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Entrevista Crazymids con… Luis Brea.

LUIS BREA
Luciendo disco recién salido del horno, feliz, contento, y en plena prueba de sonido previa a su concierto en Murcia el pasado 8 de Marzo, Luis Brea habla con nosotros un rato para explicarnos alguno de sus devenires y para dejarnos claro que, se ponga como se ponga, no sabe dejar de hacer lo que le da la gana, cosa que a nosotros nos alegra mucho.

 

 

CRAZYMINDS: Parece que hay una cierta tendencia a relacionar tus letras de forma directa con la ciudad de Madrid, convirtiéndote en una especie de cronista de sus noches. ¿Hasta qué punto te influye realmente Madrid? ¿Crees que retratas una realidad que solamente es posible encontrar allí o por el contrario crees que es algo que se puede llevar a cualquier otro lugar, o, al menos, a cualquier otro lugar urbano?

LUIS BREA: Pues no es que lo crea, es que es un hecho, que se puede encontrar en otros sitios. Lo que pasa es que, claro, la manera local puede estar en una determinada forma de contarlo o una musicalidad del lenguaje, no sé… Pero creo que lo que cuento es si no universal desde luego bastante occidental. No me considero un representante de Madrid, sino un representante de mí mismo, de las cosas que me pasan a mí, y eso incluye muchas cosas que me pasan en Madrid, pero que también me pasan en otros sitios, de hecho muchas de las canciones están escritas en Alemania y cuentan cosas de allí. No, no me considero un abanderado de nada más que de las cosas que me pasan. Es posible que, como soy de Madrid, se me note un poco el acento y tal, pero tampoco intento evitarlo.

C.M.: Otra cosa en la que coincide toda la crítica respecto a ti, y en la que tú mismo te reafirmas, es en una renuncia al indie, en una especie de vocación de escapar de esa etiqueta, como si te rebelaras, ¿eso te da una sensación de orfandad de referentes, como puede parecerles a muchos, o más bien te amplía el repertorio de referentes y de espejos donde mirarte?

L.B.: No, no, desde luego amplía. La verdad es que estoy viendo en muchos medios de comunicación lo del rollo postindie, yo estoy diciendo que sí, pero no, no, no, la rebelación es una rebelación contra mí mismo, contra los límites que yo me he impuesto siempre como compositor y como creador de música y de letras. Digamos que estoy un poco cansado de hacer un ejercicio estilístico que tenga siempre las mismas historias y las mismas premisas. Sin embargo, de alguna manera, la verdad es que yo en mi casa me reconozco disfrutando de muchos más estilos de los que consideramos como indies, y yo no quiero renunciar a eso, y me apetece mucho hacer mis canciones, mis textos, y utilizar estos canales, que van desde el soul a la rumba para expresarme, y la revolución es desde luego contra mí mismo. Con los demás, al contrario, de hecho, no sé, Los Planetas, por ejemplo, son un grupo que me mola. Pero sí que hay toda una etapa musical, en Madrid, en Vigo, de Golpes Bajos, de movida madrileña, de un montón de historias, donde también se creaba de manera independiente y que a mí me apetece recuperar. No se trata de joder la marrana a nadie, sino de recogerlo todo, y cada uno que escuche lo que le salga de los cojones.

C. M.: Está claro que te gusta experimentar con la voz, que le buscas todos los registros, que quieres que cada canción suene de una forma propia, pero a eso se suma el hecho de que, también, en tus vídeos, sueles participar mucho en el juego interpretativo. ¿Hasta dónde crees que llegan tus dotes como actor?

