Debería estar prohibido morirse en Nochebuena. Deberían inventar una nueva ley de esas que los gobiernos se sacan de la manga y que prohibiera morir en fechas señaladas. Aunque claro, si hablamos de Germán Coppini, quizás no debería haber fecha determinada ni fiesta de guardar que se cruzara para anunciar su muerte.
En el momento álgido en el que las redes sociales estaban atestadas de buenos deseos navideños, ñoñerías, vídeos emotivos y mucha literatura, me encontré cómo Antonio Luque, alias Sr Chinarro, escribía en 140 caracteres la muerte del que fuera el primer cantante de Siniestro Total y posteriormente fundador de Golpes Bajos, Germán Coppini. Tras este primer comentario, empecé a leer emotivos obituarios hacia el artista, querido y valorado tanto por contemporáneos suyos como generaciones posteriores que agradecían eternamente su influencia musical.
Trovador contemporáneo, nos dejó para siempre el día 24 de diciembre tras luchar contra una larga enfermedad hepática durante varios años. Su último trabajó lo lanzó durante este año 2013, pero deja un legado tras muchísimos años en activo, colaborando con grandes figuras de la música de ahora y de siempre: Alaska, Miguel Rivera (Maga)…y poniendo música a los años 80, desde Galicia con amor, en una de las épocas más doradas de la historia de la música en esa región.
¿Y qué ocurre cuándo un artista fallece? Que queda su obra. Para siempre, intacta. Inalterable. Germán se ha ido, pero siempre nos quedará su música, su tenebrismo, su voz zarandeando en nuestras cabezas. Nadie se espera morir tan joven. Y ya no es por el que se muere, sino por los que se quedan.
Tras la inesperada marcha de Germán, aunque firmada en parte, sólo podemos afirmar que son malos tiempos para la lírica. Y para otras cuantas cosas más.
D.E.P Germán Coppini
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