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Etta James sigue aquí.

ETTA JAMES

Estamos obsesionados con la música como industria, y para eso solamente hace falta dar una mirada a las noticias de las últimas horas. Quién paga, quién deja de pagar, quién tiene la culpa, quién tiene el derecho… y, sin embargo, algo sobrevuela a todo esto: la música no es otra cosa que arte, emoción, expresión del hecho de ser humano por excelencia. Sobrevuela, digo, sí, porque sobrevuela como un ángel, como algo sin cuerpo, que está por encima de mercados, hackers y demás parafernalia, pasada y actual. Por eso mismo, que precisamente cuando todo ha estallado en ese sentido tengamos que hacer frente a la noticia de la muerte de alguien como Etta James es especialmente paradójico, y muy didáctico.

Se ha acabado, físicamente, Etta James. Una tarde de un 20 de enero su cuerpo decidió dejar de funcionar, en compañía de su marido y de sus hijos. Ya estaba bien. Después de haber superado su adicción a la heroína y sus problemas con la obesidad durante toda su vida, de haber sido diagnosticada de hepatitis C y de demencia senil y de llevar casi dos años luchando contra la leucemia, cuatro días antes de cumplir los 74 años, Etta James se ha esfumado, porque su cuerpo no ha aguantado más. Y, sin embargo, todos estamos seguros de que no nos abandonará nunca. Su voz, su forma de expresarse, su existencia tan dolorosa como mítica, la mantendrán siempre así.

No ha sido fácil la muerte de Etta, llevaba más de un mes ingresada en fase terminal en un hospital de Los Angeles y demasiados años enferma. Su vida tampoco fue excesivamente fácil, pero algo fue una constante: su capacidad para hacer música, para expresar con la música, para llenarlo todo de música, para convertirse ella misma en música. A pesar de ser conocida como uno de los principales iconos del Rythm and Blues, Etta podía hacerlo todo, como se encargó de recordar su agente y amiga Lupe de León, en el momento de dar la noticia de su muerte: «era verdaderamente única y podía cantarlo todo».

Tanto es así que, con una carrera iniciada de forma tirando a modesta como cantante de coro de Gospel, Etta acabó consiguiendo cosas como, por ejemplo, hacer eternamente suya la canción At Last, después de que la hubiéramos escuchado, principalmente, con las versiones de Glenn Miller y su orquesta o del mismísimo Nat King Cole. Pero ahora la canción y Etta estarán unidas para siempre. Aunque Beyoncé se dedicara a cantarla el día de la investidura de Obama… sobre lo que aquí no se va a opinar porque ya lo hizo la propia Etta, calificándolo de «fraude».

La voz de Etta, negra como ella sola y profundamente sentida, hace recordar las voces de grandes entre las grandes. Y grandes, con todos mis respetos, no son las que hoy en día se empeñan en hacer música negra, con mayor o menor acierto. Grandes son Billie Holiday, Dinah Washington, o Peggy Lee, por ejemplo, y por citar solamente voces femeninas. Un pequeño parnaso de voces donde no tiene acceso todo el mundo, un pequeño parnaso de voces que, como la de Etta, no son sensibles a los desvaríos de la mercadotecnia actual. Un pequeño parnaso de voces siempre vivas, como esa extraña especie de flores llamadas así («siemprevivas»).

Etta se ha ido, pero vamos a seguir escuchándola por siempre. Así pues, por una vida dedicada a la música y al sentimiento, al desgarrado vínculo de lo humano con lo doloroso, esta noche deberíamos cerrar los ojos y pensar en Etta, escuchándola, sin miedo a abusar del volumen. Etta no es solamente At Last, ni mucho menos. Afortunadamente, Etta consiguió pronto el reconocimiento que se merecía, gozó del favor del público y pudo dedicar su vida a sentir la música con la que su cuerpo vibraba como pocos otros. También la dedicó al desencanto, a la lucha, pero no nos pongamos melancólicos. Simplemente reflexionemos, paremos los motores, y si la melancolía pega demasiado fuerte recordémosla gritando Don’t Cry Baby, porque todo puede tener remedio en un mundo en el que una voz puede seguir aquí, haciéndonos a todos un poco mejores, como una vibración eterna y deliciosa del aire, después de que se extinga un cuerpo.

Y, si alguien cree que esto es exageración, que calle y mire esto:

 

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