L.B.: Es posible que a veces sea más actor que cantante. Aunque nunca me lo he planteado así. Lo que pasa es que, según me da, puedo hacer una cosa u otra, es producto del momento. En Hipotenusa, por ejemplo, en Dos Rombos, utilizo una voz muy grave, pero porque la noche anterior había sido bastante dura y nos levantamos… todos con esa voz. Pareció oportuno, hicimos la prueba, dijimos “esto suena así, nos gusta”, pero es fruto del momento, de algo completamente espontáneo, que nos gustaba mucho y lo dejamos. Igual que me apetece explorar estilos musicales, pues me apetece explorar diferentes registros, ir yendo según me da, según vaya la vida.

C. M.: Y disfrazarte y eso tampoco parece algo que te importe mucho…

L.B.: No, no, qué va, me gusta, lo paso bien. Lo pasé muy bien haciendo Dicen por Ahí, la grabación me encantó, excepto que fue una putada tener que pasarme cuatro horas metido en una bañera y que casi me ahogo ahí dentro… Pero, sí, no tengo ningún problema en ese sentido, vamos.

C. M.: ¿Y qué hay de tu aspecto? ¿Realmente eres “tan así” como quieres hacer creer o forma parte de una estrategia para desvincularte de una forma de cantar y de componer estrictamente autobiográfica y a la que reconoces que quieres renunciar?

L.B.: En cuanto a la estética, nos molaba mucho ir un poco de negro, con las gafas de sol…

C. M.: ¿Pero vistes así cuando vas a comprar el pan?

L.B.: (Se ríe) Sí, sí que voy así. No sé bien qué es lo que empezó primero, si vestir así en directo o al revés, pero a día de hoy es la forma en la que visto habitualmente. En ese sentido no hay una especie de voluntad ni nada. Visto así, visto así.

C. M.: Alguien que ha estudiado psicología tiene que saber lo que hay dentro de él que “funciona automáticamente”, ¿no? ¿Tienes claro a lo que te refieres con eso o estás tan perdido como todos?

L.B.: Realmente, ser psicólogo a lo único que te ayuda es a darte algunas herramientas para que tú descubras por ti mismo lo que tienes dentro. Ya procesos del inconsciente muy profundos creo que no. Aunque es un poco freudiana la canción, sí, aquello de no saber bien por qué se toman determinadas decisiones… Pero en esta canción soy meramente descriptivo, ni siquiera planteo ninguna cuestión ni nada, digo algo que pasa y ya está, luego ya cada uno es el responsable de ver un poco por qué lo hace.

C. M.: También llama la atención que un psicólogo, que estará más que instruido en la técnica del psicoanálisis y en el funcionamiento del inconsciente, construya sus canciones –especialmente Imágenes, pero todas en general- como a base de trozos, de recuerdos, como un cadáver exquisito, o, dicho en otras palabras, como recién escupido por el lenguaje fragmentario del inconsciente, ¿hasta qué punto es voluntario esto?

L.B.: Sí, es voluntario, lo es. Es un poco pictórico también, ¿no? Así como impresionista, la pincelada… Me mola trabajar con frases sueltas, juntarlas y hacer un poco de Frankenstein. Lo bueno es que al final ellas solas acaban tomando un sentido, y eso me atrae muchísimo, porque me da la impresión de que es algo que yo no controlo y que se ponen de acuerdo entre ellas, que yo simplemente me dedico a juntarlas. Es algo que me gusta mucho, una cosa muy del lenguaje, muy inquietante, esa tendencia a autoagruparse y darse un sentido, como si hubiera un médium que lo mueve o algo así.

C. M.: Y sigues metiéndote de lleno en la psicología cuando repites en uno y otro medio que La Caída es tu canción “más de autoayuda”. ¿Por qué tienes esto tan claro? ¿Qué es lo que enseña según tú?

L.B.: Bueno, en realidad yo creo que lo que plantea es que independientemente de lo que puedas tener alrededor, de las circunstancias adversas o no, la fuerza de la voluntad de cada uno puede ser mucho más fuerte de lo que creemos muchas veces, pese a que a veces te desanimas por historias y te olvidas. Es la canción en la que me pongo un poco más serio de Hipotenusa, pero me apetecía un poco también.

