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El mundo del pop y la crisis económica.

LORI MEYERS
En la sección de cultura de El Mundo, ha aparecido un reportaje titulado El pinchazo del pop en España, en la cual se nos da una visión de cómo funcionaban las actuaciones gratuitas o con precios por entrada muy bajos de grupos de pop nacional ya consagrados. Y es que, obviamente, dichas actuaciones se fundamentaban en subvenciones por parte de los ayuntamientos que sustentaban todo el caché del artista, la producción, la SGAE y los impuestos relacionados.

Pero, según nos cuenta este reportaje, con la crisis, este sistema ha caído como un gigante con los pies de barro, y de golpe artistas como Monica Naranjo, Pereza o M Clan se encuentran en una situación diferente. Siguen girando pero han reducido su caché (algunos artistas llegaron a cobrar la friolera de 100.000 euros por actuación) y ahora tienen más dependencia de una audiencia que quiera pagar una entrada a precios de mercado para irlos a ver. También hay que tener en cuenta a los promotores, que se financiaban con la subvención que les permitía realizar una macro concierto sin necesidad de recurrir al préstamo bancario con el riesgo y el costo que implica, y que algunos de ellos, años después de dichas actuaciones, no han cobrado las subvenciones prometidas y han tenido que liquidarse y desaparecer.

Una vez el grifo se ha cerrado, sólo quedan reflexiones de esta situación tan extremadamente surrealista. Todos estos miles de euros de fondos público invertidos en un solo concierto a grupos ya conocidos por el gran público, y a los que la radio y la prensa escrita les da eco, ¿realmente eran necesarios? Es bueno soñar lo que se podría haber hecho con ellos invirtiéndolos en infraestructuras (ayudas a las salas a insonorizarlas, por ejemplo), subvenciones a artistas para ayudarlos con sus proyectos musicales, fondos para las promotoras de nueva creación, u otros activos que permanezcan en el tiempo y generen un valor añadido para cuidar la escena local. En el fondo, si son dineros públicos pagados por nuestros impuestos se tendrían que repartir en todo tipo de músicos y no sólo los que son deudores de las radiofórmulas, que ya están en la cresta de la ola, y  que ratifican lo que se dice de esta industria: subir es muy difícil, pero cuando has subido es muy complicado que llegues a bajar.

Lo que no cuenta el artículo es que esta situación no sólo afecta a artistas mainstream nacionales, sino también a otros artistas seguramente más interesantes de carácter internacional. Los fans de The Cure seguramente recordarán el concierto del 2004 enmarcado en el Xacobeo a un precio de 25 € la entrada de día, y 70 € el abono, pero no olvidemos que también estaba Lou Reed en el cartel y Starsailor. Pues parece ser que desgraciadamente es difícil que se vuelva a producir en estas mismas condiciones sin las ayudas institucionales. En el olvido quedan un montón de actuaciones interesantes que no se han realizado en los últimos cinco años por falta de caudales públicos, y estaríamos hablando de artistas como Radiohead, y no de Lady Gaga.

Pero no perdamos de vista la sana situación de los festivales, raro es el año en que no aparecen de nuevos, y de hecho es un claro ejemplo de respuesta de público y de heterogeneidad en sus propuestas. Algunos se han quedado en el camino como el difunto Summercase, desparecido por razones que no tienen nada que ver con la crisis, pero no hay que olvidar que el FIB sigue ahí y que el Primavera Sound es uno de los más importantes de Europa creciendo cada año un poco más. Dichos festivales tienen sus sponsors, pero rara vez ayudas públicas importantes. O incluso al revés, como fue el caso del Sonisphere en Barcelona, que después de su edición en el 2009 tuvo que moverse a Getafe porque el Ayuntamiento de Barcelona encareció el alquiler del Forum de manera inesperada y no fue asumible por los promotores. Así que hay que tener en cuenta que las instituciones no han sido equitativas con todas las propuestas.

La otra cara de la moneda, a nivel nacional, son grupos como Love of Lesbian, que hizo el pasado año tres conciertos seguidos en la sala barcelonesa Razzmatazz con el cartel de sold out, o Lori Meyers, tocando recientemente cinco noches seguidas en Madrid, o Vetusta Morla, que ha llegado donde ha llegado con esfuerzo, trabajo y tesón, por citar unos pocos. Son grupos de pop y no hay que olvidarlos. Pero son grupos que han tenido el apoyo del público, y que seguramente no han basado sus conciertos en subvenciones ni ayudas. Y, por otro lado, no hay que olvidar los grupos emergentes y desconocidos, que ponen de su bolsillo todos los gastos relacionados con su música, y que se ven obligados a autoeditarse sus trabajos, buscar soluciones alternativas de financiación como Verkami y pagar alquiler por las salas a falta de un circuito amateur asequible para ellas.

Definitivamente. se ha acabado la época de vacas gordas y despilfarro, y esto afecta a la cultura y por lo tanto, a la música. Ahora, más que nunca, no hay que esperar ayudas públicas, pero nos damos cuenta que en ciertos sectores de música, estas rara vez han llegado. Así que como consumidores sólo quedamos nosotros como la fuerza de la que se nutren las bandas, y tendremos que seguir así, hasta el momento. Pero de hecho, ¿no hace tiempo que lo estamos haciendo?

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