InicioConciertos - ArchivoEl limbo de Violeta Vil y los fantasmas del Palacio de Linares

El limbo de Violeta Vil y los fantasmas del Palacio de Linares

VIOLETA VIL

El limbo es el borde de un vestido. Dentro está su alma. Hay lápiz de labios rojo. Párpados brillantes. Y púas que pasan de rasgar las cuerdas violentamente a su boca. Eso provoca en mí: Amor, razón sodomizada y servidumbre.

Es extraño el limbo. Ese consciente dentro de la subconsciencia. Hay niebla aquí. Tal vez provocada por esa melodía envuelta en atmósferas. Esa niebla caliente y acogedora, apoyada en bases rítmicas y en la batería. Hay guitarras allí en el jodido limbo. En el borde del vestido. Hay guitarras afiladas que se envuelven unas a otras con papel celofán. Su linea de bajo marca los latidos de mi corazón. ¡Oh Dios! ,¿me he enamorado?. Y yo con estos pelos. Y en está situación. No sabría que decir. Hilaridad. Glitter nocivo.

Lápidas y cocoteros para todos. Oscuridad y tropicalismos. Ritmos tribales con riffs afilados. Atmósferas con delay. Letras ochenteras y voces femeninas clavándose.  «La vie en rose» del Fotomaton.

Un neurocirujano ha comprado que el cielo existe mientras estaba en coma. Dice que hay ángeles, mariposas, himnos y chicas bonitas. Lo dice en The browser. Consulten. El limbo. El neurocirujano dice: «Lo que me pasa me destruye. Intentaré pasar el resto de mi vida buscando la verdadera consciencia de la naturaleza. Sabiendo que hay mucho más allá de lo científico. De lo físico». El limbo de Violeta Vil. Es el borde de un vestido. Es el coma. Es la niebla.

La verdadera consciencia habla de la presentación de su primer largo en la Sala Fotomatón, de la buena acogida del público. De los bosques eléctricos sintetizados, expuestos de forma multicolor con espacios más crudos. Toronjil. El himno de Lápidas y cocoteros. Agonías de lápidas y extasis de cocoteros. Amor y servidumbre a la bajista. El limbo es el borde de un vestido. En el limbo hay himnos de niebla escogidos por Violeta Vil.

Antes El Palacio de Linares, de la que no podemos obviar sus leyendas. Éstas dicen (según wikipedia) y según la rumorología madrileña, que «el palacio de Linares encerraría los fantasmas de los primeros marqueses de Linares, así como el de una niña, su supuesta hija. Siguiendo esta leyenda, José de Murga y Reolid le habría confesado a su padre, el rico comercial Mateo Murga y Michelena, haberse enamorado de una muchacha humilde, Raimunda Osorio, supuestamente hija de una cigarrera de Lavapiés. Al conocer su padre el nombre de la joven, horrorizado, habría mandado a su hijo a estudiar a Londres, con el fin de hacerle olvidar tal amor de juventud. La razón de su espanto vendría dada por el hecho de que esa muchacha humilde habría sido fruto del amor extramatrimonial del propio Mateo con la madre de ésta, y por tanto, ambos enamorados serían hermanos de padre.

La leyenda continúa situando a Mateo recientemente muerto y a los jovenes recién casados. En tal situación habría encontrado José una carta de su padre dirigida a él en la que le explicaba las razones de su oposición a tal relación. José y Raimunda, conscientes del pecado incestuoso que habrían cometido, se habrían dirigido al Papa Pío IX, quien finalmente les habría otorgado una bula papal denominada Casti convivere, esto es, vivir juntos pero en castidad. Sin embargo, el amor que se profesaban les habría hecho pasar por alto su relación de medio hermanos y habrían engendrado una hija, a la que habrían asesinado siendo niña para evitar un gran escándalo. Tal hija, Raimundita, habría sido emparedada o ahogada, y enterrada en el propio palacio y, según tal leyenda, hoy en día, seguiría su espíritu paseandose por los grandes salones del viejo palacio cantando canciones infantiles y llamando a sus padres. A pesar de que durante años no se han podido encontrar pruebas históricas que demuestren que los marqueses eran hermanos de padre y que tuvieran ninguna clase de descendencia, el reciente trabajo de la historiadora Carmen Maceiras Rey parece demostrar lo contrario

Pero El Palacio de Linares  supone también el auténtico sello Elefant impreso en la frente pop, con las tres letras, distorsionado con las guitarras y dulcificado con las voces. Letras ácidas, sarcásticas, surrealistas y crudas, a cucharadas iguales. Micropoliz de sentimientos y power pop.

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