espera que va convocando a una creciente masa de público. El telonero se despide ante una Charada a reventar que se impacienta por ver a los nuevos cachorros de la música británica. Esta sala y sus leds maliciosos tienen un encanto especial, muy cercano. La concentración se evapora al techo mientras en el escenario diferentes problemas técnicos impiden el comienzo del recital. Cuando bajo la cabeza me doy cuenta de que la realidad no va a tener nada que ver con el encanto que mi caprichosa mente ha fabricado para envolver este momento.

Me encuentro rodeado de un sinfín de adolescentes británicas que se maquillan de forma generosa para llamar la atención de sus amantes imaginarios mientras éstos se pierden en cables y soluciones que no llegan. La burbuja se rompe y me encuentro en el epicentro de un presunto universo musical mojabragas, que no se donde me va a llevar. La banda comparece, pide disculpas y se desboca con una guitarra prestada por Pacosan. Los estrógenos vuelan y los bailes de las chicas anglosajonas hacen las delicias de la sala Charada.

El arranque del concierto es tan caótico que lo convierte en algo único. Los pupilos de Epworth comienzan su desfile por la mente de sus admiradoras con Psylla y sobre todo con Black Mambo, esa pieza de orfebrería que fusiona los 90 con nuestra realidad a base de Trip-Hop, pop y una ambientación exquisita. Las fans estallan de júbilo satisfechas mientras me desespero por esos acoples que destrozan los deliciosos bajos del tema. Los chicos de Oxford no solo salen airosos de los problemas sino que a base de movimientos espasmódicos, simpatía y un buen hacer extraño en una banda tan novel, se meten a su público en el bolsillo. Quizás de manera demasiado sencilla.

El single Gooey me reintroduce en mis viejos temores conceptuales. Ese sensación maliciosa visita temas como Walla Walla o Intruxx que mi juguetona imaginación había situado en situaciones de alcoba más que en plena campiña inglesa. Poco a poco se va entrando en calor y conseguimos olvidarnos del entorno y disfrutar de temas como Toes o Flip, que suenan exquisitamente bien. La banda se despide con Wyrd en medio de proposiciones de sus fans y mucho ambiente británico. No hay bises porque ya todo es más similar a una taberna de Bristol que al Charada. La autenticidad y los viajes siempre se agradecen.

Ellos se van, al igual que tras ellos se irán las amables guiris que les siguieron en su debut en Madrid. El local nos obsequia con el Zombie de Fela Kuti para cerrar la velada. Mis caderas no lo resisten y se ponen a bailar pensando en la diferencia de escuchar y ver a Glass Animals. Seguimos divididos entre razón y sueño. Quizás sea necesaria otra ocasión para reivindicarse con un público más maduro o un par de años de trayectoria. De lo que pueden presumir los chicos de Epworth es de tener una energía vital en directo acorde con una música que genera atmósferas únicas. No obstante, les agradecemos que nos hayan traído un pedacito soñado del Reino Unido, casi sin saberlo, en medio de estos tiempos donde la realidad mutila a la imaginación.

spot_img