Y renace con una potencia que, si bien no llega al cenit intelectual y artísticamente construido en The Dark Knight, sí absorbe sobremanera en un laberinto agresivo y apoteósico en el universo Nolan.
La brillantez ya nos la brindó con The Dark Knight y esperar algo similar sin el sublime Heath Ledger en su interpretación oscura, absorbente y exquisitamente ‘caótica’ de ese ‘querido’ villano llamado Joker era difícilmente asumible.
Brindémosle un homenaje:
Tediosas son las comparaciones, pero lógicamente inevitables, sobre todo cuando el listón se puso a un nivel considerable poniendo a la misma altura la balanza que sopesa arte e industria. Cuando saboreamos lo bueno es difícil no criticar algo que no sea igual o mejor y en este caso la balanza se ha desequilibrado pero Christopher Nolan no deja de ser un artista.
Gotham necesita a Batman (Christian Bale) y éste, tras ocho años en oscuridad y silencio, renace cuál fénix para salvar la ciudad. El empuje que necesita para desplegar sus alas se lo da una ladrona llamada Selise (Anne Athaway) por quien siente tal curiosidad que hace que salga de su agujero negro. A partir de entonces se crea una trama en la que Batman será sometido por el principal villano de esta última entrega, una corpulenta mole física llamada Bane (Tom Hardy), a límites que alcanzarán lindes muy altas.
El caos vuelve a ser el arma contra Gotham y, pese a que hace estragos en la ciudad, este caos es el que no resulta tan ‘caóticamente’ perfecto como en su anterior entrega. Entiéndanme tales conceptos dentro de este universo fílmico con el logo de un murciélago a la cabeza pues, una iba en dirección hacia la teoría del caos explícitamente mencionada, y la otra se ha encaminado a ser mucho más espectacular en términos hollywoodienses. No obstante, el film no decepciona y logra introducir al espectador en el impacto de unas imágenes que, acompañadas del espectacular trabajo de sonido que ofrece la película, convergen en una colisión visual digna de verse cuyo guión, indiscutiblemente firmado por los hnos. Nolan, nos hace zigzaguear entre giros con-textuales sobre todo en la última hora de la película tras una base bien asentada al comienzo de la misma.
Si algo trasciende de las entregas de Nolan es la intención de trasladar a un superhéroe a nuestra realidad, es decir, mostrar la humanidad de ese hombre ‘anónimo’ que lucha contra el mal; su mensaje es claro: tras la capa y el antifaz cualquiera puede ser Batman… cualquiera puede ser el superhéroe. Y el intento se convierte en logro salvando las distancias… pues tal y como dice el ‘gran murciélago’ cualquiera puede ser un héroe, hasta el hombre que con su chaqueta arropa a un indefenso niño que siente frío.
En esta línea digno es de mencionar los detalles que hay en el trasfondo de un film de superhéroes realizado por Nolan, detalles que salen a la superficie y calan al espectador con gran facilidad emocional. Y es que, el presente director, no hace una simple película impactante de golpe y puñetazo, del bien contra el mal y el bueno contra el malo, no, Nolan reluce creando controversia en cada personaje y cada uno de ellos tiene una lucha interna y un objetivo que cumplir. Pero Nolan sigue sin quedarse en la base en este sentido, y lo lleva aún más allá en la línea emocional. En tal premisa juega un papel importante alguien que puede resultar banal para la historia: el mayordomo. Sí, Alfred (Michael Caine), el mayordomo que ha criado a Batman con y sin máscara, ése que toca a la puerta de la humanidad con algo muy básico en la vida: el miedo a la muerte. Miedo a que Bruce Wayne muera porque recordemos, Batman es humano, Batman puede morir. Y paradójicamente, aunque no casual y de eso ya se encarga Nolan, el miedo a la muerte es lo que hace renacer al héroe.
PUNTUACIÓN CRAZYMINDS: 8/10
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