C. M.: Y… acabando con la parte psicológica o psicoanalítica, ¿es sano eso de darle voz al odio y al desprecio hacia lo humano?

L.B.: Tampoco es que yo maneje el odio demasiado…

C. M.: Pero no renuncias a él…

L.B.: Claro, es que, date cuenta que estamos en una sociedad en la que cosas como el odio, la rabia, y todo ese rollo, está permitido, pero en muy pocos sitios. Por ejemplo, no puedes llegar al curro y empezar a dar gritos o pegar una hostia encima de la mesa. La expresión de esas emociones, que creo que es sano tener contacto con ellas, reconocerlas, tiene que darse en un espacio determinado. En realidad, yo creo que el rock n’ roll, en sus orígenes, definió ese espacio donde salirte de la estructura social, gritar un poco y tomar contacto con esa rabia. En mi caso, yo tengo ese espacio particular y lo comparto en el escenario y en los discos, y es muy sano y un lujo poder ejercitar ese tipo de situaciones negativas para saber que tenemos muy cerca y lo necesitamos. Creo que esta respuesta sí que está siendo demasiado psicológica… Bah, que sí, que es sano que tomemos contacto con emociones negativas, saber que están ahí, que no nos den miedo, saber qué hacer con ellas, saber canalizarlas.

C. M.: En la música de casi todos los tiempos ha habido una especie de batalla entre el malditismo y el humor. Unos apuestan por uno, otros por otro, y tú parece que los obligas a casarse. ¿Qué tal se llevan?

L.B.: Es que lo que pasa es que el humor es un filtro donde al final rebajas mucha tensión, y un sitio muy elegante para hacer reflexiones, deshacerte de situaciones embarazosas… y, claro, sí que combinan bien, es un buen combinado. A mí desde luego me funciona y, esto sí, lo hago “automáticamente”.

C. M.: Has sacado disco con Marxophone, lo cual es todo un lujo, ¿cuál es tu relación con el resto de músicos que trabajan con ellos?

L.B.: La verdad es que no nos hemos visto mucho, con quien más relación tengo es con algún músico de los que va con Nacho (Vegas)  y tal, que lo conozco de la época en la que trabajaba en el bar. Me refiero a David (Abraham Boba), a quien conozco bastante de cuando estaba currando en el Fotomatón, de hecho creo que fue la primera persona que me dijo “oye tío, esto está guay, dale”. Me animó mucho desde el principio.

C. M.: Y, para acabar, vayamos al principio, que es el título. He leído y escuchado unas cuantas interpretaciones del mismo, aunque tú te resistes a adscribirte a ninguna de ellas, ¿cómo va la recolección de significados que se le van dando?, ¿te sorprende?, ¿la esperabas?, ¿hay alguno que te haya descolocado especialmente?

L.B.: Pues… hay una que es muy divertida y que me mola mucho, que es que yo soy la hipotenusa y que Jorge (Martí Climent) y Hadrien (Fregnac) son los catetos (se ríe), ahí flipé, porque no había nada de eso, al menos voluntariamente, aunque podemos volver con Freud y el inconsciente y nunca se sabe. Quizás es la que más me ha flipado: yo la hipotenusa y estos dos los catetos, elevados al cuadrado, además. Pero ya irán saliendo cositas por ahí, ha habido alguna que otra diferente, pero no la recuerdo ahora mismo.

C. M.: O sea, que tampoco ha habido ninguna que hayas dicho “Dios mío, ¿hasta dónde ha podido llegar esto?

L.B.: No, todavía no me he escandalizado, aunque lo estoy deseando.

C. M.: Pues, nada, si te escandalizas nos lo cuentas, intentaré enterarme, a ver si lo consigo. Y ya te dejo que pruebes bien, y nos vemos ya en el concierto de mañana. Muchas gracias.

L.B.: Claro que sí, ya nos vemos. Gracias.

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