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Enfermedades mentales vs música: Una carrera de fondo con final abierto

Toda actividad frenética y en este caso la música puede entramar sus riesgos si la fama no está bien gestionada. Y la verdad, suponemos que el ritmo loco que llevan muchos artistas les lleva a situaciones límites, tanto por evolución natural como por el uso incontrolado de sustancias psicotrópicas.

El otro día nos levantamos con el titular de que Malcolm Young, guitarrista y cofundador de la banda AC/DC no podrá seguir ni la grabación del disco ni mucho menos la gira por tener demencia. A pesar de su relativa juventud (61 años) apenas recuerda nada y está bajo tratamiento. No es el primer caso ni evidentemente será el último en el que una enfermedad mental trunca la carrera musical de alguien.

Si nos remontamos a los años 60, tenemos el caso de Syd Barrett, que fue el primer compositor y líder de la legendaria banda inglesa Pink Floyd. Aunque tuvo un efímero paso por la formación, el incipiente éxito de Pink Floyd y su juventud le llevaron a abusar del LSD, tanto, que era incapaz de diferenciar la realidad de la imaginación y acabó con trastornos mentales severos aunque su muerte no se debió a ninguna enfermedad mental, sino a un cáncer.

Lo llamativo de este caso es que la banda quedó tan marcada por la actitud de Syd que muchas de sus letras venían inspiradas por sus volátiles pensamientos, como Comfortably Numb. Aunque él no estuviera en la formación, seguía presente de alguna manera.

Y está claro que este tipo de problemas están presentes hasta en las mejores familias. Brian Wilson, de The Beach Boys, cuya música nos lleva a los paraísos californianos, tuvo una infancia marcada por los continuos abusos psicológicos de su padre hacía él. Estos episodios pasados le repercutieron cuando ya estaba en la banda y le provocaba crisis nerviosas tan agudas que tuvo que retirarse muchas veces de las mastodónticas giras, en especial, la del año 1965.

Pero Brian Wilson no mejoró sino que empezó a adquirir una serie de manías excéntricas como encender hogueras y obligando a la orquesta que acompañaba a llevar cascos de bomberos para poder grabar Fire, entre otras cosas. Sus alucinaciones, acompañadas de un abuso de alcohol y drogas, le provocaron comportamientos errantes, lo que le hacía viajar con un terapeuta en sus giras. Lo que nunca esperó es que el Doctor Landy, que así se llamaba, agravó su situación ya que tras recetarle ciertos medicamentos, a Wilson se le detectó dos enfermedades mentales: Desorden esquizoafectivo y discinesia. Todo esto acabó en juicio.

Otro caso que además acabó en tragedia moderna fue la vida de Ian Curtis. A pesar de su juventud (murió con 23 años), el cantante de Joy Division era una persona taciturna, nostálgica y que además, tenía epilepsia y agorafobia. Sobre todo la primera enfermedad mental diagnosticada se fue agravando con los años impidiéndole tener una relación normal con la sociedad, sobre todo con su mujer, de la cual se acabó separando.

Sus letras eran el fiel reflejo de una vida hermética y desdichada y sus últimos momentos los pasó en compañía del disco The Idiot, de Iggy Pop. Mientras escuchaba el disco, decidió quitarse la vida.

Otro artista que tuvo problemas físicos derivados de un trastorno psicológico fue Meat Loaf. En el año 1981, estuvo aquejado de una infección de garganta que le retiró de la música durante muchos meses y a pesar de probar todo tipo de tratamiento, se llegó a la conclusión que esa dolencia derivada de una enfermedad psicológica transitoria por la presión a la que estaba sometido con motivo de una gran deuda económica.

Michael Jackson también sufrió lo suyo a nivel psicológico: Al margen de todas las rarezas que rodeaban su figura y los múltiples escándalos, sufría anorexia nerviosa porque su mayor obsesión era estar escuálido como un verdadero bailarín. Su dieta desequilibrada y sus trastornos mentales hicieron que su salud se tambaleara.

Otra estrella de rock que se vio afectada por una enfermedad mental fue el líder de la banda australiana The Vines, Craig Nicholls. Para él, escribir canciones era una salida a sus pensamientos, pero fue en 2005 cuando, tras una serie de comportamientos anómalos se le detectó síndrome de Asperger. Tras unos meses de tratamiento y una medicación severa, pudo seguir dedicándose a la música hasta hoy. Esta misma dolencia le afecta a la cantante mexicana Ximena Sariñana, pero que ella misma admite que se puede vivir con ello.

Daniel Jonston es un ejemplo actual de que los trastornos mentales y la vida dedicada a la música son compatibles, hasta cierto punto. Diagnosticado con un trastorno bipolar, se balancea entre el comportamiento infantil y desvariado, usando como inspiración a personajes de comics o la religión a niveles extremos. En cierta ocasión tuvo un enfrentamiento con su padre, que conducía un avión de pequeño tamaño y casi le cuesta la vida. Tras ese episodio, pasó tiempo recluido en un centro psiquiátrico. A pesar de todo, es considerado un genio y muchos músicos le consideran una fuente de inspiración.

El trastorno bipolar es un mal común en muchos artistas: Lo tienen desde Sinead O’Connor a Axl Rose pasando por Sting. Está claro que la presión y mundo de la farándula no debe ayudar a llevar una vida estable emocionalmente y posiblemente si añadimos altas dosis de creatividad en sus cabezas, la historia se puede complicar.

Muchos de estos nombres asociaron sus enfermedades mentales con un estado de hipersensibilidad porque socialmente es difícil reconocer que uno sufre algún tipo de trastorno psicológico: La sociedad no suele estar preparada para asumir este tipo de comportamientos.

Sin duda, aunque algunos de los casos hayan sido provocados también por el uso de sustancias nocivas y son el reflejo de una vida caótica, son en parte un ejemplo de que se puede brillar y convivir con estas enfermedades, aunque por desgracia, algunos ya no están aquí para contarlo.

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